capítulo tres

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Pérdida.

Así me sentía, pérdida.

Y lamentablemente lo estaba.

Pérdida en mi cuerpo, pérdida en mi día a día, pérdida en el reflejó del espejo, pérdida en algún lugar, en alguna mirada, en algún recuerdo, en algún momento, quizás en algún abrazo o alguna sonrisa pasada, en mi yo de antes.

Me había perdido y me había quedado estancada, en esa persona que no iba a volver, en esa inocencia que no iba a recuperar, en esa felicidad que quería volver a tener, en esa niña que había perdido y queria anclarme a ella, quería ser ella.
Quería sufrir por no aprender a andar en bici y caerme mil veces en ese intento, lastimarme y llorar por ello, no quería llorar por las pesadillas, por los golpes, no quería llorar por un miedo que no sea la de ver una película de terror, quería sufrir porque el chico que me parecia lindo y no me daba bola, no porque él me tocaba, no porque él me utilizaba a su antojo y me desechaba cuándo ya no servía, cuando ya no le servía, cuando había saciado la necesidad de la carne, cuando me había marcado, cuando me había dañado el autoestima, cuando me había dañado psicológicamente de una manera que no iba a poder entender hasta que los años empezaban a pasar y yo no podía, ni queria permitir que nadie me vuelve a tocar. cuando sentí o me di cuenta que estaba rota de tal manera que no iba a lograr amar a nadie o por lo menos no iba a poder entregarme plenamente hacía alguien, no iba a lograr creer en las palabras de un hombre, no iba a sentirme con el derecho de poder ser amada, protegida, no iba a poder pedir fidelidad, cuando miraba a los ojos y lo veía a él, a ese que me robo el derecho de elegir a quien pertenecerle ¿cómo pedir fidelidad? si yo en cierta forma era infiel.
No podía permitir que un hombre me acaricie sin sentir las yemas de los dedos de él haciéndolo, no podia permitir que dejen un camino de besos en mi cuerpo al descubierto sin sentir náuseas, sin querer arrancarme pedazo tras pedazo de mi cuerpo contaminado por la inmundicie, no podía mostrarme en la timidez de mi desnudez, donde dejaba al descubierto, no solo las inseguridades latentes en mi, sino, cada rincón que él había marcado como suyo.

Los años me pesaban, el tiempo que había pasado me seguía doliendo y volvía nuevamente a tener diez años, volvía a ser esa niña, volvía a meterme en esos recuerdos ¿por qué? porque quiero que ustedes sepan quien fui, que me paso y quien fueron la razón por la cual me había convertido en esta persona que soy ahora, porque actuo como lo hago después de tantos años, después de ocho años de esto, cierro los ojos y me centro en el precisó momento en donde me miraba a mi misma y ya no lo era, cuando todo era reciénte, cuando lo vivía en carne viva.

Me miraba en el espejo y no era ella, ya no era ese reflejó, ya no era lo que se reflejaba en él, sino, era una chica contaminada por la maldad humana.

Mi niña feliz, la niña risueña y cautivadora ya no estaba, sino, que estaba una chica cansada del mundo, de la realidad.

Mi pómulo estaba inflamado, mi labio partido, mi piel estaba palida, mis ojos habian perdido ese brillo que los caracterizaba, mis impresionantes ojos celestes con una especie de verdoso eran opacados por las grandes ojeras que adornaban el contorno de mis ojos, mis uñas partidas por culpa de aquellas batallas que perdí, de aquellas que quería fundirme en el suelo, de aquellas en las que por aferrarme a una superficie que no iba a salvarme, me desprendian de ellas, mi cuerpo rechazaba la comida y mi peso hacía partícipe a eso.

La ropa comenzó a estar más holgada, me rehusaba a utilizar shorts cortos, polleras, vestidos, remeras cortas, me rehusaba a mostrar mi piel, quería esconderme de la mirada del hombre, quería esconderme de la maldad humana, encerrarme y ya no salir, pero en cierta forma ya lo estaba, estaba encerrada en una cajita de cristial llena de grietas y cualquier cosa aunque sea mínima la rompía y por alguna estúpida razón me empeñaba en reconstruirla, me empeñaba a unirla con cinta.

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⏰ Última actualización: Jul 26, 2021 ⏰

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