De Frente a la Tormenta

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–¿Me perdonas?

Las palabras resonaron tanto a sus oídos que le pareció que se habían quedado atoradas en el aire sin atravesar la puerta cerrada en la que se hallaba recargada, la rubia suspiró, aquella no había sido su noche.

–¿Iori, me perdonas?

Repitió analizando por enésima vez que tan aceptable era disculparse por lo ocurrido, aguzó el oído para tratar de hacerse una imagen de lo que ocurría en el interior de la habitación, sin mucho éxito, si había alguien no hacía sonido alguno, resignada se sentó con la espalda apoyada en la puerta.

–A veces me pregunto que tanto debería permitirte el permitirme hacer lo que hago, que tanto debería confiar en que no te afecta saber que me emparejan con él, que tanto...

Exhaló apoyando la frente en sus rodillas. Aquella noche Ryo la había invitado a cenar para celebrar el final del torneo. Originalmente sería la cena familiar del Art pero Takuma y compañía tenían otros planes. Al final había resultado una incómoda cita con Ryo en que sus parientes "de incógnito" intentaban animarlo a mínimo proponerle matrimonio.

Aquello la fastidió, era absurdo. ¿Qué hacía ella ahí? La idea la llenó de vergüenza que el Sakasaki interpretó como "pena ajena" al verlo discutir con su familia, con tanto jaleo habían logrado llamar la atención de todo el restaurante y fue entonces cuando lo vio. En la barra, con un vaso de whisky en las rocas acariciando sus labios, mientras la observaba.

"Iori..."

Su voz la traicionó aunque nadie noto sus palabras, el hombre terminó su trago, dejó unos billetes en la barra y se marchó.

-Estúpida...

Se susurró abrazando sus rodillas preguntándose si habría sido una casualidad o si él siempre la vigilaba. Sintiéndose avergonzada había explotado cargándose la mesa y al AntiArt que iba llegando a fastidiar. Después, con toda dignidad se marchó. 

Que los Sakasaki pagaran la cuenta y los daños. Ella sólo quería tratar de alcanzarlo, pero al salir no había rastro de él. Solitaria caminó de vuelta al hotel rumiando lo ocurrido.

Al llegar, sus pasos enfilaron directo a la habitación de él, buscándolo. Así había terminado ahí, sollozando al pie de una puerta cerrada. Entonces escucho pasos por la escalera, hasta aquel momento no había pensado en el cuadro que representaría a los ojos del resto de los huéspedes estando ahí encogida, llorando. 

 Se planteó levantarse de sopetón para disimular, pero decidió que aquella noche se sentía cansada. No solo por el torneo o el asco de cena, estaba cansada de aquella farsa con el Sakasaki, cansada de mantener la guardia alta, de esconderse para no convertirse en el blanco, el punto débil...

Es que acaso ¿Ella era débil? Desde luego que no, podía defenderse de cuanto seguidor del Orochi se le viniera encima, podía... luego entonces ...

¿Porque no lo había hecho?

Los pasos abandonaron la escalera, cerró los ojos, no quería ver a nadie, no le importaba que la vieran, no...

Cuando el sonido se detuvo frente a ella su curiosidad pudo más, abrió un ojo y entonces reconoció los zapatos, sin pensarlo alzó la mirada. Iori la miraba con tal desconcierto que la hizo reír, él no parecía entender muy bien su reacción, quiso sonreír pero se vio tan forzado que más gracioso le pareció a ella.

Sintió el cálido tacto de sus manos sujetándola de los antebrazos para levantarla, las mejillas regadas con sus lagrimas le daban comezon, no podía dejar de llorar y tampoco de reír, porque él estaba ahí. Afuera. No detrás de la puerta cerrada.

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