Capítulo 8

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 New York

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New York

-Doctor... en todos estos años de investigación ¿sigue pensando que es lo indicado para semejante pod.... -

La risa malévola retumbo en los oídos de aquel hombre, guardó total silencio y se preparó para escuchar

-Siempre estoy seguro de lo que quiero y no voy a cambiar mis planes ¿lo entendiste? -

-Es que son solo unos niños- susurró y bajo la mirada -

-Eso los vuelve carnada fácil -

La obscuridad de aquel sitio penetraba en los nervios de cualquiera que estuviese ahí, la silla giratoria se dio la vuelta dejando ver aquel imponente hombre de traje negro al descubierto, sus dedos jugaban con un pequeña cajita de terciopelo. La colocó en el escritorio de cristal y la arrastró cerca del tipo enfrente de él

-Dale esto, el chico me hará el trabajo más fácil, la encantará -

Una sonrisa macabra se dibujó en su rostro sombrío, sus ojos se obscurecieron aún más y nuevamente giró la silla para continuar contemplando la vista detrás de él,  llena de luces que iluminaban la agradable y pasiva noche de la cuidad desde el ventanal de aquel edificio, deseaba con fuerzas irrumpir en esa tranquilidad, su acompañante tomó la cajita y salió sin hacer más preguntas, con los escalofríos recorriéndole cada centímetro de su espalda. 

(...)

-No creo que este plan tuyo sea lo más conveniente y seguro, Señorita stark -

-Six confía en mi, papá no me habría dejado venir, mucho menos sola -

-Casi no te he entendido con la respiración acelerada, debimos tomar un taxi, si me permites puedo llamar a cualquier servicio de taxis de la cuidad que este dentro de los 10 metros de nuestra distancia - dejó ver el holograma desde la muñeca de la chica indicándole múltiples opciones -

La chica lo apagó rápidamente, miró a los lados para asegurarse que nadie hubiese puesto su atención en ella, dio vuelta a la esquina en una de las avenidas, aún faltan 10 calles para llegar al teatro, y los zapatos altos ya comenzaban a molestarle, pensaba en rendirse y llamar a happy, disculparse y pedirle que la llevara. aunque solo la regresaría a la mansión con un sermón sobre lo irresponsable que es escaparse y una tasa de chocolate caliente.
La noche comenzaba a enfriar, y la fina tela de su vestido lejos de cubrirle la hacía temblar más de lo inusual. Las personas la miraban de arriba a bajo, no podía imaginar lo que pasaba por su cabeza, a excepción de los tipos que trataban de "alagarla"  con sus comentarios obscenos e incómodos.
Llegó a una calle algo obscura, los gatos movían los botes de basura de los callejones y con sus nervios a punta ya estaba imaginado lo peor.

Hasta que te enamores de mi señorita stark(nueva) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora