Sol

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Un día, el sol entró caminando al salón de clases.

Vestido con pantalones cortos azules y un precioso gorrito marinero que cubría sus rayos, sonriendo, irradiando un calor que le hizo temblar de pies a cabeza, pensar en que la tierra iba a caer hacia el vacío ante tal desequilibrio planetario.

El sol es una estrella enana, había leído en algún sitio, y ver el pequeño marco del chiquillo, le hizo confirmar sus temores.

La tierra iba a caerse porque el sol estaba allí, diciendo su nombre con un tono alegre y firme, haciendo una delicada reverencia al ponerse bajo el cuidado de sus nuevos compañeros.

Fue el único que no quiso acercarse al niño nuevo a la hora del receso, y no importó dormir pegado a la puerta, tomó su manta lo más lejos posible de él.

No iba a arriesgarse a que su gravedad lo hiciera explotar, o que su calor lo derritiera como el mantecado que una vez dejó en el patio.

El niño-sol notó su desagrado enseguida, y en lugar de cohibirse o entristecerse, lo miró una sola vez con el mentón levantado, dándole la espalda.

Dazai se sintió aliviado un tiempo, porque era un niño, e ignoraba cuán vital es el sol para que la vida sea posible.

Ignoraba que si el sol tornaba la espalda, lo estaría obligando a volverse la luna, arrastrándolo a un equilibrio del cual ya no podría escapar nunca.



***



Dazai siempre fue un niño peligrosamente inquieto, intelectualmente insaciable.

Mori gastó una cantidad nada despreciable en brindarle una enseñanza suplementaria al jardín de infantes cuando le exigió que le enseñara a leer, porque los dibujos y juegos le aburrían.

Se encerraba en los libros, rechazando casi hasta la histeria cualquier otro tipo de interacción, y Mori al principio pensó que sería una etapa, que una vez que tomara confianza con el resto, comenzaría a preferir los juegos, como cualquier niño de su edad.

Cuando llegó Chuuya,sin embargo, un poco después de la primera semana de clases, pasaron dos cosas que llevaron al adulto a polos completamente opuestos en un cerrar de ojos.

Primero, Dazai se obsesionó con la astronomía, volviéndose mucho más introvertido, leyendo los libros que Mori consideró pertinentes para alguien de su escasa edad, y que le valían una rabieta del niño porque aquello no dice nada, esto no me dice qué va a pasar si el sol baja a caminar entre la gente.

Después, y este es un secreto que nunca supo cómo sucedió, Dazai comenzó a acercarse a Chuuya, con timidez, inseguro, pero después cerrándose a su vida como una sombra.

Chuuya era de los más sociables, y una vez que entró a su círculo, el resto de niños aceptó a Dazai como un igual, incluyéndolo hasta en las horas de siesta.

Puede que fuera un poco preocupante lo dependiente que se volvió Dazai de Chuuya, cuando hasta entonces fue un niño totalmente autosuficiente.

¿Me atas los cordones, Chuu-chuu?

¿Me lees aquí, aunque no sepas el abecedario?

¿Abres esta lata para mí?

¿Te quedas conmigo para siempre, para que nunca vuelva a tener frío?

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