Capítulo 1

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— Tu padre a muerto — Escuchó decir a una mujer anciana, mientras está, cerraba los ojos del antes Rey.

Los sirvientes del castillo se encontraban de luto, al igual que todo el pueblo de Seoul.

Muchos querían al ya fallecido Rey, su gobierno no era el mejor sin embargo siempre procuro el bienestar de sus súbditos.

El chico parado en medio de la habitación miro de soslayo el cuerpo sin vida de su padre.

A diferencia de todos ahí, este lo miro sin emoción alguna, no sentía pena ni dolor por él, no le transmitía nada.

Taehyung, salió de ese lugar sin decir nada. Pues había escuchado la última voluntad de su padre, cosa que obviamente no respetaría en lo absoluto. Pues le había pedido perdón, negandoselo de inmediato.

El antiguo Rey se fue con dolor, arrepentimiento y tristeza en su mirada, la cuál se vacío por completo, sus últimas esperanzas se perdieron al oír a su hijo casi escupir que no lo hiciera perder el tiempo, murió sin un hijo.

En el pasillo varios sirvientes bajaron la cabeza, continúo de una reverencia, Taehyung se convertiría en Rey, siendo hijo único, no había forma de evadir tal responsabilidad.

Lo único que quería era irse de ahí, a un lugar donde no lo conocieran, le importaba poco lo que pasará con el pueblo.
Para Taehyung solo importaba él, solo veía por si mismo.

Con ese pensamiento gobernó Seúl durante tres años, en dónde esclavos eran azotados sin razón alguna, dónde injusticias se cometían todos los días, el pueblo moría de hambre y él solo observaba sin hacer nada.

Así fue como la gran nación de  Seúl paso a ser el miserable pueblo que era en la actualidad.

Con un Rey frío y desinteresado.

Su egocentrismo y prepotencia lo llevo a ser odiado por todos, a él sin duda le interesaba poco, pues solo bastaba una mala mirada para mandarlos a azotar, incluso ejecuto a más de uno de los sirvientes que no hicieron la correspondiente reverencia.

Taehyung se dedicaba a complacerse a si mismo, gastando las riquezas del Reyno en sus caprichos, pues obtenía todo lo que quería, joyas, esclavos, mujeres, tierras, tanto así que su narcisismo y avaricia lo llevo a conquistar Incheon, Gyeonggi y Gangwon, convirtiéndose en el Reyno más grande.

Pues a pesar de que Seúl era pequeño a comparación de las otros Reinados, poseía al ejército más fuerte y poderoso, gracias a que Taehyung no se tentaba el corazón, separando a los hijos de sus madres, enviándolos a temprana edad a cientos de batallas.

Dos de sus más grandes guerreros,  su general Min Yoongi y su guardia Real Jeon Jungkook, le habían traído la cabeza de los Reyes, que antes eran gobernantes de sus ahora tierras.

Cada martes, antes de oscurecer, se tomaba el tiempo de contemplar el ocaso.

Ese día Taehyung, se encontraba en una de las torres más altas de su castillo, lugar perfecto para poder deleitarse con esa asombrosa vista, en la soledad de ese espacio, en dónde solo el tenía acceso, podía tener la libertad de preguntarse, el por qué de su insuficiencia, por qué se sentía tan vacío, tan solo.

Podía ver lo patético que era.

Se permitía llorar sin ser cuestionado, podía gritar, desgarrarse la garganta sin miedo a ser escuchado.

Pensaba en el hubiera... si hubiera llegado unos minutos antes...

Tal vez...

Pudo...

A ver evitado que su madre y pareja Jimin, fueran terriblemente masacrados por la manos de su padre.

Puedo a ver evitado ver la desgarradora imagen de ver morir a su dos seres más amados.

Se torturaba todos los martes — el día de sus muertes — rememorando ese recuerdo, ese que cada vez le pudría más el alma, ese que mataba su corazón cada vez más.

Una lágrima se deslizo por su mejilla,  con su vista aún en la puesta de sol, recordó el inmenso odio a su padre, ese que había desaparecido, pronto dejo de sentir una emoción hacía él.

Para Taehyung, su padre nunca existió, su presencia siempre fue la nada.

Con eso en mente, bajo la vista a los jardines, dónde pudo divisar a un chico, tomado de la mano con una de sus esclavas, parecían ajenos a su presencia,  notó el brillo en sus miradas, pudo ver cómo los ojos del chico contenían la adoración en ellos. Como su sonrisa se extendía al mirar a esa chica, con... Tanto... Amor.

Recordó el como lo miraba Jimin, haciendo desaparecer sus hermosos ojos, viendo su sonrisa.

No pudo sentir nada más que repulsión, su enojo aumento en gran medida.

Pues ese lado del castillo estaba prohibido para todo soldado, sirviente o esclavo.

Decidió azotarlos y enviárlos al calabozo, pero esa idea abandonó su mente cuando los vio tomarse de las manos, corriendo en dirección a los límites de los muros, pensaban escapar, eso era seguro.

No duraron mucho cuando los perros comenzaron a seguirlos junto a un considerable grupo de soldados, atrapandolos enseguida.

Definitivamente los ejecutaría.

¿Por qué no me amas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora