Cupido Por Error

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​Según entré, se cerró la puerta con un pequeño portazo, lo que hizo que me asustara. Me acerqué a la silla que estaba en frente de mí, delante estaba el jefe. Él estaba de espaldas sentado en su silla, estaba mirando la calle a través de las ventanas – o yo me supuse que estaba haciendo eso – Me siento, la silla rechinó un poco, el jefe aprovechó ese momento para darse la vuelta, ya que había confirmado que yo estuviese sentado.

​Era un ángel, éste era grande y corpulento, poseía dos alas, eran bastante grandes, con plumas no tan blancas como la de los trabajadores. Eran un poco grises, como las nubes antes de llover, también tenía detalles en color dorado con bordes plateados. Además, llevaba, al igual que los otros ángeles, ese aro color amarillo/dorado que, por supuesto, levitaba.

​– Hola, muy buenas. ¿Usted es Eric? – Me preguntó tenuemente.

​– Exactamente, ese soy yo, Eric – Le respondí balbuceando.

​– No te preocupes, no tengas miedo – Decía mientras se sonreía – Sé que quizás no sepas aún quién soy, pero te prometo que no soy nadie malo. Me presento, soy Cupido.

​¿Enserio estoy hablando con el verdadero Cupido?, No me lo creo – Me comentaba mentalmente.

​– ¿Qué es lo que ha pasado conmigo?

​– Pues te voy a explicar un poco. Hemos recibido numerosos mensajes tuyo hacia mí, y todo los ciudadanos de esta ciudad junto conmigo, hemos llegado a la misma conclusión. Tú nunca has amado a una chica verdaderamente, solo te has enamorado de su físico. No llega ni a un mes para que me llegue otro mensaje tuyo donde me pides que te fleche con otra chica, que sientes que esta es la real...

​– ¿Enserio? No te creo, yo amo a las chicas y no solo por su físico como dices tú. Tú lo único que quieres es no trabajar.

​– Sé que no lo quieres aceptar, pero te estoy contando toda la verdad, ¿por qué querría mentirte? – Insiste Cupido

​– Ya no voy a creer más en ti, no te pienso hacer ningún caso a partir de ahora. Devuélveme otra vez a mi casa. ¡Quiero volver?

​– Bueno, vas a comprobarlo por ti mismo. A partir de ahora, tu serás el nuevo Cupido.

​No le hago caso a lo que me está diciendo, y lo único que quiero es volver, por lo que me dirijo a la puerta, la abro y entro. Llego a otro lugar. No me había dado cuenta, pero esta puerta me dirige a otra sala, otra que es muy parecida a la que acabo de salir, me doy la vuelta para ver si me había equivocado y, observo que el acceso ha desaparecido, como por arte de magia.

​Doy vueltas por la sala en busca de alguna salida. No, no la hay. Empiezo a ir de esquina a esquina tocando cualquier objeto que viese, por si hubiese alguna puerta secreta. No hay éxito, no logro encontrar nada.

​Ya ha pasado un tiempo largo, empiezo a gritar pidiendo ayuda. Nadie me responde. "Vale Cupido, te creo, déjame salir, por favor", Es lo que grito con esperanza de que alguien o el mismísimo jefe me hiciese caso.

​Empiezo a sentir un picazón en la zona de la espalda. Cada vez se hace más intensa, por más que intento rascarme no se me alivia. Poco a poco voy notando unos pequeños bultos, entre más va pasando el tiempo, más grande se hacían los bultos. Estoy empezando a asustarme, tengo miedo. Empiezo a sudar, estoy súper preocupado, no sé que le está pasando a mi cuerpo, bueno, especialmente mi espalda.

​Cuando menos lo esperaba, estos bultos se rompieron para acto seguido salir de ellos dos preciosas alas con plumas blancas y detalles dorados y plateados. Me quedo anonadado ante esta increíble situación – Me acaban de salir de las espaldas dos alas – No podía creer lo que le había pasado a mi cuerpo.

​Espera – Me digo –. ¿Cupido no me dijo anteriormente que yo iba a ser él? Efectivamente, yo era el nuevo Cupido. No tengo ni idea de cuales son mis funciones aquí. Me imagino que las alas que me salieron son idénticas a la del jefe.

​Escucho la puerta sonar, alguien está llamando, empiezo a buscar donde está, esto sigue como antes, no logro encontrar nada, por lo que me decido a gritar para que la persona pasase, pero en ningún momento lo hizo.

​Junto a una nube de humo sale el que fue mi guía, Ángelo. Llega para contarme algunas cosas sobre el que será mi nuevo trabajo, ser Cupido, el dios del amor, que flechará a las personas para que éstas se enamoren y así pasar una vida juntos. Pero eso sí, tendré que tener mucho, muchísimos cuidado, pues a partir de ahora poseeré dos tipos de flechas, las de punta de oro, que estas son las que siembran el amor hacia otra persona; también tendré en mi poder las flechas con punta de plomo; estas, al contrario que las de oro, sembraran un olvido e ingratitud en los corazones.

​Efectivamente, Ángelo me traía el arco que estaba hecho con madera de fresno; junto a éste, me traía mis flechas, hechas con madera de ciprés y con puntas de oro y plomo.

​– Muy buenas jefe – Me empezó a hablar – A partir de ahora usted es mi jefe, porque usted es Cupido. A partir de ahora vas a ser el dueño de estas flechas y de su arco. Va a ser usted el que reparta amor, con las flechas correspondientes, es decir, las de oro. También podrás quitar ese amor, con las siguientes flechas, las de plomo. Éstas normalmente no se suelen usar, aunque no se extrañe que haya gente que se la pida, porque se da cuenta que no es feliz en su relación y, de eso también tenemos un poco la culpa nosotros, los trabajadores. Eso quiere decir que no nos informamos lo suficiente.

​– Perfecto – Le respondía yo a la vez que me entregaba los objetos – Muchas gracias, ¿pero tengo algu...

​Me interrumpió.

​– A partir de ahora, usted puede observar a las personas con la pantalla que podrás ver si dices las palabras mágicas Amor, te quiero ver.

​Se hizo el silencio a la vez que empecé a buscar esa tal pantalla que me nombró Ángelo.

​– No, la pantalla no saldrá porque yo no soy Cupido. Solo lo podrá hacer el real, es decir, tú.

​Entonces yo dije las palabras mágicas, Amor, te quiero ver. Ahora sí apareció esa pantalla, salió de la mesa que tenía detrás de mí. Estaba apagada, pulsé el botón único que vi y se encendió. Al hacerlo, observé una lupa, la toqué y apareció un teclado, lo qu eme imaginé que sería para poner el nombre la persona a la que quería ver.

​– Yo ya me voy, te he comentado las instrucciones principales, ya me puedo ir – Comentó Ángelo – Ah, sí, casi se me olvida. Para que se abran las puertas tienes que decir Ábrete que no te veo.

​Y como mismo apareció, se fue. Junto a una nube de humo que poco a poco se empezó a desvanecer.

Error Por Cupido (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora