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El sol me cala en toda la cara, el cuerpo me pesa y duele. Hace calor y algo pegajoso se me pega a la espalda.

—Basta, Fritz, has bebido suficiente por hoy.

La frase se me cruza por la mente pero no tengo idea alguna de quien me la dijo, ni en que momento.

Trato de darme la vuelta pero algo me estorba. Abro los ojos y caigo en cuenta de la realidad.

Un chico de cabellos pintados se encuentra a mi lado, la cama es pequeña y; claramente, no es mía. El cuarto está rodeado por repisas llenas de trofeos, medallas y libros.

Las paredes son de un color azul pálido, un escritorio con una laptop, un armario pequeño, una puerta— supongo que da al baño— y un póster de una extraña banda de rock.

—Cálmate, no hay razones para entrar en pánico.

Salgo de la cama cuidando de no hacer ruido, en cuanto mis pies tocan el suelo me entra la vergüenza.

Estoy desnuda.

El chico se da la vuelta y temo que despierte, así que busco mi ropa por el suelo.

Encuentro la blusa que llevaba la noche anterior, mis tenis están en la entrada de la puerta, el pantalón cuelga de la silla del escritorio; mi bolso está en la mesita de noche del lado del desconocido.

—¿Qué falta?

Trato de razonar que me falta pero el dolor de cabeza no me deja pensar con claridad. Se enciende el foco en mi mente y casi grito por lo obvio que resulta.

La ropa interior.

Sigo buscando pero no hay rastro alguno, entro por la puerta y, como imaginé, una cerámica turquesa casi me encandila gracias a lo resplandeciente que está. Dentro del baño encuentro mi sostén y las bragas.

El cuarto de baño es lujoso, me visto y evito a toda costa verme en el enorme espejo de cuerpo entero.

Tengo un complejo con eso de los espejos.

Ya vestida suelto un suspiro, esta costumbre de irme con un chico cada que me emborracho me pone en doble moral. Por un lado me divierto y por el otro me entra la culpa de joder las cosas con Jace, mi novio.

Me amarro un chongo alto y salgo, lo más silenciosamente posible.

Casi grito del susto al ver al chico sentado en la cama, con expresión de "Dios, ¿qué pasó aquí?" reflejada en su lindo rostro.

—Esto...—rasco mi nuca en un intento de buscar que decir— Holi, ¿todo bien?

Esbozo una sonrisita incómoda, lo mío no es conversar después del revolcon.

—Hola—contesta enfocándose en mí, examinandome de arriba a abajo con curiosidad.

Me entra el pánico, esto ya me ha pasado antes y, a pesar de estar acostumbrada, sé que va a doler.

—No hace falta que me mires así, sé que estabas tan borracho como yo cuando decidiste meterte conmigo. —cuelgo el bolso a mi hombro, preparada para irme— Me pasa seguido, bajo el efecto del alcohol puedo parecer la misma afrodita—agacho la vista avergonzada— pero, cuando pasa el efecto llega el asco y la realidad.

El chico no dice nada y me pone de nervios, no se que clase de reacción tendrá con ese gesto tan despreocupado. Tampoco me quedó a averiguarlo, camino hasta alcanzar el pomo de la puerta.

—Espera— la melodía de su voz ronca me para en seco—, dime tu nombre, por favor.

No quiero voltear, me pongo rígida en menos de dos segundos, es ridículo que alguien quiera saber mi nombre. Pero aún así, siento alegría y con entusiasmo disfrazado le doy el nombre.

—Keya, mi nombre es Keya Fritz— ya no espero otra contestación, abro la puerta y salgo, feliz.

***

Holiiii, ¿cómo andamos?, espero que bien.

Buenooo, aquí el primer cap de Marcas Incurables, sé que es corto pero no quiero hacer tediosos los capítulos— si de por si casi nadie me lee:') —.

No se olviden de votar y recomendar este invento mío, me ayudarían muchísimo. Espero que se queden a descubrir el desenlace de la vida de nuestra prota;)

PD: el nombre de nuestra chica es Keya= Kia

¡¡¡Un abrazo psicológico, Chao!!!

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⏰ Última actualización: Nov 09, 2021 ⏰

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