Capítulo 1: Soledad

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Como cada mañana, los destellos de luz entran por las ranuras de las ventanas. Algo tan simple como la luz del sol me hace recordar que todavía sigo viva.

Mi única compañía últimamente han sido dos cucarachas: Cochino, cuyo nombre viene de su obsesión por la basura y Pesado, porque siempre está corriendo por ahí. A pesar de que son unas cucarachas que cualquiera mataría, a mi me han escuchado cada vez que he llorado.

Me levanto del colchón con dificultad. La falta de movimiento afecta a mi espalda, pero luego de mucho esfuerzo consigo levantarme y escucho el peor sonido del día, el candado de la puerta. Entre gritos y insultos aparece mi madre, la causante de todo mi sufrimiento.

Desde la muerte de mi padre, ella ha cambiado mucho. La policía nos dijo que su muerte fué accidental pero mi madre me recuerda día sí y día también que fue mi culpa.

Todos los días me pregunto cómo es posible que la persona que me dió la vida ahora desea que me muera. Me está reclamando que suba a contestar el teléfono. Desde la última paliza, Servicios Sociales ha estado llamando y yo he tenido que contestar fingiendo que todo estaba bien.

Subo rápido las escaleras y pongo el teléfono en mi oído. Me aseguro que la mujer se quede tranquila y cuelgo. Allá se ha ido otra esperanza de que me saquen de esta casa.

No suelo comer mucho, mi madre también se ha encargado de hundir mi autoestima bajo tierra. En los días en los que mi padre estaba aquí, se encargaba todos los días de decirme que era la niña más bonita del mundo. Pero hace ya cuatro años que nadie me ha dicho esas siete palabras que tanto admiraba.

Preparo mis pocas cosas y me dirijo a salir por la puerta en dirección al instituto.

-¡Sofía! -grita mi madre- Recuerda que hagas lo que hagas, yo sabré lo que has hecho.

Y al terminar la frase cierro la puerta.

En el instituto no tengo muchos amigos pero disfruto con la simple compañía de la gente.

Nada más llegar, siento como me dan un abrazo a mis espaldas; es Eva.

-¡Ayer te estuve esperando toda la tarde! -me reclama Eva- ¿Qué estuviste haciendo?

Me paro a pensar alguna excusa convincente para librarme de esta

-Se murió mi colibrí -mentí.

Menuda basura de excusa.

-¡Vaya, lo siento mucho! ¿Cuando es el entierro? -me dijo ella, creyéndose aquella mentira tan evidente.

De un momento a otro, suena el timbre, que nos indica que hay que entrar en clase.

El día pasa rápido. Hoy ha tocado filosofía y me han dicho una frase que he estado recordando toda la mañana
"Si las heridas se curan con amor, las cicatrices son hermosas"

Sinceramente creo que ninguna de mis heridas dejará alguna cicatriz bonita. A pesar de que amo la filosofía, he suspendido de nuevo este examen.

Nada más de pensar como se lo va a tomar mi madre, el camino a casa se me está haciendo muy corto, pero una vez que llegó a la puerta, me doy cuenta de que no hay vuelta atrás y que debo o entrar o quedarme fuera para siempre.

Entro y el olor a tabaco abunda por mi casa. La televisión está al máximo y decido bajar el volumen para así poder hablar mejor con mi madre. Una vez que bajo el volumen escucho los pasos de mi madre y me doy cuenta de que no hay vuelta atrás.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2021 ⏰

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