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Los sentimientos mienten

A veces creo que los sentimientos mienten.

Pues yo estaba seguro de que había superado el perderte.

En esta casa no queda ni un retazo de tu voz, de la presencia cálida que inundaba cada rincón de mi incertidumbre tachada en pequeños pedazos de papel dispersos sobre el escritorio donde yo fingía a veces escribir canciones. De vez en cuando me pregunto a donde fueron a parar los peldaños que cimentaban mis sueños. Tal vez te los llevaste tú, los arrebataste, robaste de mí, o por propia voluntad se fueron contigo, junto a mis ganas de respirar. Y ahora sólo me queda el preguntarme a mí mismo una y otra vez si fui lo suficientemente bueno para ti.

Las lágrimas que derramé se secaron y ahogaron junto al agua del deshielo de esa cerveza fría que jamás tomé, ni siquiera me gusta beber, pero escuché tantas veces eso de "las penas se ahogan en alcohol" que intenté como uno más del montón y sumergí mi depresión en la incesante tos que me dio luego de engullirme un amargo trago de esa espantosa bebida, te vi hacerlo tantas veces con tanta ligereza que supuse me sería igual de fácil. Pero una vez más me engañaste, el tratar de seguirte se me hizo nuevamente igual de imposible y como siempre, la triste realidad me recordó con el ardor de mi garganta el hecho de que ya nunca más podría siquiera intentar perseguirte. Aún si soy demasiado pequeño para estar a tu lado, insignificante como algo que ves cada día y das por sentado estará siempre para ti, algo a lo que le restas importancia por lo monótono de su presencia, eso que no sabes cuanto en verdad lo necesitas hasta que desaparece de tu vista. Y traté tantas veces que sintieras esa necesidad por mí, intenté alejarme, de que vinieses a buscarme, sin embargo, fui yo siempre quien regresó a ti.

No hay razón para llorar por aquello que ya se derramó, eso lo sé, sin embargo ¿Cómo se puede evitar llorar si lo que está vertido en el suelo son tus sentimientos por alguien que desapareció tras la dulce sonrisa y un último "te amo, adiós"?

Las personas dicen, "si muriera, quisiera volver a conocerte y enamorarme de ti" si ahora tuviese el valor de arrebatar mi propia vida haciendo uso de fármacos o algún otro medio pediría una y otra vez el jamás pasarme por tu camino, el no haber chocado contigo de manera tan cliché en la estación del metro, pediría no ser tan buena persona e ignorarte, el no recoger el celular que por mi culpa habías tirado al suelo y devolvértelo, pero por sobre todo, rogaría porque en esa vida no me vieses directamente a los ojos otra vez, pues para mí el color de tus orbes era un hechizo, el ámbar de tu mirada sin llegar a ser naranja como el cielo del atardecer en que te perdí para siempre o dorado como en anillo que te regalé en nuestro tercer año de noviazgo. Debes haberlo olvidado, no tienes razones para recordar siquiera mi nombre.

Mi vista voltea alrededor, de ti en lo vacío de esta habitación no queda siquiera el olor, aunque es natural, hace demasiado tiempo que no duermes a mi lado.

Por eso creo que los sentidos mienten.

Pues aún yo huelo tu fragancia en la almohada.

Me abrazo a ella en las noches, juro que no es para recordarte, lo que más quiero hacer en mi vida es olvidarte.

Pero lo difuso de este amor a medias me impide dejar de aferrarme al suave objeto que contra mi pecho apretujo sin intenciones de soltar en lo que resta de noche. Porque me invaden las emociones que se quedaron a medio camino, los sueños que no te conté que tenía, las ganas locas de reír contigo a las tres de la madrugada leyendo comentarios graciosos en uno de los tantos vídeos que subíamos todos juntos como USSS a las redes sociales. De entrelazar tus delgados y delicados dedos con los míos que eran algo toscos. El acariciar con el pulgar la suavidad de tu mejilla, deslizar la yema de este por tu tersa piel sin ninguna imperfección, porque eso eras tú para mí, un ser perfecto cuya simple risa para mí era un motivo de adoración diaria, pues es verdad, después de todo, yo aún te adoro.