Ciel Phantomhive se ve resignado a dejar ir de su lado a su hermano gemelo para que este cumpla su sueño, fabricar juguetes. Este hace todo lo posible por cumplir esa meta por si mismo sin valerse de su buen nombre.
Esta historia es una realidad alt...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La mirada de Ciel se fijaba en la pareja que a unos pasos se abrazaba con efusividad, exhortos en esta mutua aflicción no notaron su presencia. A pesar de sus sospechas, se negaba a creer que su gemelo tuviera ese tipo de relación con ese hombre desagradable, sin embargo, por la forma en que se abrazaban, era obvio que había más que una amistad entre ellos. Empuñando sus manos con enojo, se sentía a la vez celoso, un extraño pretendía arrebatarle a su hermano, estaba preparado para darlo a una bella y distinguida mujer algún día pero nunca pensó que a su querido hermanito tendría que entregarlo a un hombre.
—Tranquilo, nos recuperaremos de esto...
Eran las palabras de Sebastian para tratar de animarlo, podía ver reflejada la frustración en su hermoso humano, quien en medio de su conmoción empezó a toser un poco y su respirar parecía agitarse con el pasar de los segundos.
—¿Quién pudo hacernos algo así? —Cuestionó el joven con la mirada llorosa mientras tosía un poco más, mientras esperaba una respuesta de su amado que ciertamente no sabía qué responderle.
Sebastian tenía sospechas sobre el culpable de este infame hecho, había alguien que lo consideraba capaz de hacer algo así en nombre del amor, un amor egoísta que tenía para su hermano. Sin embargo, aunque su instinto reconocía a Ciel como responsable de arruinar el sueño de su hermano menor, no podía acusarlo sin prueba, por el momento lo más sensato era callar para no alterar más al joven, que veía todo su trabajo e ingenio reducido a cenizas.
Las personas alrededor entre murmullos comentaban sobre el incendio, palabras que Astre no parecía entender ahora, al levantar la mirada notó a su hermano que los observaba fijamente, separándose de inmediato de su amante, aún afligido trataba de disimular la vergüenza de haber sido descubierto en ese abrazo. Ciel corrió a su lado con un semblante lleno de preocupación ocultando el enojo que sentía por dentro, abrazándolo trataba de reconfortarlo, sentía que él era quien debía consolarlo y no ese hombre que era un completo extraño pensaba en su mente celosa.
—Iré a ver qué sucede más de cerca, ustedes quédense aquí.
Sugería Sebastian también ocultando su enojo mientras se les alejaba, de alguna forma sentía la frustración y la angustia de su joven amante como algo muy suyo, que impotencia sentía al verlo llorar de esa manera, no era para menos por las horas de esfuerzo invertidas, la ilusión de ver terminado cada trabajo suyo hasta el mínimo detalle para exponerlo en esa tienda. El pensar quien había ocasionado este desastre lo llenaba más de enojo, además imaginar lo mucho que Astre sufriría al afirmar esta traición cruel de su hermano.
En situaciones como esta le era inevitable no reflexionar sobre la naturaleza humana, el cómo podían ser mucho más crueles incluso que los mismos demonios, ser testigo de tanto egoísmo era repulsivo incluso para un ser de la oscuridad. Con el pasar de los segundos, en esa fría noche, el humo y la tensión del momento hacían que la tos de Astre se intensificara, al punto que su respiración se agitara, casi parecía quedarse sin aliento.