Capítulo 1- La cesión envenenada.

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La huida es el arma de los cobardes

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La huida es el arma de los cobardes.

Mieiramusa.

CAPÍTULO 1 - LA CESIÓN ENVENENADA

Enya

La fiesta había terminado, y mi cabeza no pudo olvidar la llamada del cura satánico, ese hombre con su alzacuello pulcro y reluciente realmente me intimidaba. Durante el tiempo que duró la celebración anduve de un lado a otro atendiendo a familiares y amigos, escondiendo mi congoja en el lugar más impenetrable de mi mente, aquel al cual había relegado mi amor por Bastian, encerrándolo con un candado de odio invisible, que no me atrevía a abrir. Fingí una tranquilidad que no sentía, ocultando el miedo y la angustia que me carcomían por dentro. No podía permitir que nadie, ni siquiera el hombre que le regaló la vida, empañara su momento de felicidad.

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La noche había caído con su manto de negrura. Sentada en la cama de mi habitación, observaba sumida en la penumbra como la luz de la luna que entraba por el balcón proyectaba sombras siniestras sobre la butaca otomana, otorgándole un aspecto intimidante. Abracé mis piernas buscando refugio en la privacidad de mi cuarto; necesitaba dar rienda a los pensamientos que pugnaban por salir a borbotones de mi cabeza.

Me encabroné cuando su imagen se visualizó en mi mente, el coraje que me produjo lo pagó la mullida almohada, qué maltratada resistió los golpes sucesivos con los que desahogué mi frustración.

¡«Bastian! ¡Siempre Bastian! El maldito, no podía haberse quedado escondido eternamente en el paraíso donde se había ocultado. No... volvía en el peor momento y tocando los... Después de haber descubierto varios aspectos ocultos de su personalidad, estaba segura de que regresaría más letal y feroz que nunca. Había tenido dos años para buscarme, y no lo hizo, y precisamente ahora que encaucé mi vida, llegaba como un tornado arrasándolo todo».

Suspiré con resignación. Enfrentarme a él no sería fácil, pero sería peor enfrentarme a mis sentimientos, porque podía intentar engañar a los demás, hacerles creer que no sentía nada por el cirujano, sin embargo, en el lugar más recóndito de mi alma, la verdad emergía libre; seguía tan enamorada como al principio.

Lo amaba y lo odiaba a partes iguales. Engañarme a mi misma sería un intento patético de cobardía. No conseguía entender porque no logré pasar página. Durante meses lloré desconsolada por él, me descubrí muchos amaneceres despertando con los ojos húmedos. Muchas noches caí derrotada, temblando en el suelo de mi habitación, abrazándome para calmar mi angustia, y ni así, había conseguido olvidarlo.

Me costaba hasta respirar, y me negué a recuperarme. Retorciéndome en las miserias de mi sufrimiento, me sentía más cerca de él. Culpándome por sonreír o por vivir, imaginándolo quemado en una cama. Si él sufría, yo debía sufrir.

Mantuve esa dinámica autodestructiva hasta que la vida me enseñó su cara más amarga; entonces, agarré las penosas y desquebrajadas riendas, sacando pecho, ovarios, y todo lo que necesité para plantarle cara al destino.

Regreso a ti Segunda Parte De rendido A tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora