Draco Malfoy no puede derrumbarse. Los Malfoy no lloran en medio de una batalla. Los Malfoy no suplican a Merlín por la vida de nadie. Los Malfoy no se arrodillan ante nadie.
Draco Malfoy es capaz de hacer todo eso y más cuando escucha a su padre.-Nos vamos, Draco. Potter está en Hogwarts.
Si alguna vez Draco creyó saber lo que era sentir desesperación estaba muy lejos de la realidad. Nunca había sentido su caja torácica cerrándose, impidiendo a sus pulmones respirar ni a su corazón seguir bombeando. Nunca sintió sus piernas hormiguear a punto de dejarlo caer. Nunca notó el sudor frío que humedece sus manos.
Draco siempre creyó que Harry tenía un plan, que lograría acabar con el bastardo y sacarlo de ahí. Cuando se vieron en Navidad pensó que se había dejado capturar para rescatarlo. Sin embargo, en cuanto sus miradas se cruzaron, lo supo. Iba a tener que ayudarlo de nuevo desde las sombras. Debía permanecer en el bando de los mortifagos, a salvo. Harry le hizo jurar que no se pondría en peligro desvelando sus verdaderas lealtades. Draco lo aceptó porque no quería preocupar aún más al muchacho que lo había arriesgado todo por él. Sin embargo, la espera, la vaga esperanza, nada había servido. Harry había sido lo suficientemente tonto como para ir al castillo.
Draco asiente a su padre demostrando que cumplirá con su papel. Mientras sube las escaleras de vuelta a su habitación suspira profundo intentando serenarse. Él irá a Hogwarts y cuidará la espalda de Harry. Nada le pasará mientras ellos estén juntos. Ya han demostrado formar un gran equipo al crear toda esa red de mentiras en el pasado. Ellos sobrevivirán. Aunque le cueste la vida a Draco, Harry vencerá esa noche y tendrá la larga vida que siempre se ha merecido.
Una vez que logra entrar al castillo donde vivió los mejores momentos de su niñez se encuentra una escena que lo atormentará durante toda su vida. Hogwarts, su hogar, se ha convertido en un desfile de cuerpos sollozantes, personas lanzando maleficios, cadáveres que nadie se atreve a mirar y fuego. Draco se permite un segundo antes de unirse a la danza de hechizos. Recibe varios de sus antiguos compañeros, incluso de algún profesor. Los esquiva a todos sin sentirse herido por la magia que recibe. Lo único que lo atormenta son las miradas y palabras de odio y traición que le dedican. No levanta su varita para nada más que hechizos defensores. Al menos hasta que se cruza con Crabble y Goyle, quienes le conducen, sin saberlo, a la única persona que desea ver.
Cuando Draco ve a Harry, todo a su alrededor se desdibuja. Sus ojos solo pueden centrarse en el muchacho de cabello oscuro y ojos brillantes. El chico parece agitado y cansado. No parece haber tenido una buena alimentación y descanso pero para Draco está más guapo que nunca. Parece que un nuevo aire de madurez rodea sus rasgos. Ya no es más aquel niño con el que se escapaba por las noches para compartir risas y confidencias. Ahora se ha convertido en un guerrero. Y a Draco no le gusta ver que el tenue toque infantil que perduraba en él ha desaparecido por completo.
Harry lo mira pero no sonríe. No hace ningún gesto de reconocimiento. No parece siquiera verlo. Draco siente su corazón hundirse aún más. Tal vez el otro ya se ha dado cuenta de que no merece la pena. Que cuando la guerra acabe tendrá libertad y felicidad y no querrá pelear de nuevo con el mundo por él. El muchacho rubio ya lo esperaba. Sabía que él no estaba a la altura del increíble chico que es capaz de arriesgarlo y perderlo todo para salvar al mundo. Solo estaba esperando que Harry no lo notase.
-¿Qué buscas, Potter?-Draco mira a sus antiguos compañeros. Nunca fueron amigos, de hecho solo iban juntos por órdenes de sus padres. Por eso sabe que no le va a costar ningún trabajo dejarlos fuera de combate. Puede que Harry ya no lo quiera a su lado pero él no dejará de luchar por lo que cree justo.
-No te importa, Crabble. Vete con tus padres, mejor, dile a tus compañeros que se larguen de aquí. No necesitamos derramar sangre innecesaria entre compañeros-Draco hace todo lo posible por no sonreír. Una de las cosas que más le gusta del chico es que, pese a los prejuicios que muchos han intentado darle, él siempre verá a todo el mundo como iguales y no soportará que un chico inocente muera, ya sea Hufflepuff o Slytherin.
-Ohhh, San Potter se preocupa por nosotros. Qué conmovedor. Lástima que a nosotros nos importes una mierda. Avada-Draco lanza un hechizo no verbal a su excompañero con toda la rabia acumulada. No puede creer que sea tan imbécil. Joder, ¿de verdad cree en las promesas de Voldemort? ¿De verdad prioriza las estupideces que un loco cuenta ante la vida de una persona?
Goyle lo apunta con la varita temblando en cuanto ve a su amigo desmayado. Draco no le permite decidirse, lo aturde y se gira hacia los tres leones. Deja caer su varita al suelo sin apartar la mirada de Harry. Escucha a los otros dos jadear sorprendidos pero los ignora centrándose solo en el pelinegro.
-Hola-murmura con voz ronca. Sinceramente no sabe qué esperar de Harry. Sabe que no lo atacará pero parece que tampoco se lanzará a sus brazos. Durante unos segundos se limitan a mirarse fijamente mientras Draco mantiene la respiración. Sin embargo, Harry lo sorprende otra vez al correr hacia él y atraparlo en un abrazo. Draco suspira sintiendo las lagrimas escapar de sus ojos. Pasa los brazos por el torso del chico y pega sus cuerpos lo máximo posible. No sabía que esto era justo lo que necesitaba. Un simple pero significativo abrazo de la persona que más quiere.
Harry le acaricia el pelo con delicadeza, le susurra palabras tranquilizadoras directamente en el oído y lo mantiene junto a él. Draco se deja hacer, se derrumba por primera vez en meses dejándose caer al suelo mientras su única esperanza lo sujeta con fuerza.
-T-te he echado m-mucho de menos-tartamudea entre tenues sollozos. Harry lo hace apoyar la cabeza en su hombro y besa su cabeza. Con ese suave roce Draco sabe que él lo sigue queriendo, que no le importa lo que suceda esa noche, que no le importa la marca en su brazo, solo le importa que están juntos.
-Te quiero.