5. Lo que pasó

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—Es un maldito hijo de perra, eso es lo que es tu padre —decía un hombre con un pasamontañas con parsimonia. Tenía a Hinata cogido por el cuello de la camiseta.

—¿Así que este es su hijo? Qué delgaducho es —añadió el otro.

—N-no me hagáis nada más, os lo suplico —imploraba Hinata desesperado. Intentó pegar con las piernas al hombre, pero no le servía de nada, porque estaba exhausto—. Por favor, parad.

—Y te voy a hacer caso, ¿no? Te crees muy listo. Tu padre ha destrozado la vida de mi familia con sus negocios de las narices. Mi madre teme que cualquier miembro de la mafia la mate, todos los días. Si llega a suceder, tendrá consecuencias.

El hombre que le tenía agarrado le pegó en el estómago con fuerza. Shoyo gimió de dolor. ¿Acaso no se cansaban de pegarle? Ya llevaban un buen rato. Si querían matarlo, que lo hiciesen, Hinata estaba harto. El tobillo también le dolía, porque se había caído al intentar escapar de aquellos dos locos.

Fue en aquel momento cuando escuchó el motor de un coche acercándose.

—Mierda, es la poli —dijo el otro asomándose a la ventana.

—Si nos escondemos no sospecharán nada.

—¿Eres imbécil? Hemos armado mucho escándalo, vámonos por si acaso.

Hinata atendía la conversación, sin poder creer su buena suerte. Sin embargo, no se olvidaron tan fácilmente de él. Uno agarró su pelo y tiró la cabeza del pelirrojo hacia atrás. Acarició su cuchillo sobre su cuello. Hinata respiró con dificultad mirando el arma. El hombre rasgó su piel y le creó un hilo de sangre que le resbaló por todo el cuello hasta manchar su camiseta, disfrutando de la cara de terror del chico.

—Como le cuentes algo a la policía, te mataremos. Y no importa cuánto huyas, te encontraremos. ¿Lo tienes claro, Hinata Shoyo? —amenazó, y el pelirrojo asintió temeroso—. Bien.

Entonces le propinó un golpe en la cabeza y Hinata cayó al suelo, inconsciente. Unas pocas gotas de su cuello mancharon el suelo.

Los hombres dejaron al cuerpo de aquel adolescente inerte tirado de cualquier manera, y se fueron.


[...]


Hinata abrió los ojos con las primeras luces del alba. Se incorporó mientras miraba a su alrededor. Le dolía todo el cuerpo. Su salón estaba destrozado y la televisión de la cocina estaba en el suelo rota. Menos mal que tenía dos, y la que se encontraba en el comedor estaba intacta.

Cuando quiso levantarse, un dolor insoportable se instaló en su tobillo izquierdo. 

Y de repente, lo recordó todo. 

"Qué delgaducho."

"Es un maldito hijo de perra, eso es lo que es."

Los golpes, las amenazas. La verdad sobre su padre. Todo caía sobre él como losas, una detrás de otra.

"Tu padre ha destrozado la vida de mi familia."

"Como le cuentes algo a la policía, te mataremos."

Viendo lo que le habían hecho, no le extrañaría que aquella amenaza fuese verdad. 

Inmediatamente, empezó a pensar en un plan para encubrirlo todo. Ordenó y limpió el salón como pudo, cojeando, y metió la tele en una caja y la tiró a un contenedor para poder decir que era eso lo que le habían robado. Un manchurrón de sangre cubría el suelo, y por más que Hinata limpiara, no se iba. Al final lo dejó como estaba y fue a su cuarto.

Infinidad de moratones cubrían su cuerpo. Para ocultarlos, los cubrió con una sudadera.

Ya debería estar en el instituto para el entrenamiento de la mañana de voleibol. Cogió su teléfono y llamó a Daichi. El capitán se lo cogió inmediatamente.

—¿Hinata? ¿Dónde estás?  ¿No vienes hoy?

—Capitán, hoy no puedo ir al entrenamiento.

—¿Y eso? ¿Estás enfermo?

—Han entrado a robar a mi casa. Y creo que tengo un esguince en el tobillo.

—Oh. V-vaya. ¿Estás bien, Hinata?

—Sí, sí —respondió Shoyo con una falsa carcajada—. Díselo a los demás por mi.

Deshizo su sonrisa, colgó y después se dirigió a la casa de su vecina para que le llevara al hospital. Le pusieron una escayola porque tenía el tobillo roto, y le dijeron que no se la quitarían en unas tres semanas. Cuando insistieron en llamar a sus padres, él suplicó que no lo hicieran. 

Contó a todos la misma y exacta versión. 

Un hombre entró a robar aquella noche la televisión de la cocina. Él se despertó e intentando escapar, se cayó y se rompió el tobillo. Fin de la historia.

Flores marchitas (Kagehina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora