Capítulo 0 "Prólogo"

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Un mundo como ningún otro se alza ante nuestros ojos, colmado de misteriosos lugares previamente recorridos por los primeros hombres, donde animales y criaturas de ensueños paseaba a nuestro alrededor esperando a ser redescubiertos. Diversas razas de estos al igual que humanos viven en armonía, o al menos así lo era.

En el año 1817 del calendario astral, el hombre descubre el poder del vapor y sus usos en la vida cotidiana para hacerla un poco más sencilla, aunque nunca faltan aquellos que prefieren darle un uso no convencional, creando nuevas armas para llevar a cabo sus guerras de una forma horrible. Esto dio lugar a poderosas máquinas de acero que se movían por el cielo y la tierra, ningún lugar en el planeta se libró del poderío del hombre. Enormes globos en forma de cilindro y con una cobertura metálica pasaban a dominar el hermoso cielo azul que ahora poco a poco era teñido con una capa grisácea.

El cielo ya no era seguro y las bestias ya no tenían un lugar al cual llamar hogar, estas desesperadas buscaban refugio en el suelo, donde culturas religiosas las idolatrarían y protegerían. El tiempo paso y estuvieron a salvo por muchos años, apartados de las maquinas del hombre, pero lamentablemente nada dura para siempre. Por desgracia el instinto de los humanos de buscar la superioridad los llevo a una búsqueda insaciable por el control absoluto de todo.

De aquel pensamiento surgió una etnia religiosa llamada "La Santa Cruz", con el único propósito de acabar con el resto de denominaciones semejantes, consumiéndolas o destruyéndolas. Pero siempre buscando una cosa que todas tenían en común, las bestias, ídolos considerados paganos por La Santa Cruz.

Los gobiernos poco a poco fueron estableciendo bases mucho más sólidas que antes, con esta religión ahora como única y verdadera. Las capitales de los mismos dejaron de estar en el suelo, mudándose a los bastos cielos, donde solo las personas de inmenso poder adquisitivo junto a la realeza y la nobleza se alojaban. Por debajo, los ciudadanos que mantenían las ciudades de los poderosos, vivían sumergidos en el miedo del día a día, pues las criaturas salvajes y los peligros que asolaban las tierras atacaban sin cesar. Aquellos soldados que antes los protegían, ahora se encontraban en las alturas, dejándolos solos y a sus anchas con apenas fuerzas para poder defenderse.

Esto incesantes ataques llevaron a que los humanos que vivían en los suburbios desarrollaran un odio profundo hacia las criaturas no humanas. Pero no todos pensaban así, aquellos que no estaban segados por el odio irracional, decidieron por cuenta propia establecer lazos con las bestias con conciencia, llevándolos poco a poco a convivir pasivamente con ellos.

Algunos incluso, de una manera mucho más íntima, dando por resultado una generación de híbridos, entre humanos y vestías. De aspecto eran meramente humanos, pero tenían algunas cosas que ciertamente los diferenciaba. Principalmente ojos anormales, su increíble fuerza sobre-humana y velocidad. Otros además tenían distintas marcas por el cuerpo que indicaban dicha descendencia, estas eran fáciles de ocultar, por lo que podían entrar y salir de las ciudades sin problema.

Lamentablemente, el hombre y su afán de consumirlo todo hace su jugada. La religión de la santa cruz empezó a dar caza a estos híbridos con la excusa de que eran una abominación que manchaba a su raza, como un cáncer que se propagaba y debía ser erradicado lo antes posible. Esto con la ayuda de los inquisidores, tropas al servicio de la iglesia, criados y entrenados como máquinas de matar sin una voluntad propia. Ellos eran perfectos para llevar a cabo las tareas más horribles encomendadas por el sumo sacerdote.

Las naciones pequeñas y muchas de las grandes potencias tomaron esa iniciativa, comenzando un genocidio en masa de híbridos. Aunque hubo algunos que se negaron a participar de este horrible acto inhumano, comenzando a refúgialos para poder protegerlos detrás de sus muros. Este acto considerado cobarde por sus semejantes, no les gusto al resto de naciones, las cuales se unieron para declararles la guerra a quienes osaran acoger a las abominaciones juradas por Dios. Desde ese momento, años de incontables guerras se llevaron a cabo, cobrándose a millones de muertos en el proceso.

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