Él nunca experimentó amor
Advertencia: DrogasLa tenue luz de los edificios se fusionaba con el frío de aquella noche. El ruido de los autos y las bocinas aturdidoras que emitían parecían ser música para tus sensibles oídos.
Era de esperarse que esa noche no la pasarás en tu departamento, simplemente te irritaba limpiar las manchas de licor barato en el suelo y recoger las botellas y los cigarros aplastados de su cerámica. Para ti, la solución menos desastrosa era escaparte al techo de la residencia con un paquete de cigarros y un par de botellas, fumar y beber todo lo que quisieras hasta tarde y despertar ahí la mañana siguiente.
Ya era toda una costumbre, salías de tu turno en el hospital temprano, ibas a casa a cambiarte y ponerte algo más cómodo y llamativo, llegabas con tu chaqueta favorita y unos cigarros y te plantabas como maceta en el bar mientras le exigías a Kurogiri más de cualquier licor hasta desmayarte, molestabas a Dabi y lo obligabas a encender tu cigarro a cambio de traerle un paquete nuevo la semana que viene, te sentabas al lado del idiota friki de Tomura con la única intención de joderlo, volvías a casa medio ebria, tomabas unas cervezas y un paquete de cigarros y subías al techo de las residencias a ahogarte en tabaco mientras te recostabas en la cama improvisada que tenías montada en aquella vieja azotea. Era lo que te podías permitir, o al menos lo que te mantenía feliz.
Pero aquella tormentosa noche de domingo era diferente, habías tenido guardia en el hospital y por ello no llegaste al bar como todos los fines de semana, corriste hacia la azotea y te tumbaste en aquel colchón desinflado; él cual era lo único que evitaba que golpearas tu cara contra el pavimento cuando te pasabas de copas. Aquella noche ni el humo del cigarrillo podía ahogar tus penas y por un segundo los recuerdos de tu familia te invadieron.
- Al diablo - Susurraste, no querías recordar, aquello te hacía más daño que el humo en tus pulmones.
No lo pensaste dos veces y removiste entre la pequeña mochila que tenías entre las cajas a tu lado. Sabías que estaba ahí, aquel escondite te había salvado varias veces de las invasiones que realizaba cada tanto la policía en tu casa por culpa de alguna de tus vecinas chismosas, te había salvado de varios años en prisión, la pérdida de tu trabajo y tener que volver a rehabilitación.
Sacaste del fondo aquel pequeño frasco, aquel que Dabi te había entregado días antes y una pequeña jeringuilla cellada. Te dispusiste a habirlo, si el tabaco no te iba a alegrar el día al menos lo que fuera que el marihuano de Dabi te haya dado si lo haga, cuando escuchaste la puerta de la azotea abrirse.
No te preocupaste en esconder la evidencia ya que a los pocos segundos lograste descubrir la identidad del dueño de aquellos pasos que se acercaban lentamente a ti. Ese olor a chetos aguados combinado con el aroma a la crema humectante que Toga le había insistido usar hace unos días, era obvio de quien se trataba.
- ¿Qué Chucha haces aquí? ¿No deberías estar tratando de conquistar al mundo, o algo?
Te miró con aquel semblante sombrío que a muchos lograba darle miedo pero a ti; más bien te hacía sentir como si te regañaran por alguna pendejada que hiciste.
- ¿Por qué no fuiste al bar? - Preguntó mirándote fijamente mientras a un sostenías el frasco entre tus manos.
- Tenía trabajo.
- Sí, claro - Te Interrumpió - Siempre con lo mismo.
El peliazul se tumbó a tu lado rompiendo el contacto visual.
- ¿Cuándo dejaras esa mierda? Desde que te conozco haces lo mismo - Preguntó algo harto de tu "rutina diaria"
- Tomura - Lo miraste sería, dejando el frasco y la jeringuilla sin abrir a tu lado - Es como si yo te preguntará porque pit0 usas todo el tiempo las manos cadavéricas de tu familia - Dijiste seria, está no era la primera vez que discutían sobre tu problema y tampoco la primera en la que sacabas el tema de su familia.
- Ahora no las estoy usando, idiota - Dijo con una pizca de recelo, llevaba su típico hoodie negro con olor a Hobo.
- En fin - Suspiraste - Ahora si me disculpas, iré a visitar a la jirafa con bikini - Tomaste el frasco y te dispusiste a abrir el empaque de la jeringuilla y a insertarlo en el líquido amarillo radioactivo que se encontraba dentro del frasquito del tamaño de tu pulgar cuando sentiste una mano helada evitó que pudieras cumplir con tu cometido.
Te sostenía con firmeza evitando que clavaras la delgada aguja en el orificio del frasco, sus cinco dedos, aunque algo carrasposos, te retenían con suavidad mientras movían lentamente tu brazo en dirección contraria. Sabías que no podía desintegrarte, al menos no por tu quirk. Tal vez esa haya sido la razón de porque se hicieron amigos en un primer momento... Bueno... Si ser "amigos" significa intentar matarse mutuamente con lo primero que encuentren mientras Kurogiri no está para detenerlos, entonces sí, son los mejores amigos del mundo.
La alegría que el chico que en aquel entonces estaba a penas cumpliendo los 15 años experimentó al tocar por primera vez a una persona te rompía el alma, si tan solo aquel chico supiera que el no poder desintegar a la peli__ sería su peor castigo.
- Tomura - Susurró la joven.
- Si pudiera desintegrarte el brazo para poder evitar que te inyectes esas cosas, lo haría - Dijo, ocultando su rostro entre su larga melena celeste.
Soltaste una risilla - Si pudieras desintegrarme te lo agradecería.
- Si pudiera, no lo haría... - Dijo el peliazul jalandote con fuerza hacia él y con el otro brazo lanzando el frasco y la jeringa lejos - Si pudiera evitar que te hicieras daño, lo haría.
Tus ojos se encontraron con aquellos ojos carmesí quienes se encontraban levemente enrojecidos.
- Tomura...
- Te odio, ________ - Dijo mirandote fijamente a los ojos - Pero a la vez, no puedo vivir sin tí... - Susurró entre dientes - Incluso yo mismo amenacé a Dabi por entregarte lo que sea que fuera aquel frasco y me asusté cuando no llegaste al bar está noche.
La fuerza con la que apretaba tu brazo empezó a disminuir y de sus ojos pequeñas gotas transparentes empezaban a resbalarse por sus pálidas mejillas.
- ¡Te odio, te odio te odio! ¡Pero aún así no puedo dejarte morir!
Sostuviste su rostro entre tus manos en el segundo en que su agarre desapareció.
- Me haces querer vomitar - Susurró - Y eso me gusta...
No lo soportaste más y te abalanzaste a él abrazándolo con fuerza, te partía el alma, de alguna forma lograba revolver algo y solo algo en tu retorcido corazón. Te causaba náuseas aquel chico, lo considerabas un rarito y aunque tus razones para trabajar con él hayan Sido extrañas aún así le seguías teniendo algo de cariño, retorcido pero era cariño después de todo.