El gélido viento de las montañas nevadas azotaba mi rostro mientras huía de aquel siniestro escenario. Cada paso que daba resonaba como un susurro apenas perceptible en la nieve. Había cometido un acto que ni en mis más sombríos pensamientos creí posible: matar a alguien.
Me detuve, luchando por recobrar la compostura. Mis manos temblaban mientras veía las manchas de sangre que cubrían mi cuerpo. La sangre de mi víctima. Sin embargo, su emborrachador aroma aún perduraba en mis sentidos, una tentación dulce que me acariciaba el paladar, forzándome a reprimir un gemido de deseo. Aquel deleite se entrelazaba con un grito ahogado de culpabilidad en mi conciencia.
La preocupación de lastimar a otros me impulsó a tomar una decisión drástica: establecer mi refugio en las gélidas montañas, lejos de los humanos.
Con pasos indecisos, reanudé mi huida.
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El aislamiento en las montañas se convirtió en mi prisión personal. Con cada día que pasaba, el peso de mis acciones se volvía más abrumador, y el recuerdo constante de la atrocidad que había cometido en este lugar me perseguía sin piedad. La incapacidad de conciliar el sueño solo prolongaba mi sufrimiento.
Trataba de llenar mi mente con las maravillas naturales que me rodeaban: los imponentes picos que se alzaban ante mí, la hipnotizante danza de los copos de nieve, y el silencio que me envolvía como un manto protector. Sin embargo, cuando la sed de sangre empezaba, me encontraba indefensa ante los recuerdos del rostro de mi víctima.
Probé saciar mi hambre con los animales de alrededor, pero rápidamente me di cuenta de que su sabor es asqueroso, dejándome insatisfecha y avivando mi anhelo por la sangre humana. Cada vez me resultaba más difícil separar mi naturaleza vampírica de mi humanidad, una lucha que acentuaba la frágil línea entre el monstruo que me había convertido y la persona que alguna vez fui.
Sabía que tenía la eternidad para encontrar la paz y la redención. Pero en este momento, la melancolía se aferraba a mí como una sombra fiel, un eco silencioso de la tristeza que inundaba mi existencia.
Ni siquiera contaba los días desde mi llegada a este mundo. Todo carecía de sentido.
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Un día, mientras exploraba el intrincado laberinto de estas montañas, descubrí una cueva oculta en una pendiente empinada. La entrada de la cueva era estrecha y apenas perceptible, como si la montaña misma intentara ocultarla. Con esfuerzo, logré abrirme paso y, una vez dentro, me encontré con un espacio relativamente amplio y oscuro. Al examinarlo, encontré una gran roca que encajaba con la entrada de la cueva, como si alguien la hubiera colocado allí deliberadamente.
Sin pensar mucho en ello, decidí empujar la roca hacia la entrada, sellando la cueva por completo. En ese rincón, entre las sombras y el silencio, finalmente podía estar segura de que nadie me descubriría. Sería mi refugio.
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Con el infinito tiempo a mi disposición, a menudo me encontraba acostada en el suelo de la cueva, cerrando los ojos y anhelando la vida humana que había perdido. Como vampiro, me arrebataron muchas de las cosas que daban sentido a mi existencia, pero la que más extrañaba era la capacidad de tener sueños lúcidos.
Encontré algo de consuelo en la meditación, pero con mi mente en caos, era como buscar la calma en medio de una tormenta interior. Aun así, me di cuenta de que, al unir la meditación con mi imaginación, casi podía sentir que estaba soñando, aunque fueran solo destellos de imágenes que se desvanecían en la oscuridad de mi mente.
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Mis días transcurrían en una repetición infinita, como si el tiempo mismo estuviera en bucle. Durante el día me mantenía en la cueva, perdida en mi imaginación. Al caer la noche, emergía de mi guarida para cazar y perfeccionar las habilidades de este cuerpo inmortal. Sin embargo, en cada noche, sin falta, dedicaba un momento a contemplar la luna, mi única y silenciosa compañera en esta existencia solitaria.
Aunque mi preferencia por la soledad sobre la compañía humana se había arraigado desde mi vida anterior, donde la sociedad misma me inspiraba temor debido a las sombras que percibía en todas partes. De manera extraña, esas tendencias se habían convertido en mis aliadas en este mundo, donde la soledad y el sigilo eran mis pilares para sobrevivir.
