unique.

183 25 8
                                    

El día había llegado, el día en el que tu rostro se esfumaría y se volvería sólo un recuerdo que viviría constantemente en mi memoria.

Las lágrimas no dejaban de descender por mis mejillas, como si mis pómulos fueran montañas y mi llanto el río que las rodeaba. Todo se sentía tan irreal, tan injusto. 

— Prometiste que no me dejarías — murmuré en el medio de mi doloroso sollozo. ¿Por qué no pudiste mantener tu promesa?

Tomé tu mano sabiendo que sería la última vez y la apretaste con tus últimas fuerzas. Sentía que moría por dentro viendo tu sonrisa forzada. ¿Por qué siempre querías parecer fuerte?

— Lo lamento — acariciaste mi mejilla intentando calmar mis penas. 

Contuve la respiración pensando que así podría hacer que aquel momento dure para siempre. Mi corazón pesa al saber que no funcionó.

— No todo es malo — miraste mis ojos vacíos y yo miré los tuyos. — Por fin seremos libres, tú podrás seguir tu vida y yo dejaré este sufrimiento atrás, estaremos mejor cuando todo esto termine — me di cuenta que ni siquiera tú mismo creías en tus propias palabras.

— No quiero seguir mi vida — dije con tristeza. — No quiero seguir si no es contigo, no puedo hacerlo solo. 

¿Por qué insistías tanto en dejarme? ¿Por qué no entendías que no soy capaz vivir sin ti a mi lado?

— No es tarde para que te arrepientas, sólo debes ser paciente, yo te cuidaré hasta que estés mejor y podamos salir de aquí, verás que mejorarás y...

— Chanhee — me interrumpiste con una voz que tenía un tono comprensivo. — No te engañes a ti mismo. No mejoraré, todos saben que no. La enfermedad está muy avanzada, esta es la única manera de liberarnos. 

— ¡No tienes que morir para dejar de sufrir! — alcé mi voz mostrando mi desesperación. — ¿Por qué piensas que necesito liberarme de ti? ¿Por qué es tan difícil aceptar mi ayuda? ¿Por qué quieres irte y dejarme solo?

Quería pensar que todo era una simple pesadilla, que despertaría y no tendría que preocuparme por perderte nunca en la vida. Pero por más que me pellizcara nada cambiaría, todo el dolor era real.

— Mereces más que ser el enfermero de un pobre chico con pulmones inútiles — soltaste una amarga risa que se apagó lentamente. — Te amo, Chanhee, y por eso ya no quiero ser quien interrumpa el curso de tu vida. 

Caí de rodillas al lado de la cama en la que te encontrabas. Me derrumbé. Por primera vez sentía que estaba llegando al final de un pozo sin fondo, y quería morir casi tanto como tú parecías anhelarlo. 

— Estarás bien, sé que lo estarás — repetías acariciando mi cabello. 

No, jamás estaría bien.

Jamás lo superaría, y jamás amaría a alguien de la forma en la que te amé. Pero, ¿de qué servía decírtelo cuando estabas tan decidido?

— Creo que llegaron — mis rojos e hinchados ojos se abrieron de par en par. Ya no había vuelta atrás. 

Levanté la cabeza y vi tu rostro. Estabas tan aterrado como yo, tal vez incluso arrepentido. Intentaste tranquilizarme con una sonrisa, pero en su lugar una mueca de tristeza se formó en tu expresión.

Me levanté rápidamente y te miré por un par de segundos. Segundos que parecieron horas, días e incluso años, necesitaba todo el tiempo posible para guardarte en mis recuerdos.

Acerqué mi frente a la tuya, dejando salir sonoros lamentos que se intensificaban ante tus dulces caricias.

— Te amo como no amé a nadie, Kim Younghoon — murmuré cerrando mis ojos.

— Te amo como no amé a nadie, Choi Chanhee — respondiste de la misma forma. Tu voz me abrazó cálidamente, y decidí guardarla en mi mente eternamente.

Tomé tu rostro suavemente y junté nuestros labios en un calmo beso, una caricia que sabía me acompañaría hasta el día de mi muerte.

Siempre soñé con el romanticismo de un último beso, pero nunca consideré el suplicio que este conlleva. 

No podía acostumbrarme al pensamiento de que esa sería la última vez que probaría el sabor de tu boca, la última vez que sentiría tus manos rozar mi cuello, que nuestras respiraciones se mezclarían y la última vez en la que estarías tan cerca de mí.

La puerta se abrió dejando pasar a un grupo de personas vestidas de bata blanca; se trataba del equipo médico que te asistiría. Era el final.

— Necesitamos que se retire, señor — dijo uno de los hombres mirándome a los ojos. Quise gritarle que no me iría y que no había forma de que lo dejen ir sin que yo esté presente, pero sólo haría las cosas más difíciles. No tenía sentido, ya nada lo tenía.

Volteé mi mirada hacia ti nuevamente, no tardaste en tomar mi mano y depositar un dulce beso en ella.

— Estarás bien — sentenciaste finalmente. Asentí incluso si sabía que no era así, y no tuve más opción que dejar la habitación.

Fue cuando la puerta se cerró detrás de mí que finalmente me di cuenta de la situación. Y lloré, grité y maldecí a todo el mundo. Entendí que no siempre las buenas personas tienen finales felices, y a veces la desgracia es más fuerte que el amor.

Lo había perdido todo.

last kiss [ bbangnyu ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora