Capítulo único

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Escribí esta historia hace algún tiempo para un concurso de  one shots de dragon ball, y la pareja que  obtuve por obra de la suerte  fue Goku y Kale. Al principio no tenia la más mínima idea de qué hacer con esta pareja, creí que no lograría hacer nada interesante con ellos  y que lo mejor sería ya no concursar. Pero después de hacer unos intentos obtuve este fic. Espero lo disfruten, por que no fue sencillo hacerlo.


 Llorar ante el sol 

Nadie ignoraba al hombre que vivía en completa soledad en las vastas montañas, nadie podía decir que no lo conocía, desde hace años que los habitantes de pueblos cercanos corrían a él por ayuda o para brindarle alimentos. Pero nadie podía decir tampoco de dónde provenía, cuál era su lugar de origen, sólo podían recordar la primera vez que lo vieron descender de las montañas, un joven risueño, amistoso, atractivo, un poco ingenuo, el sueño de las muchachas hecho realidad. Pero él vivía sólo en la montaña justo como lo hiciera su maestro antes de él, su destino era la soledad, el silencio solemne de las noches oscuras y el suave canto del amanecer eran su gran compañía, a pesar de su carácter amable nunca lograba encontrarse a gusto con las personas de los poblados cercanos, siempre que decidía bajar encontraba las fuerzas para volver a sus montañas y desde ahí observar, como un ave a las demás personas. Pero tanto observar la vida en comunidad comenzó a tener algo de envidia. Todas las personas podían compartir, podían vivir sus vidas junto a sus semejantes, podían reír y llorar con ellos, pero él con toda su habilidad y destreza no podía hacer más que observar desde lejos, en ocasiones no sentía deseos de bajar al mundo más civilizado y el mundo decidía ir hacia él, parejas ascendían tomadas de la mano, personas mayores recorrían entre amigos los senderos difíciles pero nunca le visitaban solos, ascendían buscando su ayuda, buscando sus dones, sus manos mágicas capaces de modelar lo que sus corazones pedían, entonces el solitario tomaba entre sus manos una vasija hecha por él mismo, con arcilla recogida de lugares secretos en la montaña, bendecida y cubierta toda de plegarias antiguas, en esta debían colocar aquello que pedían, salud para un enfermo, un hijo para una familia, mayor prosperidad, el pedido se escribía y se guardaba en la vasija, esta debía guardarse siempre y nunca permitir que se rompa porque la magia es frágil, pero sin importar los inconvenientes los visitantes se iban contentos y volvían a sus hogares llenos de esperanza en que sus sueños se harían realidad, y lo hacían, todos los buenos deseos siempre se cumplían. Pero con el pasar de los años, escuchar anhelos y peticiones tan normales, el solitario sintió la terrible necesidad de tener compañía, una semana pasaba, luego otra y otra y él observaba todo cuanto carecía, hasta el más humilde de los seres parecía ser más dichoso que él. Tuvo envidia de sus fiestas, sus reuniones, días de campo mientras la terrible soledad caía sobre él como un manto pesado y estorboso. Y el amanecer que antes le traía canto ahora le trajo lágrimas, quería una compañera, pero ninguna mujer iba a renunciar a su mundo por él. Lloró ante el sol y se lamentó mientras sus lágrimas se vertían sin pausa en el suelo. Entonces pensó en la arcilla, en sus días de instrucción, parecían que esos días culminaron hace tanto tiempo que apenas si recordaba a su maestro, pero estaban las enseñanzas que no olvidaba y los escritos sagrados que no debía hacer uso. Los escritos estaban donde siempre se mantuvieron ocultos y los volvió a leer. Si era posible materializar un deseo, también era posible hacer una persona, una con la arcilla perfecta. Su labor entonces fue enteramente diferente y una pregunta saltaba de su cabeza: cómo debería ser su compañera? La primera noche no durmió pensando en ello, la siguiente tampoco, la tercera noche cayó rendido, se desplomó en su lecho y soñó, en sus sueños unas manos delicadas le estrechaban. Al abrir los ojos se dedicó a esculpir esas manos, tan femeninas, tan finas y morenas como la arcilla. La siguiente noche soñó con una mirada oscura, ojos negros que se escondían tímidos al ser encontrados, trataban de esconderse sin éxito detrás del cabello negro también. Ese día no logró dar forma al rostro con tan pocos detalles así que sin cenar se fue a dormir presuroso por encontrar más detalles, unos labios delgados y la fina nariz se hicieron más evidentes, aunque trataban de no mirarle mucho, los ojos negros le encontraban y el rostro entero parecía enrojecer. Al despertar pudo continuar el retrato que le intrigaba, sentía que las yemas de los dedos ardían al dar forma a esos delicados labios, un estremecimiento lo distraía y entorpecía su faena diaria, noche tras noche descubría la figura de la mujer y al darle forma se atrevía a soñar despierto, con futuras conversaciones tal vez, cómo debía recibir a una mujer para vivir en su casa?

Llorar ante el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora