Luficer

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Otro día en Devildom, salías de clases por la tarde caminando por los amplios pasillos de las gran casa, tu fiel amigo, Mammon, te seguía como de costumbre... A estas alturas te habías encariñado con él, sabías perfectamente que lo tenías en la palma de la mano, el trigueño era muy obvio al expresar sus sentimientos hacia ti aunque lo negara nerviosamente, pero realmente no estabas interesada en él de la misma manera.
Si bien era un chico con un rostro apuesto de cuerpo trabajado, bellos ojos ámbar y finos rasgos, era otro demonio el que había captado completamente tu atención.

Lucifer...

La primera vez que lo viste su imponente presencia te atemorizó, su tono firme, postura recta y mirada penetrante hacían que todos tus sentidos estuvieran en alerta. No sentías que él confiara en ti, ni con toda la amabilidad disfrazada, ni con la sonrisas ensayadas que te lanzaba al aconsejarte de tu estadía o al hablar sobre sus hermanos.
Los demás eran tan cariñosos contigo y te mimaban constantemente que no comprendías tal indiferencia, él era diferente... Frente a los demás seguía siendo distante y cortante, aún así, sentías constantemente su mirada sobre ti, siempre vigilante, calculador, buscaba seguir tus pasos. Aquella mirada roja que en un principio te asustaba, se convirtió en tu mayor gusto culposo.

Seguías caminando junto a Mammon, conversando sobre lo que sea, fue entonces cuando lo viste de reojo, apoyado en una de las columnas con unos papeles en mano, de pronto sus miradas se cruzaron y sonreíste maliciosamente.

Tenías toda la atención de esos bellos orbes rojos, tomaste la mano de Mammon y lo jalaste a un lado para que no notara la presencia de Lucifer.

- Todo lo que hacemos es hablar ¿No quieres probar algo diferente para romper la rutina? - soltaste fingiendo una sonrisa tímida mientras empezabas a rodear su cuello con tus brazos.

- ¡H-hey, ______! ¡¿E-estás segura?! - atinó decir Mammon nervioso y emocionado.- Digo, no es que me emocione la idea, pero si es lo que quieres, es el deber de Mammon cumplirlo. - prosiguió tratando de sonar desinteresado mientras se sonrojaba.

<Me sentiré culpable por jugar así con Mammon, pero si no lo hago "Él" no me "premiará"> pensé.

- Claro que sí, acércate - respondí ansiosa y no precisamente por ese beso.

Mammon cerró sus ojos y me besó delicadamente, yo respondí moviendo lentamente mis labios, poco a poco haciendo el beso más intenso.
Miré a espaldas de Mammon a Luficer, quien había visto igualmente toda la escena y seguía observando con algo de molestia en su expresión.

Sin quitar mi mirada de él, profundicé el beso empezando a jugar con mi lengua, el demonio no demoró en seguir el intercambio y sin contenerse empezó a explorar mi boca sin dejar rincón sin tocar, empezamos a respirar con dificultad, acto seguido, guíe su mano por mi muslo, levantando mi falda, el peliblanco empezó a apretar mi trasero y masajear, cosa que me sacó un pequeño gemido, su otra mano empezó a acariciar mi cabello.
A este punto el enojo de Luficer era evidente, fruncia el ceño, cruzaba los brazos, podía comparar perfectamente sus rojas pupilas con un par de bolas de fuego y lanzándome una sonrisa ladina lo perdí de vista entre las columnas del pasillo.

¡Lo había conseguido! estaba emocionada a mis adentros por pensar en lo que pasaría aquella noche, pero, antes de eso, seguía enredada en toqueteos con mi amigo de ojos ámbar.

Mammon se estaba excitando, podía sentir el caliente bulto de sus pantalones rozando un poco mi pierna, en ese momento me tenía acorralada contra la pared. Sentí su mano dudando en seguir su camino hacia mi ropa interior, fue en ese momento que puse mi mano en su pecho para hacer distancia entre nosotros.
Él estaba ansioso, muy sonrojado y su respiración estaba entrecortada; yo había recuperado más el aliento, pues no era yo quien se estaba concentrando tanto en el beso, me sentí mal por dejarlo en ese estado, pero no podía dejar mi papel de chica ingenua.

Aquellos orbes Rubí - Lucifer [Obey Me] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora