INTRODUCCIÓN

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. A veces es tremendamente difícil olvidar a alguien, sobre todo cuando lo tienes en un pedestal,  admirándolo como una rosa, a pesar de estar llena de espinas.

A veces parece imposible olvidar las cicatrices que dejaron éstas espinas porque te recuerdan las veces que has intentado alcanzar aquella rosa.

Pero tal vez, es hora de mirarlas y pensar en lo que realmente son, cicatrices. Y dónde hay cicatrices  hubo heridas, y si hubo heridas fue porque te dañaste (o te dañaron). Y si aún duele, habrá que curarlas. Y curarlas no es seguir mirando a ese pedestal sin hacer nada.

Si no se ha roto ya o ha caído por su propio peso, habrá que romperlo.

Y si no se rompe, a lo mejor habrá que dejar de mirarlo y adorarlo cada día, a lo mejor habrá que mirar a otras cosas, mil si hace falta, y maravillarse con ellas por un momento, con todo lo que hay a tu alrededor.
Y el pedestal quedará en ruinas.
Y las cicatrices ya solo serán recuerdos de un error del que aprendiste.

Mil cosas que no son túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora