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Las seis con cuatro minutos de la tarde era el detalle que miraban sus ojos negros abiertos de sobremanera en el gran reloj que el edificio del frente le dejaba a la vista. La manecilla que indicaba los segundos la podía escuchar dentro de su cabeza, uno, dos, tres, cuatro... Así hasta dar otro minuto más de espera y de pronto ¡Zas! Ya eran exactamente una hora y cinco minutos desde que había llegado ahí.

Quejándose con un adorable puchero en sus labios gruesos, volvió la vista hasta su moto roja. Peinó su cabello negro hacia atrás, caminando con pasos pesados hasta dicho transporte junto al casco blanco que yacía bajo su brazo derecho. ¿Había olvidado algo? Estaba seguro y segurísimo que había llegado a la hora exacta, entonces, ¿Por qué llevaba tanto esperando? ¡Ni siquiera él había pedido quedar! Si de algo no le cabía la menor duda era eso, el fuerte de su cita no era la puntualidad.

¿Quién te pide una cita y luego no se presenta? ¡Exacto, nadie!

Movió con inquietud su pie al apoyarse contra el muro adornado con arquitectura de piedras. Esto era agotador. Se había cansado de ver las pegatinas que tenían ambos cascos y de leer el "go for it" que llevaba uno incrustado en medio, sí, el que su acompañante tenía que llevar sobre su cabeza.

Fue tan iluso que hasta había llevado dos en caso de que ella aceptara dar una vuelta con él en su moto... Increíble, pero no... Choi Yeonjun no iba a aprender jamás.

El cielo se había llenado de nubes grises y un aire frío corría por sus brazos descubiertos. Cerró sus ojos pensando en que quizá había hecho mal regalar una oportunidad más. ¡Por supuesto!

Tirado a su suerte, así se sentía. Plantado y próximamente mojado.

-Esto está comenzando a ser tan irritante.- Expresó con cansancio, frotando una de sus manos encima de su ojo izquierdo.

Pestañeó, dispuesto una vez más a que pisotearan su orgullo tomando otros cinco minutos de espera. La gente pasaba con alguna rapidez de un lado a otro, padres de familia hacia sus trabajos y madres, quizá tías y abuelas con sus hijos por otro lado, el día no estaba muy poblado, el repentino y frío tiempo los apartó mucho más.

Relamió sus labios en algún momento, fijándose a través de sus pestañas un niño de no más de diez años con un helado de choco menta en su mano y la otra colgada de la que quizá sería su progenitora. Yeonjun se cansó de seguir con la vista al chiquito, abultando sus mejillas y tamborileando los dedos encima del casco, estar esperando tanto tiempo había abierto su apetito, pero ¿Dónde conseguir ese helado?

Miró a varios lados, quizá algún puesto ambulante anduviera alrededor para salvar su pancita, pero lo que encontró fue diferente.

Aquel chico que llevaba una ropa aparentemente acogedora, miraba con entusiasmo a sus lados, como si de alguna manera algo o alguien saliera de esos lugares y curiosamente, llevaba dos helados en sus manos, un poco derretidos sobre sus nudillos. ¿Era choco menta uno de ellos acaso?

Yeonjun ladeó su cabeza, formando un puchero en sus labios de patito.- ¡Hey!- Llamó con suavidad, sus ojos puestos sobre aquel chico.- ¡El de los helados!- Intentó una segunda vez.

El mencionado dejó por primera vez de mirar a sus ambos lados para buscar con la vista a su llamado, dando con un peli negro quien mecía una de sus manos a los lados.

-Oh... ¿A mí?- Dijo con un brillo de confusión, señalándose con uno de sus deditos en donde mantenía uno de los helados medio derretidos.

Que adorable.

-Sí, a ti.- Yeonjun le dijo, conteniendo una suave risita.

-Oh.- La mirada del castaño estaba un poco desconcertada, ¿por qué un desconocido le llamaría?

YOU ✦ yeongyu. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora