- II -

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Los días en la escuela eran largos para Jules, el único amigo que tenía estaba en un salón diferente y sólo salía al patio cuando en su mesa caía el avión de papel con mala ortografía dentro de él que le invitaba a comer.
Por otro lado, Sophie no se cansaba de insistir en que fueran amigos, pero Jules era demasiado tímido como para hablar con alguien más que no fuera Henry. Por ahora.

-Oye, ¿cómo se escribe tu nombre?- pregunta la niña invadiendo su espacio personal, dejando en su banca una hoja y un bolígrafo rosa brillante. Cediendo a todos los intentos de Sophie por acercase, toma la pluma y escribe su nombre, dejando a la menor con más confusión que antes. -¿Cómo se pronuncia?... ¡No importa! Yo te llamaré "Julie"

La expresión de desagrado del contrario fue evidente, sabía que los demás no podían pronunciar bien su nombre al ser francés, así que prefirió no intentarlo siquiera y, resignado, optó por acostumbrarse a su nuevo apodo. Aunque no le gustara del todo.

-¿Por qué no hablas? No tienes amigos, estás muy solo. ¿Te gusta estar solo? Eso no es bueno, es triste- espera una respuesta por parte de Jules mientras, con sus pequeñas manos, doblaba la hoja donde estaba escrito su nombre-

-Si tengo un amigo...- su tono de voz había sido más bajo de lo normal, se negaba a levantar la cabeza- Está allá afuera

-A mí me gusta hacer amigos, no tengo ninguno, pero gustaría tener muchos. Mis papás dicen que si no tengo amigos, no seré nada en la vida, por eso quiero tener muchos, muchos amigos, así mis papás van a estar felices

Jules no respondió. Se limitó a mirar la carita de Sophie, notando un brillo especial en sus ojos. Nada más que inocencia era lo que reflejaban ese par de luceros. Es una lástima.
Una vez más, el avión de papel cayó en la butaca. De antemano sabía lo que significaba, por lo que se levantó de su lugar y tomó la mano de Sophie, llevándola hacia afuera del salón para que comiera con ellos.
La pelirroja, más que emocionada por su nuevo amigo, se sentó a degustar sus alimentos entre una agradable plática con Jules y Henry, este último estaba confundido, pues no conocía a la niña nueva, pero se acostumbró rápidamente a su presencia.
Nunca está de más otro poco de compañía.

Al día siguiente, Jules le había contado a su tía sobre la nueva amiga que hizo en la escuela. La mujer estaba más emocionada que su sobrino por sus nuevas amistades; le alegraba saber que no estaría solo en la escuela, pues era consciente de lo mucho que le costó adaptarse a ese nuevo lugar.

A la hora de la salida, Anne ya se hallaba fuera de la escuela esperando a su sobrino, quien se acercó a ella junto a Sophie.

-Hola señora, soy Sophie, amiga de Julie- recitó feliz, mirando a la mujer con los ojos bien abiertos y enorme sonrisa carente de dos o tres dientes de leche-

-¿"Julie"?- le dirigió una fugaz mirada a Jules como preguntando por qué le había llamado de esa forma, pero rápidamente entendió que no debía decir algo más al respecto cuando Jules sólo negó con la cabeza, apenado- Hola pequeña, estoy feliz de conocerte, Jules me contó sobre tí anoche

-Tía, ¿puede ir Sophie a jugar?

-Bueno... Si sus padres están de acuerdo

Un hombre y una mujer que vestían traje y corbata, con un semblante muy serio, se detuvieron detrás de la niña pelirroja. Habían escuchado la conversación de los niños.

-Por supuesto que estamos de acuerdo- dijo la fémina con voz firme, apenas dejando ver una tenue sonrisa- Un placer, somos los padre de Sophie. Esta tarde estaremos repletos de trabajo, así que no tenemos problema con que usted cuide a nuestra hija. Adiós Sophie, pórtate bien

La confusión en el rostro de Anne era muy notoria, aquellas personas no dejaron siquiera que respondiera algo al respecto. Simplemente dejaron a su hija con una persona desconocida sin saber al menos en dónde vivía o cómo se llamaba. Ni ellos se tomaron la molestia de decir su nombre.
No se sentía del todo convencida de llevarse a la menor con ella, pero aún así lo hizo.

Aquella tarde su casa se iluminó. Hacía tanto tiempo que no escuchaba la risa de su sobrino.
Toda la tarde jugaron, comieron dulces, se sentaron a ver caricaturas, y todo era felicidad; hasta que Anne se quedó en silencio observando al par de infantes jugar, dejando que su mente se llenara de recuerdos.

("¡Jules!" exclamaba una voz a lo lejos, no lograba distinguir de quién se trataba por tener sus manitas cubriendo sus oídos. "¡Jules!" ahí estaba de nuevo.
Disparos, gritos, el chirrido que emitían las llantas de los autos a alta velocidad, gente suplicando clemencia y después... Silencio.
Un pequeño de tres años de edad, con el cabello revuelto, los ojos llorosos y el cuerpo entero tiritando de frío se sobresaltó al escuchar que alguien deslizaba la puerta de madera que pertenecía al mueble donde se encontraba escondido desde hacía varias horas. Llevó sus manos hacia su boca, ahogando cualquier sonido que se atreviera a salir y lo delatara. Sus ojos abiertos como platos se mantenían fijos en la puerta que estaba casi completamente abierta, lo cual sólo hacía que su respiración se agitara aún más. El temblor de su cuerpo que antes era de frío, fue sustituido por terror.
"Oh, Jules... Dieu merci, j'ai pu te trouver" el alivio en la voz de Anne era evidente, llevaba dos horas buscándolo por todo el edificio, el cual parecía haber sido embestido por un huracán; escombros por todos lados, todo estaba destruido. Virginia solamente alcanzó a decir que había escondido a su hijo en algún lugar, pero no sabía dónde, así que por eso el miedo de no encontrarlo era titánico...
Sin perder tiempo, para la mañana siguiente sus maletas estaban completas; Anne se llevaría al pequeño Jules a Londres. Nadie se había atrevido a pisar aquel edificio en toda la noche, por lo que los cuerpos de tantas víctimas yacían enmedio de los escombros, el miedo de los familiares de estas pobres almas arrancadas de su cuerpo era tan grande, que no podían acercarse para buscarlos.
"Au revoir, maman, tu vas me manquer", "Adiós, mami, te voy a extrañar". Esa frase, esa desgarradora frase que fue dirigida hacia el cuerpo frío, ensangrentado y sin vida de su madre, bastó para terminar de derrumbar a Anne.
Aún más doloroso fue no volver a escuchar la adorable risa de aquel niño que adoraba como si fuera su propio hijo, hasta aquellos días en que se hizo, al fin, de dos grandes amigos)

El haber decidido hacerse amigo de la niña más hiperactiva del salón le hizo darse cuenta que no todas las personas son malas. Henry y Sophie lo hacían sentir seguro; tenía la confianza de hablar más alto, su voz no se quebraba, sus manos no temblaban, sus piernas no flaqueaban, no tenía miedo. No estaba solo. Ninguno lo estaba.

11:46 pm

Los padres de Sophie la recogieron de la casa de Anne, yéndose tan pronto como habían llegado.
La pequeña era muy tierna, muy alegre, curiosa por todo lo nuevo que se encontraba, hablaba demasiado, pero sus padres no se preocupan lo suficiente por su única hija, por lo que aprovechaban que Jules la invitaba casi todos los días a jugar y la dejaban hasta muy altas horas de la noche en su casa, sin presentar el más mínimo interés en su bienestar.

¿Qué culpa tienen los niños de los problemas de adultos?

-Flores para mi vecino-   by: Yael R.Q.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora