Y ahí estaba ella. Adelante de una mesa, sentada en una silla. Con un plato de espaguetis al ragú justo enfrente de ella. Uno de sus platos de comida que antes amaba. Con sus padres observándola, para ver cuando daría el primer enrollado de espaguetis con el tenedor. Ella pensaba en la cantidad de carne que podía haber para comenzar a contar las calorias, pensaba en la cantidad de aceite que se había usado para condimentar, pensaba si podían ser mas de 100gr de pasta ahí adentro. Sentía como su corazón comenzaba a agitarse, respiro lentamente y trato de calmarse, no quería un ataque de pánico, no quería explotar, no ahora que acababa de tener una conversación con sus padres. Una conversación intensa, una decisión que no podía tomar ella, ser internada y recibir ayuda. Tuvo un minuto para pensar lo que ella quería, sin escuchar lo que su mente le decía. En ese minuto que tuvo, ese minuto de libertad repaso el escenario, los diálogos que cada uno había dicho en esa conversación intensa. Reflexionó.. Enfrente de ese plato de espaguetis, tenia que mostrar que iría adelante, que podía salir de ese problema ella sola. Agarro el tenedor, y mientras enrollaba una montañita de espaguetis con su salsa roja, le sonrió a sus padres, mientras ellos la miraban muy atentamente. Puso esa montañita de sabores en su boca y comenzó a masticar, con miedo a tener que escupir una comida que le gustaba mucho por culpa de esa voz en su cabeza que le decía que hacer. Tragó y por un momento sintió felicidad. Felicidad que un plato de pasta le acababa de dar. Felicidad al ver que sus padres le sonreían también. Felicidad al no tener que escuchar esa voz. Ella estaba feliz.