Prólogo

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Cayden

Aun puedo recordar el sonido del coche de mi padre derrapar para evitar el impacto, pero desafortunadamente el intento fue nulo porque igual chocamos. Solamente tenía diez años cuando eso paso. Recuerdo perfectamente que antes de impactar contra el otro coche de color rojo me desmaye, sabía que si me quedaba despierto el dolor iba a ser más notorio, así que de una forma u otra mi corazón le comunico ese sentimiento a mi cerebro y de un segundo a otro, me desmaye. Visualizo todos los días mi yo pasado despertando en una camilla blanca de hospital, han pasado nueve años de aquel accidente y aun no sé cómo describir aquel dolor que sentí al despertar. Me rompí el hueso de la pierna izquierda y la clavícula derecha, los médicos dijeron que sobreviviría seguro, pero sentí algo más al despertarme ese día, fue un sentimiento nunca antes significante en mi vida, era tan...neutro. Pude ver a mi padre llorando por la puerta entreabierta de la habitación, él no había sufrido ningún rasguño, solo leves contusiones de segundo grado, hematomas por todo su pecho y rodillas, al parecer el airbag le protegió más de lo que creíamos. Me preguntaba porque lloraba, porque estaba tan decaído, intente levantarme e ir con él, pero no podía por roturas ya mencionadas, asi que grite para que viniera. Segundos después una enfermera y mi padre como compañía entraron a la habitación donde yo me hallaba. Pude verlo en los ojos de mi padre, lo pude ver con muchísima claridad, el accidente había sido tan brutal que me sorprendía que nadie hubiera muerto. Pregunte por mi madre, a lo que él me respondió "nos ha dejado hijo mío". Quise gritar, quise tirarme al suelo y dar pataletas como un niño pequeño y llorar hasta que mi madre regresara, pero en vez de eso, me quedé neutro en mi cama sin mostrar ni una pizca de tristeza por lo que mi padre me acababa de contar. Pude ver mi gesto en el espejo de forma de ovalo que había enfrente mío, mi cara era tan fría, no tenía ni un ápice de dolor por la muerte de mi madre. Ese día supe por desgracia lo que era el no tan famoso síndrome de "Kayla".

Eero

Cuando tenía diez años descubrí lo que hoy en día diría que es mi pasión y objetivo de vida. Descubrí el famoso mundo del arte; el baile, la pintura, la música, el teatro, la literatura y muchas cosas dentro de ese maravilloso mundo. Desde que el arte penetro en mi vida y en mi corazón siempre mis actos llevan una pizca de esa substancia que llena mi vida. Cuando cumplí los once años comencé baile y canto en la academia oficial de artes juvenil de Filadelfia y con doce años despertó mi interés por los libros, pero no cualquier categoría literaria, si no libros de amor, un amor tan placentero y sentimental a la vez que hacían que el amor sea la droga más mortal y efectiva que podía haber existido en la historia de la humanidad. Poco a poco fui creando mi propio arte, mi arte como ser humano que era, mi sueño es compartir mi arte con el mundo, que sepan quien fui y todo el esfuerzo que empeñé para hacerlo.

Mientras más libros leía y más enriquecía mi cerebro de historias de amor, siempre se repetía una misma situación: el ocultamiento de secretos. Siempre que algún personaje guardaba algún secreto todo salía mal, pero lo entendía, el autor del libro tenía que dar el drama para seguir con la historia, pero en la vida real no creo que fuere bueno guardar tanto secreto contigo mismo, ya que algún día tu mar desembocara un rio de problemas que inundara a todos aquellos que amas. Yo tenía un secreto. Un secreto que nunca antes se había dado en mi familia, asi que tenía que dar el paso yo primero.

Eero y Cayden

Ojalá algún día mi vida se vea interrumpida por alguien que complete mi musa en mis canciones tristes. Que escriba su nombre en mi piel para expresar y marcar su amor en mi eternamente y algún día cuando la muerte esté a punto de separar a dos cuerpos enamorados, podamos decir "lo que nuestra piel escribió una vez".

Lo que nuestra piel escribió una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora