Mi Ángel Custodio

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-Mi amor, que guapo estás. El traje negro siempre te ha quedado genial.
¿Sabes de que venia acordándome de camino aquí?
De cuáqndo nos conocimos, cuánto tiempo ha pasado.
Toda una vida... Yo tenía catorce años, qué críos, qué inocentes éramos.
Mirando desde la perspectiva que te da haber cumplido cincuenta años, siento por aquella época un cariño increíble ¿sabes?

Tengo un sentimiento, más bien una certeza. Si en la madurez de tu vida tienes en tu mente una foto fija del momento en que conoces a una persona en la adolescencia, cuando ya han pasado treinta y cinco años si sigues recordando las palabras que se dijeron, la música que sonaba, la gente que te acompañaba..., si la imagen de tu mente es tan real que sientes el olor que había en el ambiente, cuando recuerdas algo tan claramente, ten por seguro que esa persona ha sido importante en tu vida, ha sido probablemente el amor de tu vida.

Pues eso es lo que me pasa contigo amor. Recuerdo aquel momento, como si fuese ayer mismo. Vuelvo a sentir mariposas en el estómago, la risilla tonta en mi cara cuando te miraba, tus manos nerviosas cuando me mirabas.
Estoy agradecida a la vida por habernos unido, a las personas que nos presentaron... Es como si el universo hubiese conspirando para que tú y yo nos coniciésemos.

En el instante en que nos presentaron, supe que eras el hombre de mi vida.

El grupo de amigos era pintoresco, ¿te acuerdas? Vaya pintas llevábamos. Miro a la juventud de ahora, y no puedo por más que recordar nuestra época con ternura. Los principios de la década de los 80's no tienen nada que ver con la libertad que hay ahora. Éramos más niños, más inocentes. Bueno, hablo por mi claro, pero antes, sin tecnología, sin los padres de mente abierta que hay ahora, iba todo mucho más despacio.

Cuando me mirabas, juro que un calor me llenaba desde la boca del estómago hasta la cara. Sentía ardor, casi ebullición en lugares que con la edad aprendí a usar. ¡Qué vergüenza sentía!.

¿Se me notaba cariño?. Seguro que sí. Intentaba disimular, pero al hablarte, hasta tartamudeaba... y tú también, mi amor, que nervioso te ponías.

Qué poca cosa me sentí cuando le pediste salir a otra. No lo entendía.

¿Es que acaso te gustaba más que yo? Lo dudo mucho. Algo me decía que me querías a mi, pero ella era un poco más mayor. Lo suficiente para que a su lado yo pareciese una niña. A esa edad, cuatro años eran suficientes para echar atrás a un chico que busca una relación-desahogo.
Debo admitir que lo sufrí con resignación, con la esperanza puesta en que cuando te cansases de ella me tocase el turno a mí. Te quería ya tanto antes, que si te veía feliz yo era feliz, aunque no estuvieses conmigo. Y eso querido mío es amor, y del bueno.

Voy a confesarte algo que nunca te había contado hasta ahora, menudo momento he elegido, ¿eh?, despues de treinta y cinco años, voy a ponerme trascendental...

En la época en que andabas tú de novio con tu primera novia, movida quizás por un infantil deseo de venganza, hice una apuesta con mi prima, la misma que nos presentó. A ella le gustaba un chico de la pandilla, amigo tuyo por cierto, y como él no mostraba interés por ella, me pareció gracioso, apostar a que me pediría a mí de salir, antes que a ella. Así que, maldita sea la hora, gané la apuesta, y gané mi primer novio. Vaya desastre. En el mismo momento en que aceptaba, era consciente de que estaba cometiendo un error. Tan grande fue, que estoy convencida, de que en aquel momento, cambié mi destino. Tomé el camino equivocado. Tras ese momento crucial de mi vida, he ido tomando una tras otra decisiones erróneas que me han ido separando cada vez más de ti.

El tal novio que nos ocupaba, se agarraba a la relación como si le fuese la vida en ello. Metió a la familia por en medio y se alargó en el tiempo bastante más de lo que mi salud mental hubiese deseado. Entre tanto tu ya habías roto con aquella novia y salías con otra. Dejamos de vernos por mucho tiempo, aunque quiero que sepas, que me acordaba de tí cada día. Te buscaba en los besos que otros me daban, en los muchos abrazos que me abrigaban. Has de saber que te necesitaba, te echaba demasiado de menos, y encadenaba una relación tras otra para intentar así olvidarte, cosa que sé que también te pasaba a ti.

Te casaste y te separaste. Cosa que también hice yo. Nuestras vidas corrían paralelas condenadas a no cruzarse nunca. He de confesar que me alegré cuando se rompió tu matrimonio, entiéndeme, es que volvías a entrar en el mercado.

Créeme cuando te digo, que me hubiese gustado, que el padre de mi hijo hubieses sido tú.

Pero la vida ha jugado con nosotros, y siempre hemos perdido. Quiero que quede bien claro que no me arrepiento de nada de lo que he hecho, pero sí que hubiese hecho las cosas de otra manera, quiero decir que las hubiese hecho contigo.

Cuando al cabo de los años nos volvimos a encontrar, no éramos los mismos, varias parejas a cuestas, separaciones, bodas, hijos..., pero el tiempo se volvió a parar. Fuí de nuevo esa niña de catorce años enamorada, y ante mí volvía tener a ese chaval de dieciocho enamorado y tímido. Teníamos una nueva oportunidad. Volvíamos a ser esos críos nerviosos, que la vida no debió separar.
Cuánto amor, cuánta magia, qué nervios, ¿te acuerdas?.

Besos robados en la cena, por la calle o en las tiendas. Escondiendonos de los amigos. Empecé de nuevo a fantasear. Quería ser tuya para siempre, pero claro, el destino no colaboró en absoluto.

Tu casado y yo con pareja, aunque por mi parte sin compromiso, pero por la tuya no había nada que hacer, tu mujer te quería y debías ser padre para tu niño pequeño, de nuevo no había nada que rascar. Recuerdo que cada noche me acostaba ansiosa, buscando un momento a solas para que me hablaras, escondiendonos los dos en nuestras respectivas casas, de nuestras respectivas parejas para gozar unos minutos de nuestro amor furtivo de manera virtual. Me hiciste de nuevo sentir viva. Nos hemos confesado nuestro amor mil veces. Siempre solos, siempre en silencio.

He deseado tener tus manos en mi cuerpo, tu boca descubriendo los rincones que aún no conoces de mí. Tus abrazos, tus caricias, en fin, tus recuerdos. Y aquí estoy mi amor, treinta y cinco años después de conocerte. Profesandote el amor más puro y sincero que se puede sentir. Respetando a tu esposa sobre todas las cosas. Acompañándola en su dolor, un dolor que debió de ser mío. Contigo aquí, de cuerpo presente. Ahogando para mí estas palabras que el mundo no debe oír. Susurrandote de cerca, muy bajito. Contándote lo que pudo ser. Me despido hoy de tí y para siempre, mi amor. Nos veremos en la próxima vida y procuraremos acertar a la primera para vivir nuestro amor.

Partes del mundo de los vivos, rodeado de flores y amigos. Dejando sin saberlo, dos viudas. Ella recibirá el reconocimiento del mundo y yo..., yo me quedaré con el tuyo.

Todavía guardo entre las ajadas páginas de mi adolescente diario aquella flor que me regalaste, ya muerta, ya seca. ¿Dónde has guardado los besos que no nos dimos?. ¿Y las noches de embriagador extasis entre las sabanas que nunca disfrutamos?. Guárdalas bien, bajo siete llaves mi amor para que nadie nos las robe, pero ten a mano el mapa del tesoro para cuando estemos al fin juntos, al fin solos, y podamos caer rendidos de tanto amarnos.

Este relato corto forma parte de mi libro DesAmores de @_lasonambula María del Carmen Parres 2020 ©.
Editorial Tepublicamos 2020.
ISBN: 978-1-913914-03-5

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2021 ⏰

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