Después de haberle dado el puesto de ayudante a ese extraño, no sabía qué sería de mí. Estaba preocupado, puesto nunca había trabajado con ninguna persona, siempre era yo el que tenía toda la carga. Ya eran tres horas desde que Jean se había ido y yo seguía admirando ese lienzo que estaba en el caballete. Pasé mi mano por mi cabello y resoplé. Estaba frustrado porque no sabía si era buena idea sacarlo en exhibición. Tenía que ir a mi departamento a descansar, no había pegado ojo en toda la noche por cuidar de un ebrio. Le di una última mirada a la pintura y fui directo a la puerta principal. Al salir, el aire fresco parisino golpeó mi cara y respiré profundo, se sentía muy bien. Saqué mis llaves y cerré mientras tarareaba una canción que no salía de mi cabeza desde hace días. The Weeknd y sus obras musicales me tenían fascinado.
Mientras caminaba por la acera, pensaba qué haría para la próxima semana. Tenía pedidos de pinturas para varios de mis clientes. Llegué al cruce peatonal y esperé que el semáforo se pusiera en verde. Al hacerlo, seguí rumbo a mi destino.
Al llegar a mi departamento, olía extremadamente mal, pues eran días los que pasaba fuera. Fui directo a mi habitación ignorando que debía limpiar y organizar todo, otro día sería. Me tumbé en mi cama viendo al techo. Un ayudante. No sabía que pensar al respecto. Felix Clark, o sea yo, tenía más de diez años haciendo pinturas, esculturas, vasijas y otras cosas y jamás había tenido la ayuda de nadie.
Cerré los ojos, me dolía mucho la cabeza, pero era tan vago que no iría a tomar ningún medicamento. Sin darme cuenta, dejé que me arroparan los brazos de Morfeo.
[...]
Al despertar ya eran las 8:00 p.m. Siempre había sido así, dormir por los días, ser productivo en las noches. Me levanté y fui directo al baño. Hice mis necesidades y después me lavé la cara. Veía en el mini espejo que mis ojeras cada vez eran más notorias. Dios, me daba asco. En mi adolescencia hubiera odiado verme así, siempre cuidada mucho mi imagen en esos tiempos.
Caminé hacia la cocina y llené la cafetera de agua. Busqué el café soluble pero no lo encontraba por ningún lado. Después de cinco minutos buscando un estúpido frasco, lo encontré detrás de los vasos. Mi hogar era un desastre igual que yo. Nunca sabía dónde dejaba las cosas y me enojaba con mi yo del pasado por ello.
Me serví una taza mientras revisaba mi Instagram. Mis seguidores habían aumentado a once mil personas. No era mucho a comparación de otros artistas, pero era suficiente para mí.
Seguía pensando en esa pintura. Dos personas. Dos labios a punto de unirse. Recordé el beso. ¿Cómo podía trabajar con un extraño que me había besado sin conocerme? Sí, estaba ebrio, pero no era excusa. Al terminar mi café, decidí al taller otra vez.
Después de veinte minutos caminando, finalmente estaba ahí. Me encantaba examinar con la vista todo lo que había. Las paredes manchadas de pintura, las esculturas a medio terminar, lienzos en blanco, acrílicos abiertos y algunos pinceles manchados. Me encantaba ver ese desastre tan pintoresco.
Decidí que debía hacer una pintura que un cliente me había pedido. Tomé uno de los lienzos blancos, algo grande ha decir verdad. Tomé mis herramientas y comencé a dar pinceladas. Una, tras otra, tras otra mientras me sumergía en los colores. Sin embargo, escuché como llamaban a la puerta. Me sorprendió un poco, pues no esperaba visitas de nadie. Dejé el pincel de lado y con pasos algo rápidos me acerqué hacia dónde venía el sonido.
-Hola, disculpe, no estoy atendiendo hoy.- dije, mientras abría la puerta con cuidado. Vi la silueta de la persona y me percaté de que era mi nuevo ayudante.
-Hola, Felix. Perdón por venir sin avisar, ni siquiera tengo tu contacto. – Jean se rascó la nuca mientras mostraba una sonrisa algo avergonzado. Inconscientemente me golpeé, no había dado mi número de celular para ponernos de acuerdo.
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Lienzo de Amor
Teen FictionPinturas, esculturas, barro, gouaches, pinceles. Todo esto era parte de la vida de Felix Clark, un artista, que busca la manera de ser reconocido en París. Un día, encontró a alguien ebrio en el umbral de su taller y quiso ayudarle. Lo que no sabía...