Una camioneta, dos amantes, un problema

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Aquella chica de pensamientos aventureros se fue bien entusiasmada a un lugar que no conocía. Aquellos amigos de la infancia la habían invitado a un viaje largo y cansado en camioneta, ella acepto gustosa, la muy ingenua. La madre de uno de ellos los llevaría, la muy pendeja.

Mientras adelante iba la mujer y uno de los chicos, hablando campantes. Los de atrás fingían tener sueño mientras las manos volaban explorando el cuerpo ajeno, tapados bajo una manta corta, pero acogedora. Muy corta, demasiado realmente, solo era un suéter de tallas grandes. Ella de vestido y el de joguer, destalles significativos a la hora de sentirse el uno al otro.

Ella al principio estaba temerosa, era un espacio pequeño y cualquier cosa podría oírse, un descuido y serian encontrados. Pero luego de la segunda caricia se vio enviciada. Quería más, quería mucho más. Quería ser atendida, deseada. Así que cada vez que él bajaba la mano ella abría las piernas lentamente para permitirle acceso, él era de manos rápidas y habilidosas, sus largos dedos recorrieron su muslo bajo las cortas longitudes de ese diminuto vestido.

El aire acondicionado siempre estuvo encendido, incluso cuando llovió, ellos agradecían eso

-Tengo frio- decía ella disimulando una nota de deseo en la voz, lo decía lo suficientemente bajo como para parecer que solo le decía a él, pero secretamente también lo decía para que ellos supieran la excusa.

Ellos fingieron que no escucharon, ella fingió que no fue intencional.

Los senos de la chica eran atendidos junto con su cintura, ella estaba insegura de su figura, pero cualquier rastro de vergüenza fue borrado cuando lo veía a él temblar y con su longitud a punto de disparar, su sexo lloraba por ser atendido.

Pero ella tenía miedo, esa piel guardada bajo capas de tela emitía un olor que llamaba mucho su atención, y en su interior se libraba una batalla campal entre determinar si debía tocarlo o no. Luego de segundos de indecisión puso sus temblorosos dedos sobre aquella piel prohibida y poco explorada, no supo si fue su calentura o su curiosidad lo que la llevo a hacerlo, pero sabía que ahora no quería dejar de tocar. Era caliente, más de lo que alguna vez imagino que sería, la piel blanda y muy movible que estaba por encima fue su juguete, arriba y abajo, unas caricias y buscar su base. También le llamo la atención aquel liquido viscoso que sobresalía de la punta, lo embarraba todo. Ella era casi una niña, y aquel chico lo comprobó cuando, casi a punto de correrse con los ojos dilatados, sudando frio, tiritando y los vellos erizados conteniéndose lo más posible para no soltar aquel gemido delicioso que tenía atorado en la garganta; ella lo miro directamente a los ojos y con una sonrisa juguetona; le mostro su dedo índice y pulgar una gota de su esencia siendo aplastada y enseñando los hilos que creaba.

Ella lo miraba como un divertido misterio, y él finalmente se corrió. 

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