Prólogo

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( p r ó l o g o )序文

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( p r ó l o g o )
序文

     Adrenalina recorre naturalmente el cuerpo cada que el peligro se hace presente, ya sea en un mundo antiguo o moderno instintos llevan a las acciones inconscientes

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     Adrenalina recorre naturalmente el cuerpo cada que el peligro se hace presente, ya sea en un mundo antiguo o moderno instintos llevan a las acciones inconscientes.

    La gélida noche de un Japón solitario no es la excepción, el país del sol rojo es considerado como uno de los más seguros a nivel mundial, no obstante, si ese es el caso

¿Por qué alguien pierde el aire de sus pulmones lentamente al caminar?

     Resuena en largos pasillos grisáceos los zapatos lustrados de un hombre asustado, tras los suyos se percibe una segunda persona oculta entre las sombras, es alguien desconocido para el varón temeroso; el mar de oro que baja desde la raíz de s...

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     Resuena en largos pasillos grisáceos los zapatos lustrados de un hombre asustado, tras los suyos se percibe una segunda persona oculta entre las sombras, es alguien desconocido para el varón temeroso; el mar de oro que baja desde la raíz de su cabello se agita de un lado a otro con frenesí.

    El corazón amenaza con salir cada que se acerca a su apartamento, se encuentra en los pasillos de la residencia dónde vive y ni un alma cruza el camino para salvarlo del inminente peligro que lleva sus instintos al punto de correr. Giró sutilmente el rostro solo para ver la sombra misteriosa que desde hace meses lo acecha, rogó al cielo que la velocidad este de su lado; ahora la historia no le sirve de nada.

   Subió las escaleras trotando, hecho que lo atrasó y le permitió ver de más cerca a quién lo tiene corriendo desde hace un rato; capucha negra, ropa holgada y guantes oscuros alertan aún más los primitivos instintos del rubio; sabe que si se detiene algo lamentable sucederá.

    Llegó al último piso, bajo uno de sus zapatos se quebraron vidrios que piso accidentalmente, quizás provengan de una botella. Un jadeo se escapó de sus finos y resecos labios temblorosos, además de un poco pálidos por el susto que está experimentando. El trote pasó a convertirse en una carrera cuando los ámbar del profesor divisaron la puerta de su apartamento, pese al temblar de las manos sacó las llaves e intentó abrir la puerta.

     Una, dos, tres vueltas. Por nada del mundo la cerradura quiere ceder, no sabe si es por los nervios o si realmente se dañó el cilindro interno.

   El click de la llave romperse entre sus falanges paralizó las células del adulto, lo único que piensa ahora es que está a menos de seis metros del sospechoso encapuchado y que sino logra entrar en su apartamento…

— Rengoku

  El susodicho giró sus ámbares al dueño de la voz, brindando un rostro tan pálido como el arroz se topó directamente con Kamado Tanjiro, uno de sus alumnos del instituto y por supuesto; su vecino.

— ¿Rengoku-sensei, está bien? Está muy pálido, parece enfermo —insistió el bermejo con bolsas ecológicas vacías a mano, al no recibir respuesta bajó los rubíes a las manos del mayor y se fijó en la llave rota—. Oh, parece que no puede entrar a casa ¿Tiene otra copia? Si quiere puede quedarse en mi casa, mamá está preparando una cena espectacular ¡Estoy seguro de que no se negará! —anunció alegre, abriendo por completo la puerta y dejando salir la calidez propia de un hogar.

    Tragó en seco y se giró nuevamente, quién sea que lo estaba siguiendo desapareció de la nada. Asintió errático a la propuesta ajena y aún tembloroso entró al hogar de los Kamado. Es mejor estar acompañado que solo en una situación como la que acaba de experimentar.

— Gracias joven Kamado —extendió una sonrisa débil, preocupando de más al menor que dejó las compras nocturnas de lado y decidió ayudar a su vecino y docente de historia.

     La familia de Tanjiro fue amable, ante el aparente malestar del rubio le brindaron sopa y algunas pastillas para la jaqueca, última que atacó sin piedad al mayor luego de momento tan tenso. La madre de los niños recibió la noticia de la llave y con toda confianza permitió que su vecino durmiera en el sillón de la sala.

    Mañana sería día libre, empero, no le gustaba la idea de quedarse solo otra noche. Quizás era un paranoico en todo su esplendor, empero, unos días en casa de su familia no le caerían mal.

     Cayó en brazos de Morfeo tras horas pensando en quién podría ser el extraño acosador, entre sueños sin sentido pudo verlo nuevamente; cuestiona si siquiera era humano quién lo atormentó tanto.

     Cayó en brazos de Morfeo tras horas pensando en quién podría ser el extraño acosador, entre sueños sin sentido pudo verlo nuevamente; cuestiona si siquiera era humano quién lo atormentó tanto

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