30. Call-me

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Call-me.

Callum.


Me siento cómo una de esas películas súper juveniles de las que Arlene es súper adictas, de esas que no son una obra maestra, pero acabas llamándolas un clásico.

Y es que por dónde seas que camines en el campus los murmullos resuenan: "¿Escuchaste que el chico ese murió por la droga y otro se encuentra en coma?" "Escuché que sacaron de emergencia ayer a un tipo que no dejaba de convulsionar" "Dicen que hay una droga mega adictiva ¿Te apuntas a probarla?" Escucho tantas tonterías que de verdad me planteo aplicar la sordera selectiva.

Ahora, seguramente los rumores del estudiante que ayer fue sacado de emergencia de una fraternidad, es cierto al igual que el hecho de que seguramente se metió hasta arriba la porquería rara y desconocida que Bryce vende y que se está haciendo popular. Imagina a estudiantes estresados, algunos con problemas emocionales o serios en sus cabezas, la presión social, fiestas, carga académica y soledad, hay demasiado factores que te acercan a las drogas y aunque no trato de justificarlos, puedo entenderlo un poco, pero no nos engañemos, todos sabemos que las drogas son destructivas e incluso la más inofensiva trae sus riesgos; de por sí los simples fármacos cómo un calmante para dolor de cabeza ya resultan invasivos.

Sentado dentro de mi camioneta, veo frente a mí la estación de policía, porque aunque estoy bien desconfiado del sistema judicial, se me ocurre que si los amiguitos de Bryce quisieran joderme, no lo harían en este lugar precisamente y necesito bajar un poco la guardia para hablar con mi tío querido.

Por favor, Duendes mágicos, que papi no se enteré de que Moira y yo le sacamos el número y fuimos a su espalda a besarle los zapatos al subjefe de la Mafia Irlandesa. Porque por supuesto que si mi papá se entera, echaré de cabeza a Moira, ella no pudo creerme en serio el discurso de "asumiré la culpa" aquí o caemos juntos o cae ella sola.

Mi mente súper analítica, calculadora y medio criminal me hizo comprar un teléfono desechable así que es ahí en donde me encuentro marcando el número de tío Lorcan. Pues que sea lo que la vida quiera, aquí vamos.

Cuando atienden me quedo sorprendido ante la voz femenina y casi cantarina que comienza a hablar.

—Buenas tardes, te has comunicado con la línea privada del señor Lorcan McCarthy, si desea dejar un mensaje presione cero, si desea hablar con él en carácter de urgencia presione uno y si es número equivocado mejor cuelgue antes de acabar con un resultado errado o presione dos, también funciona —finaliza.

Alejo el teléfono de mi oreja y marco uno.

— ¿Qué opción ha marcado?

—Uno —respondo.

—Por favor, ingrese la clave.

— ¿Qué clave?

—Por favor ingrese la clave —repite.

— ¿Pero qué maldita clave?

—Por favor ingrese la clave.

—Oh, duendes, no sé qué clave.

—Debiste marcar la opción dos, te dejaremos ir. Tenga buen día.

Y la llamada finaliza así sin más y yo grito un "¡Oye!" al teléfono antes de volver a llamar, no es que conozca mágicamente la clave, pero algo se me ocurrirá.

—Buenas tardes, es tu segundo intento para tentar al destino. Por favor ingresa la clave.

—Señorita no sé ninguna clave, pero...

Clover (Parte I y Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora