Un pedazo de escritor.

Color.

Color. Eso es lo que nos falta, justo en el centro, a mí y a mi interior, interior que me arrebata ese color. Dentro se vuelve incoloro junto a mi alrededor. Todo se vuelve sólo un valor del blanco y el negro, nada, vacío, eso es lo que hay en mi interior.

A la vez todo mi mundo se vuelve incoloro mi interior se encierra, se encierra en esa oscuridad sintiendo leve consuelo; consuelo dado por el vacío, vacío y presencia de ese valor; un valor negativo convertido visualmente en negra oscuridad, una oscuridad envolvente, un negro color que te rodea y estruja como un abrazo; abrazo amargo, lleno de soledad. Un valor acogedor que sólo aparece con la falta de presencia del color. Color que apenas llega se desvanece entre las manos.

¿por qué te vas tan rápido?

¿por qué no te quedas otra noche?

¿qué tal esta noche lluviosa?

Y me envuelves con tu leve pastel, con tu pequeña calidez que puede detener cualquier vaga sensación de vacío.

¿por qué no me acompañas otro segundo más?

Color

No te vayas, quédate solo ésta noche. Llévame a otro lugar, lejos de mi incoloro interior, sacude mi mundo y mente de pies a cabeza, saca de mi garganta cada mínimo expresión.

Llévame al límite, llévame hasta el final del color; sólo paséame por los prados de amarillos girasoles que dan esperanza a mi vida. Empújame a ese cercano lago azul verdoso hundiéndome en lo más profundo de este, alejándome del sonido, dejándome en el silencio, silencio dentro del todo. Impúlsame por ese naranja en el atardecer mientras caemos juntos entre las nubes y el viento golpea nuestros rostros con vigor.

Impúlsame, empújame, paséame, arrástrame, elévame, llévame, aléjame y arráncame cada incoloro rastro de valor... pero no te vayas. Color, quédate otra noche. 

Karim Hernández.