I: Un encuentro picante

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Interrumpiendo sus trazos sobre el papel, QiRen soltó el pincel con una bocanada de frustración, se paseó los dedos por las barbas y frunciendo el ceño divagó en sus pensamientos. Le costaba concentrarse. Mientras la última hora de lecciones había terminado y los discípulos ya se habían retirado, en su mente seguía revoloteando la voz de ese desvergonzado joven maestro de Yunmeng Jiang.

Wei WuXian.

Nunca un simple aprendiz le había causado tantos problemas.

A menudo, solía pensar que se debía a la falta de disciplina en su educación, pero no importaba cuán castigado fuera, siempre tendía a seguir cometiendo faltas. QiRen detestaba severamente ese tipo de comportamiento. Sin embargo, algo en su interior se removía cuando ese discípulo de la secta de Yunmeng le sonreía con sus argumentos contradictorios y no lo podía negar, tenía un encanto bastante inusual, un hechizante aspecto del tipo que te hace querer contemplarle más de lo debido.

¿Quién era él para tener esa clase de pensamientos por un discípulo?
Era tentador dejarse llevar por la debilidad de imaginarlo junto a él, en una situación más informal, rompiendo distancias y eran esas ideas las que lo hacían horrorizarse de sí mismo, cuando era consciente de que era inapropiado lo que se negaba pero anhelaba secretamente fantasear con aquel joven.
Cerró los ojos y pensó en meditar para calmarse.

A esa hora de la tarde, los jóvenes maestros discípulos de las sectas de cultivo invitadas estaban disfrutando de la hora de  comida, pero QiRen solo se limitaba a encerrarse en su estudio sin hacer caso de acompañar en el gran comedor a sus discípulos invitados, por lo que siempre sus sobrinos eran quienes se encargaban de llevarle hasta su escritorio los alimentos del día.

Cavilando en sus pensamientos se sobresaltó cuando una encantadora y joven voz le sacó de su concentración. Abrió abruptamente los ojos y soltó sus barbas con la expresión del rostro congelada en un gesto de sorpresa.

—Me gustaría hacer las pases con usted, el primer joven maestro Lan me sugirió tomar su lugar para traerle la comida, que yo mismo preparé, espero sea de su agrado.

QiRen casi se queda sin respiración cuando esos ojos le miraron con suma amabilidad juguetona.

Su corazón no estaba siendo racional o por qué de repente se agitaba en palpitaciones desaliñadas que lo dejaban peor que una quinceañera enamorada cada que ese tal Wei Wuxian lo miraba tan fijamente.

—¿Maestro Lan? ¿Lo he ofendido de nuevo? No era mi intención, yo solo quería…

QiRen cerró los ojos para calmarse así mismo, esa belleza exquisita lo mareaba. Elevó la mano en señal de que guardara silencio y Wei Wuxian entendió.

—¿Realmente estás arrepentido por causarme tantos problemas? O solo estás aquí porque quieres seguirme provocando más corajes.

Wei Wuxian lo miró desconcertado. No podía negar que ver a QiRen fuera de quicio le causaba una satisfacción indescriptible, pues, hasta cierto punto le resultaba cómico, pero no hasta el punto de querer buscarlo solo para burlarse de él más de lo habitual.

—No respondes —aseveró QiRen, volviendo a acariciar su barba sin levantar la mirada.

La comida humeante sobre la charola que Wei Wuxian sostenía era lo único que seguía en movimiento durante aquel silencio incómodo. Wei Wuxian no sabía cómo responder sin sonar descortés. No quería discutir por tonterías y era consciente de que cada que abría la boca tendía a empeorar las cosas si no decía las palabras adecuadas.

—Bien, deja eso sobre mi escritorio, veamos qué tan bueno es tu sazón —repuso QiRen, para poner fin al silencio incómodo.

Cuando Wei Wuxian se inclinó a un lado suyo para depositar la charola con la comida, por un breve momento la mirada curiosa de QiRen viajó hasta el trasero del discípulo y cerró los ojos reprochándose a sí mismo esa falta de sus propios principios éticos y morales por pensar cosas inapropiadas de nueva cuenta.

