MANICOMIO

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De repente estaba ahí sola, sentía el sudor correr por mi cuerpo, las ventanas se golpeaban por el viento, tenía que terminar con esto, solo una cosa más y así podría ser librarme de todo aquello que venía por mí, no quería seguir con esto, la muerte de mis padres, de mis amigos, de personas que ni siquiera conocía atormentan mis pensamientos, sin embargo, quería salir de esto, no quería ser responsable de más sufrimiento y dolor.

A medida que reflexionaba sobre mis pensamientos y acciones me iba acercando a esa puerta de color particular, el cual resaltaba por todo el pasillo, no entendía porque en mis manos había una cajetilla de fósforos y el humo que provenía de aquella habitación se esparcía por el pasillo y era cada vez más sofocante, no podía respirar, el miedo, la ansiedad y la curiosidad me invadían, dirigí mi mirada a la parte baja de la puerta, salían manos y se oían gritos de personas desesperadas quería abrir la puerta pero una fuerza me lo impedía, me giré y me encontré con una sombra a la cual solo le distinguía detalles de su rostro, tenía la cara desfigurada, su mirada perdida todo eso me ocasiono mucha desconfianza y terror, en ese instante una voz me gritó desde el otro extremo del pasillo: "no te condenes, abre la puerta" en el momento que reaccione mi mano estaba en el pomo de la puerta, la estaba abriendo, una figura me arrastró hasta la habitación.

Abrí mis ojos y a través del fuego pude observar gente con los ojos y la boca cosida solo podía pensar en que eran horribles y a la vez me recordaban a mis pesadillas de cuando era niña, cuando mis padres me decían que tenía que ir al médico, encontré un espejo al final de la habitación y yo me veía mucho peor que el resto de personas, mi cabello se quemaba, mi cara tenía la boca cosida y no había rastro de mi nariz, mis manos tenían dos dedos cada una, mis piernas brotaban sangre. No entendía de donde, pero poco a poco fui viendo aquellas medicinas asquerosas que tanto odiaba, y un hombre me enterraba cuchillos por todo el cuerpo, no me dolían las heridas, me dolía quien las provocaba.

No entendía que me estaba pasando, hace tan solo unas horas estaba conduciendo mi auto para comenzar mi vida en un nuevo lugar, iba a buscarme un futuro, iba a comenzar de cero, dejar los problemas lejos, dejaría los malos recuerdos atrás, pero poco a poco fui saliendo de aquella habitación y fue ahí cuando me di cuenta que estaba soñando, estaba en aquel cuarto blanco con mis brazos amarrados y aquel hombre que me había enterrado cuchillos en el cuerpo era mi psiquiatra, él se encontraba en la puerta con todas las medicinas que tomo a diario. 

CUENTOS PARA VILLANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora