Tus ojos me sonreían con timidez.
Tus jodidos ojos, mierda.
Confié en ti
como si fuera a salir ilesa.
Como si me creyera lo suficiente
para ti.
Para alguien.
Pero no lo era.
Y me follaste, mientras la pensabas.
O tal vez solo me estabas fallando
y yo pensé que aquello era amor.
Pensé que nuestros cuerpos desnudos
desnudaban también a tu corazón
haciéndome única dueña de él.
Pero no era cierto.
Nunca lo fue.
Mientras nuestros cuerpos fornicaban
como si de la primera vez no tratase
tú la pensabas
y susurrabas entre gemidos que la amabas.
Y yo creyéndome que era mi cuerpo
aquel que te convulsionaba de placer.
Que equivocada estaba.