Inesperado

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Nathalie miró su reloj de mano, sabía que su hora había pasado, pero el hombre al otro lado de la habitación estaba más insoportable que nunca,  apenas y la dejaba respirar por lo que su horario se salida variaba. Nathalie nunca se había molestado, pero de un momento a otro sintió que era demasiado agotador después de levantarse tan temprano y luego acostarse mucho más tarde, tal vez era parte de las secuelas del pavo, porque anteriormente se le era fácil desempeñar su trabajo. Gabriel estaba caminando de un lado a otro, lo que hizo suspirar a la pelinegra.
—Debería acostarse señor, se ve muy estresado y cansado.
—Aún no he terminado el diseño.
—Y no lo terminará si no descansa bien —soltó la mujer cansada.
—Aún no es el momento.
Nathalie suspiró, —¿puedo retirarme?
—¿Estás cansada?
Nathalie lo miró con asombro, —son casi las once de la noche.
—Nunca te ha molestado quedarte hasta tarde.
—Estoy agotada, no he dormido bien en  tres días, no puedo seguir abusando del café.
Gabriel la miró seriamente, pero su mirada cambió rápidamente, —tienes razón, puedes quedarte a dormir aquí.
Nathalie abrió los ojos, —no creo que sea buena idea.
—¿Por qué no?
Nathalie se sorprendió ante la curiosidad del platinado, —no quiero más chismes por parte de los medios.
—¿Desde cuándo te importa lo que piensen los medios? —preguntó Gabriel confundido.
—A usted le debería importar.
—No me importa lo que digan las revistas de cotilleo.
Una risa salió sin querer de los labios de la mujer, —claro que no señor, de todas maneras ya terminé todo mi trabajo así que no tiene de qué preocuparse.
—¿Qué te causa risa?
—Nada importante señor —respondió mientras recogía sus cosas.
—No te creo Nathalie, te conozco.
—Claro que me conoce señor —soltó por lo bajo.
—¿Algo te disgusta?
—Sólo me quiero ir a dormir, mañana es mi día libre y quiero disfrutarlo en vez de amanecer durmiendo hasta la tarde.
Gabriel frunció el seño, —¿es eso?
—¿Es qué señor?
—¿Puedes dejar de llamarme señor? —cuestionó molesto.
—Siempre lo he llamado así señor Agreste.
—Eramos amigos antes de que fueras mi secretaria —dijo casi en un susurro.
—Nunca pareció molestarte en el pasado, ¿qué cambió ahora?
—Quiero que volvamos a hablar como antes, te haz vuelto muy lejana y...
—Nunca he dejado de ser tu amiga —dijo con dolor muy bien disimulado, pero eso le hizo recordar su lugar.
—Estoy cansado Nathalie, no se si puedo seguir así, la extraño demasiado y mis esperanzas cada vez se desvanecen más.
—Lo logrará señor, sé que lo hará.
Gabriel se acercó más a la pelinegra, —es difícil, Ladybug nunca se equivoca y yo veo mi esperanza de traer a Emilie muy apartada.
—Todos cometemos errores señor y Ladybug no es la excepción, sólo debe estar en guardia.
El abrazo del mayor dejó a la pelinegra sorprendida. Gabriel nunca había buscado consuelo en ella, por el contario, Nathalie se lo había ofrecido, por lo que la pelinegra sólo le devolvió el abrazo, inhalando su inconfundible olor, el cual había comenzado a extrañar cuando abandonaba la mansión Agreste.
Al separarse los ojos del mayor se fijaron en la pequeña mujer, —eres luz en mi oscuridad Nathalie.
Los ojos azules de la mujer del mechón rojo se fijaron en los del mayor, —no es para tanto señor.
—Claro que lo es, no creo haber podido salir de esa cama sin tu ayuda, realmente eres de lo poco que me mantiene cuerdo.
Nathalie no supo en qué momento los labios del mayor se posaron en los suyos, pero lo último que supo fue que Gabriel la había sentado sobre su escritorio, mientras ella respondía con ansias y desesperación. Las manos expertas del mayor se movían por su espalda, mientras ella se dejaba llevar por el deseo, pero no demoró mucho.
—Gabriel, por favor detente —dijo Nathalie cuando el platinado centró su atención en su cuello.
El hombre se separó para mirarla, —¿no te gustó?
—Gabriel ese no es el tema.
—¿Entonces si te gustó?
Nathalie se bajó de su escritorio, sus piernas temblando como gelatina, —no quiero discutir eso, eres un hombre casado y eres mi jefe.
—Somos dos adultos.
—¿Por qué haces esto?
El hombre carraspero, posando su mirada en cualquier parte menos en Nathalie, —sinceramente no lo sé, estoy molesto tal vez.
—¿Molesto?
—Sí, molesto —dijo más alto.
—¿Por qué?
Gabriel quitó sus gafas y masajeo el puente de su nariz, —sé que tienes algo con ese hombre.
—¿De qué me hablas? —cuestionó sorprendida.
—Con el que viniste aquel día.
Nathalie abrió los ojos, —me estabas observando.
—Intentaba protegerte.
—¿Protegerme? ¿De qué? —la pelinegra cuestionó molesta.
—No quiero verte sufrir.
Una risa sarcástica salió de Nathalie, —eres tan egoísta Gabriel.
—Nathalie... —intentó acercarse.
—No Gabriel —dijo apartándose—. ¿Sabes lo difícil que fue para mi seguir adelante?
—¿Adelante? —la confusión se instaló en la cara del hombre.
—He estado enamorada de ti por un largo tiempo, ¿lo sabías?
—Yo no lo sabía —dijo sorprendido.
—Claro que no, no era importante para ti, ¿por qué te iba a interesar saber?
—No digas eso.
—Digo lo que es Gabriel. Me cansé de esperar nada contigo, ya no puedo seguir en lo mismo, ese hombre como tú lo llamas es el hombre más especial que he conocido y que acabo de traicionar por ti.
—Nathalie...
—No Gabriel —no lo dejo terminar y salió de la habitación.

EN RIESGO DE PERDERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora