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" One "
————No dudo. Ni siquiera cuando escucho los gritos desesperados que lo rodeaban, como si aún buscaran salvación en la figura que él representaba.
Pero ya no había nada ahí, así que observó con mirada fría como, aquel pueblo al que había jurado lealtad y amor, se reducía a cenizas bajo su atenta mirada, los crujidos de las llamas invadían sus oídos convirtiéndose en una melodía que escuchó atentamente.Sus ojos brillaban, reflejando el caos que él mismo había creado. Mientras sus cabellos ondeaban junto con la brisa que expandía el fuego y su piel pálida se manchaba ligeramente ante la ceniza. Se siente cansado, está un poco aburrido, y los berridos del bebé de una madre que ha logrado escapar del incendio no ayudan a sus nervios, pero aún así, se queda parado en medio de todo, sin mover un dedo. Porque es su deber hacer que todos vean que ha sido el.
Es su deber que observen como, el príncipe heredero al que tanto habían desestimado, los ha pisado cuáles bichos insignificantes , y después se a quedado observando atentamente.
No le importa si es muy cruel, solo necesita que lo miren.Solo necesita que observen, como se convierte en el monstruo que todos habían esperado que fuera Todoroki Shoto.
Su madre suele decirle que es demasiado egoísta. Suele reprocharle aquellas ansias por ser el mejor en todo repitiendo una y otra vez que no se trata de nada más que avaricia, o de lo tentadora que debía parecer la gloria del éxito ante sus ojos, deseoso de probarla una y mil veces hasta que esas ansias terminasen por quitarle la vida.Él no estaba de acuerdo. Él gozaba del aire que revolvía su cabello rubio cenizo cada vez que tenía el satisfactorio sentimiento de que no había nada que pudiese detenerlo, surcando el cielo – que para tantos era inalcanzable – mientras el sonido del aire cortado por las enormes alas del dragón chasqueaba en sus oídos como una explosión que no hacía más que acelerar su corazón, mientras le sonría orgulloso a la tierra que se encontraba bajo de él.
No era el éxito, ni el orgullo; era la paz que venía después de eso. Gritar en medio del cielo como si, por un segundo, este mismo le perteneciera, mientras habría sus palmas hacia su inmensidad completamente eufórico, con su voz perdiéndose en el aire y las ideas volando de su cabeza para no dejarle nada más que la inmensurable sensación de libertad; que recorría su cuerpo en forma de escalofrío.
Y entonces, el silencio. Cuando el frenesí acababa, y no quedaba más que la magnitud del cielo tragándose su pequeña existencia, reclamándole que, en realidad, él le pertenecía al cielo. Cuando sus ojos no podían hacer más que observar el infinito azul y su boca no articulaba palabra alguna, escuchando como poco a poco el aleteo se volvía más pacifico, más lírico ,y un efímero sentimiento de nostalgia se asentaba en sus ojos por un segundo imperceptible, ajeno a todo y al mismo tiempo atento al más mínimo detalle. Eran esos sentimientos los que añoraba, el cerrar los ojos y sentir que el mundo podía seguir su ritmo sin preocupaciones, aún cuando no era más que un sentimiento ilusorio e ingenuo que le brindaba tranquilidad tan sólo por algunos minutos.
Acostarse en aquel lomo gigante, sintiendo la rigidez de las escamas ante su piel delicada de mortal, y permitir que todo su enojo y frustración se alejaran junto con el aire que dejaba atrás.
Entonces sólo quedaba abrir los ojos, y fingir que no extrañaría aquel sentimiento, que no volvería hasta que se sintiera satisfecho consigo mismo.
Todo termina ahí, y lo único que le quedaba era esperar obtener más logros para volver a aquella Epifanía. Sonrio, burlándose de su madre por unos agrios segundos, dándole la razón por tan sólo unos momentos; "Quizá realmente soy adicto a esto" pensó, borrando el pensamiento tan rápido como había llegado.
Se reincorporó en su lugar y observó el cielo frente a él unos segundos más, antes de acariciar ligeramente el lomo de su fiel compañero de escamas rojas.
— Baja ya — Murmuro, y el animal místico discutió, regalándole una mirada discreta llena de burla, como si supiera que él mismo trataba de convencerse con sus palabras, al final, su lugar estaba sobre la tierra, lejos de ese magnifico sentimiento.
Eran animales inteligentes, y seguramente guardaban más sabiduría que cualquier mortal que pisara la tierra, con memorias de hace miles de años y un silencio sepulcral que impedía que lo compartieran con los ilusos humanos, y sin embargo, el, con la mirada llena de altanería fingida y una sonrisa burda, era capaz de leer aquellos ambarinos ojos llenos de sapiencia.Quizá un regalo de aquellos antepasados de su tribu, cuáles, se presumía en leyendas, habían sido acompañantes de aquellos monstruos gigantes que cruzaban el cielo. Y aunque sus tradiciones y mitos habían muerto hace ya varias generaciones, aún se conocían por tener la bendición de aquellos seres. Aunque quizá era el él único que aún mantenía una relación cercana con aquella mística y casi desaparecida raza.
El sonido de las hojas de los árboles se volvió escandaloso conforme se acercaban a la tierra, agitadas por el aire impulsado por la presencia de la enorme criatura que amenazaba ,cuidadosamente ,de asentarse en el árbol más grande y resistente que pudiera encontrar por algunos segundos, antes de ir a su escondite en las profundidades de la montaña, en busca de descansar hasta que el llamado del humano de ojos carmines volviese hacerse presente para su agudos sentidos.
De forma que tan pronto como sus alas dejaron de agitarse, Katsuki se apresuró a bajar de su lomo, apoyándose ágilmente en las ramas más gruesas que tenía a su alcance. Y una vez sus pies tocaron el suelo, se sintió tan enojada y frustrado como siempre ¡Maldito el Dios que decidió que lo humanos debían vivir tocando el barro con sus pies! Y era altanero de su parte suponer que sus palabras profanas llegarían, siquiera, a provocarle cosquillas al supuesto Dios que maldecía.
Chasqueó la lengua antes de observar al adormilado lagarto gigante –como burlonamente solía decirle –, que parecía empeñado en quedarse sobre aquel árbol hasta que Katsuki terminara por correrlo vulgarmente, para después portarse indignado en su próximo encuentro como si se vengara de aquella manera de hablarle que él mismo había provocado.
Y va a hacerlo, si no es porque la desesperada voz de Kirishima llega a sus oídos de una manera repentina. Pero, entre sus gritos, puedes escuchar perfectamente algo que hace que sus nervios se pongan de punta; La capital se ha incendiado.
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Hero |§| Bakutodo
FanfictionBakugo tomó la mejor peor decisión de su vida, cuando la mirada de aquel chico, al que todos llamaban asesino, comenzó a formar parte de su vida.