Victoria acompañó a su madre a un pueblo en medio de la nada sin saber que en el habita un asesino serial. Por razones inesperadas ahora se encuentra atrapada en Einfield y tendrá que adaptarse si quiere sobrevivir.
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Victoria
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Isbella sigue llorando, ajena al remolino de malas sensaciones que la vista de su abdomen ha dejado en mi.
Yo estoy congelada en mi lugar, nuevamente me encuentro sin saber que decir.
Ella no ha notado mi presencia, sus ojos se han hinchado por el llanto y entre tantas lagrimas puede que yo solo sea una mancha borrosa que no le interesa identificar.
Ambas mantenemos nuestra misma posición unos segundos hasta que ella limpia las lágrimas de sus mejillas con la camisa que tiene entre las manos.
Entonces su mirada por fin me reconoce y sus ojos se abren con horror.
Se apresura a taparse el abdomen con un brazo, cubriendo justo el lugar en el que se encuentra la marca, cómo si llevara con ella el tiempo suficiente para que su cuerpo recuerde a que altura está y poder esconderla de mi.
Rápidamente intenta volver a colocarse la camisa que se le atora por momentos en el cuello y luego se enrolla por encima de su pecho.
—Maldición —suelta con la voz ronca cuando tarda mas de lo que normal en desenrollar la prenda.
Se que mi mirada imperturbable sobre ella solo la pone mas nerviosa pero realmente no puedo evitarlo. No soy capaz de asimilar lo que esta pasando.
Logra bajar su camisa pero la imagen sigue fresca frente a mí, como si aún pudiera seguir viendo aquella palabra cicatrizada.
—¿Quién...? —la saliva se acumula en mi boca al hacer mi mayor esfuerzo por no llorar y tengo que pasarla para poder continuar hablando —¿Quién te hizo eso?
Ella solo voltea sus ojos verdes hacia mi, hay resignación en su cara, a pesar de ver lo destruida que estaba hace unos segundos trata de adoptar una expresión de desinterés que no cumple su objetivo porque sus ojos expresan dolor y sufrimiento.
—Te dije que no te metieras. Te advertí —por un segundo logro notar un acento en su tono pero muy ligero, casi escondido, cómo si no quisiera mostrarlo —A mi nadie me advirtió, Victoria. Nadie. Yo lo hice y mirate. ¿Porque no haces caso?
—Is, tienes que decirme quien te hizo esto, podemos denunciarlo. Esto va más alla de la brutalidad, tu podrías...
—Maldición, eres irritante —me interrumpe apretando sus manos contra su cabeza.
—Isbella, esto no es correcto.
—Vete ya —me corta.
¿Por qué sigue insistiendo en que me vaya?
¿Por qué no nota que quiero ayudarla?
—No lo haré —respondo firme —. Se qué tienes miedo. Pero puedo ayudarte. Solo tienes que decirme quien lo hizo e iremos a denunciarlo, juntas— trato de convencerla, de demostrale que la apoyare.