—Con su permiso, me retiro —agregó Wei Wuxian, cabizbajo y a punto de irse.

—Espera. Toma asiento junto a mi escritorio y come conmigo.

La voz de QiRen lo sorprendió y le dedicó una mirada de estupefacción ante dicha orden.

—Quiero creer que no me vas a envenenar o a dar algún alimento contaminado con sustancias de las que después me pueda arrepentir de haber ingerido —explicó—. Si no es el caso, entonces no veo problema en que compartas este alimento conmigo.

Wei Wuxian asintió y frotándose las manos sonrió animadamente mientras tomaba asiento.

QiRen lo miró fascinado, era aún más hermoso contemplar a aquel joven de cerca. Toda esa gracia, esa piel exquisita, esos ojos tan vivaces, esos labios… y su mente descontrolada lo paró en seco cuando se percató de que estaba una vez más pensando cosas inapropiadas, no podía llamarse a sí mismo un ser virtuoso si continuaba dejándose llevar por esos pensamientos tan impuros hacia el joven maestro de la secta Yunmeng Jiang.

Wei Wuxian notó la mirada atenta de QiRen y tomó esto como un reproche silencioso por su falta de cortesía.

—Disculpe mi entusiasmo, voy a entregarle esta primera porción de comida que acabo de servir, es solo que me olvidé de mis modales porque me siento excesivamente hambriento.

—Yo también estoy hambriento —murmuró QiRen mirándole los labios para después desviar la mirada hacia sus manuscritos.
Wei Wuxian no había notado esto último porque se había ocupado de condimentar el platillo con especias, esperando que fueran del agrado del maestro Lan.

—Aquí tiene —dijo entregándole el platillo.

Después se sirvió una porción semejante y la condimentó al doble mientras QiRen se disponía a dar el primer bocado de arroz.

Fue solo un segundo después de que su boca se incendiara al depositar ese pequeño bocado sobre sus papilas y QiRen ya estaba soltando lágrimas e improperios repentinamente.

Wei Wuxian no tuvo tiempo ni de sorprenderse porque ya estaba acostumbrado a que la gente se emocionara tanto con su comida después de haberla condimentado.

Siguió comiendo mientras ignoraba el espectáculo de QiRen enchilado y disgustado que se atragantaba con un vaso de infusión.

—Ah, ¿Le gustó? —preguntó Wei Wuxian sonriendo con las mejillas llenas de arroz y la mirada alegre.

QiRen quería arrancarse la lengua y frunció el ceño como nunca en su vida.

—Joven maestro Wei, atengase a las consecuencias —pronunció jadeante por el picante que martirizaba sus papilas con un escozor incontrolable.

Wei Wuxian solo se encogió de hombros.

—Pero esto no es venenoso.

QiRen se puso de pie molesto y levantó a Wei Wuxian por el cuello de sus túnicas. Se sentó sobre el escritorio y lo arrojó  boca abajo sobre su regazo. Wei Wuxian no fue consiente de lo que estaba sucediendo hasta que sintió como QiRen comenzó a propinarle nalgadas con la mano derecha violentamente.

Wei Wuxian se ruborizó de vergüenza, nunca había llegado tan lejos en ninguno de sus anteriores castigos, nunca le habían parecido tan severos, era la situación más humillante de su vida. Cuando QiRen se dispuso a dejarlo en paz, Wei Wuxian se desplomó sobre el suelo con un montón de cosas que quería decir pero se contuvo porque no quería empeorar la situación más de lo que ya estaba.

QiRen se cubrió los ojos con la mano derecha mientras se frotaba las sienes con el dedo índice y pulgar, colocando la otra mano sobre su cintura.

Wei Wuxian lo miraba desde el suelo, arrodillado como un cachorro regañado. Ahora sí, esto se había vuelto personal, había llegado a hacer las pases pero se iba a ir de ahí con la intención de cobrarselas a QiRen por la humillante serie de nalgadas que le había propinado.

Quería venganza.

El secreto de la virtudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora