La escuchó. Una voz que jugaba a la grandeza y a la solemnidad, que se jactaba de ser la verdadera justicia en un lugar donde todos fingían un papel que el tiempo y los ojos ajenos les habían asignado. Y sólo una parte de lo que saldría de su boca sería legítimo, porque su justicia se limitaba a lo que ella había querido oír y a lo que el resto se había permitido hablar.Si aún quedaban demasiados secretos, ¿no era simplemente mejor mantenerlos en la oscuridad?
Cuando Maat terminó de hablar, se preguntó si ese castigo apaciguaría la pena de aquellas almas a las que les había arrebatado la vida injustamente, si la sangre que cubría incesantemente sus manos desaparecería junto a los recuerdos que no hacían más que atormentarlo. Segundo a segundo, todos los días, cada vez que veía sus rostros y la fría verdad de un acto cruel que había cometido trepaba por su cuerpo hasta reprocharse qué había estado haciendo todo este tiempo; en qué se había convertido bajo un deseo ridículo de venganza.
¿Existe un límite para el odio? ¿Y para el rencor? ¿A quién detestaba más? ¿Cómo se puede desear tanto el querer regresar atrás en el tiempo?
¿Cómo se vuelve?
Un secreto bien guardado, copas doradas rebosantes de vino o unas manos ajenas y una mirada lasciva recorriendo su cuerpo, siendo despojado, entre forcejeos, de su ropa, ¿cómo te deshaces de eso?
Una vida insincera, cubierta de segundas intenciones y ambiciones personales, ¿cómo no se iban a pisotear entre ellos? ¿Quedaba siquiera algo más que arruinar?
Ahora que anunciaban su muerte y era rodeado de exclamaciones, extasiados y felices de pronto verlo desaparecer, era menos consciente de por qué o para qué, hasta esos momentos, estaba vivo.
¿Qué tan repulsivo sería ante los ojos de toda Ennead, de Neftis y Anubis, si supieran la verdad?
En el desconcierto eterno de ser traicionado estaba tan cegado que la vida y la muerte, la gloria y la desgracia, se habían convertido en un mismo horizonte difícil de discernir.
A veces en noches compartidas entre el alcohol, el insomnio, los secretos y la agonía de la soledad a la que nunca se había acostumbrado, en su mente la tormenta pasaba, la ira se desvanecía y los ojos se llenaban de lágrimas; y de repente dejaba de ser el mitológico Dios de la Guerra y se parecía más a un humano: consumido por las emociones, lleno de rencor por fantasmas reales y falsos.
El pecado por el cual pagaría era la ansiada paz de los muertos y de los vivos. Y él estaba dispuesto a hacerse cargo de sus propios actos. Consecuencias horribles para unos, no tanto para otros, los humanos se consumen rápidamente en lo que creen la verdad, tan cegados y devotos a un dios que terminan siendo contradictorios respecto a ellos mismos; cobardes o valientes, sus acciones llevan a una realidad en decadencia: atormentada por los dioses, más humanos que los propios humanos; y por personas, tan insensibles y egoístas como los propios dioses.
Y la culpa, el resentimiento que cargaba su arma, sólo recaía en sus manos porque ni siquiera la ira, el desconsuelo o el terror intenso invadiéndolo durante esos días lo justificaba. Esto era algo que aceptaba, no había injusticia allí.
Y aún así, en cualquier lugar, tú me estarás persiguiendo.
Basura.
Maat ya había dado la orden, Ra sonreía y observaba todo con aquellos ojos de oro, Isis mantenía una postura satisfecha y Horus lucía desconcertado.
Despojado de su divinidad, una cabellera roja ante todos.
¿Y quién no iba a estar sorprendido?
El miedo lo invadió, el rojo intenso de sus ojos parecían guardar un secreto que pocos conocían; y aunque intentó decir algo no pudo. El mismo sentimiento de desesperación que sintió aquella noche lo apresó, lo conocido volviéndose extraño y oscuro, las apariencias derrumbándose y el fantasma burlón de un sacrificio que había asumido.
¿Había algo más que hacer?
Cuando en el inframundo (en un lugar perdido y olvidado dentro de las penumbras eternas) unas manos verdosas lo apresaran por horas y una voz llena de afecto enfermo lo perturbara todas las noches, el recuerdo de quién había sido alguna vez se desvanecería cada vez más, poco a poco, hasta no poder reconocerse a sí mismo más que como un simple pecador que debía cumplir su condena. Y cuando eso finalmente sucediera, ya no sería el valiente y audaz Dios de la Guerra y el Desierto, sino un ingrato prisionero en las profundidades del Duat.
Los ojos negros de Osiris no mostrarán arrepentimiento al ver una imagen de él tan deteriorada, en cambio, la pura felicidad de tener de una vez por todas lo que es suyo lo cegará y le hará creer que siempre tomó las decisiones correctas: desinteresado al sentir de los corazones ajenos, el egoísmo de querer lograr a través de cualquier medio sus propios deseos, lo habían convertido en un dios despreciable, gobernado únicamente por sus obsesiones.
Pero eso no importará, ¿no?
El venerado Dios de la Vida era tan sucio como el resto de los mortales.
Antes de caer otra vez en un pozo sin fin, las palabras de Maat brotaron en su mente como flores rojas llenas de espinas, que se hundían en su piel y le hacían arder el corazón:
"Recuerda tus pecados y arrepiéntete,
esta es la justicia de Ennead."
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Holaa<3 Bueno, no sé. Escribí esto en un momento de impulsividad cuando terminó la primera temporada JAJAJA
Perdón por los errores y las muy probables incoherencias.

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Sin engaños [ENNEAD]
FanfictionLa sentencia finalmente ha sido anunciada. NOTA IMPORTANTE: Es un fanfic del manhwa llamado "ENNEAD" (autor/a Mojito). Los personajes, por ende, no me pertenecen. ;)