Sin embargo, a medida que los días pasaban en esta monótona rutina, algo empezó a cambiar. Cada vez que cerraba los ojos y me perdía en mi imaginación, las imágenes ahora iban cobrando vida con una nitidez inusual, envolviéndome en un mundo onírico que, aunque breve, parecía más real que la misma realidad en la que estaba.
Este cambio planteaba un dilema en mi eternidad: ¿Era este un nuevo regalo o una maldición disfrazada? ¡Oh, pero qué poco me importaba la respuesta! Una chispa de esperanza comenzó a crecer ante la posibilidad de recuperar la capacidad de soñar.
Esta obsesión me mantenía atrapada en la cueva durante más tiempo del que debía. Y mientras más mejoraba, más podía prolongar mis episodios de ensueño. Incluso cuando el hambre comenzaba a apretar mi garganta, me resistía a despertar. No podía evitarlo, la dicha que encontraba en mis sueños era mi único escape de las sombras de mi existencia vampírica.
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Inmediatamente me di cuenta de que este último despertar era diferente, y una punzada de miedo me recorrió. ¿Cuánto tiempo estuve soñando?
La sensación de hambre que me había estado persiguiendo, incluso en mis sueños, se multiplicó. Era como si un fuego voraz ardiera en mi interior, consumiendo toda racionalidad. Mis ojos se oscurecieron y el monstruo que llevaba dentro se alzó con una fuerza aterradora. Un rugido interior llenó mi mente y, en un arrebato de frenesí, destruí la roca que bloqueaba la entrada de la cueva, corriendo hacia el exterior.
A pesar de que la primavera había llegado y la vegetación renacía a mi alrededor, todo eso era insignificante ante la abrumadora urgencia de satisfacer mi hambre. Ni siquiera me importó que sea de día.
Mis sentidos se afilaron al detectar un exquisito aroma que me envolvía con una lujuria incontenible. La presa estaba cerca, y no había lugar para nada más en mi mente que el ansia de alimentarme.
Finalmente llegué, y por un instante quedé en shock. Frente a mí hay un macabro escenario: dos hombres arrebataron la vida de una mujer y siguen corrompiendo su cuerpo. La rabia me inundó de manera incontenible, y sin pensarlo dos veces, utilicé mis habilidades vampíricas para infligirles tortura, haciéndoles sentir el mismo sufrimiento que habían causado. Cada grito de dolor y súplica que escapaba de sus labios solo avivaba mi sed de justicia retorcida, a la vez que saciaba mi sed de sangre.
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Sentada junto al cadáver de la mujer, una sensación de quietud y sombría reflexión me envolvía.
Mis ojos se posaron con satisfacción en los criminales mientras contemplaba las consecuencias de mis acciones. Sus cabezas eran lo único que quedaba intacto. Pero no sentía culpa; en mi mente, eran la escoria de la sociedad, individuos que habían cruzado límites inhumanos y merecían el tormento que habían sembrado.
Sin embargo, con mi sed satisfecha, una inquietante verdad se apoderó de mí. La sangre humana tiene un sabor único, un elixir que me atrae de manera irracional. La idea de dejarlo en su totalidad, a favor de la sangre animal, me resultaba un desafío cada vez más difícil de aceptar. Cuanto más lo consideraba, más razonable me parecía alimentarme de criminales. Tal vez, de alguna manera, esto podría servir como redención por haber arrebatado la vida de...
—Por favor, detente. Tengo una hija...
Exhalé un suspiro cargado de culpa y pesar, consciente de que esas últimas palabras nunca se borrarían de mi memoria.
♡ ˢⁱ ᵗᵉ ᵍᵘˢᵗᵃ ᵈᵃˡᵉ ᵃᵐᵒʳ ♡
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𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌 |ᴇᴅᴡᴀʀᴅ ᴄᴜʟʟᴇɴ
Fanfiction𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌 | ❝Mi vida se ha vuelto como un sueño; algo imposible❞ Sofía adora tener sueños lúcidos para vivir sus más locas fantasías, pero cuando la fantasía se vuelve realidad, solo siente desesperación. ¡No solo está atrapada en el mundo de Cresp...