Me daba pena incluso mirar el suelo firme recubierto de una madera impecablemente pulcra por la que se esparcían los restos de palomitas, las cajas de pizza y al que se pegaban los ositos de gomitas de colores, por eso, o me centraba en la película, o miraba a Jason mientras le hablaba y él me hablaba, intentando no abrir la boca cuando tuviera un buen trozo de pizza caliente y humeante dentro.
Estábamos en el suelo, sobre un montón de cojines de diseño japones y la alfombra que prefería no saber de dónde era. El caso es que era cara, seguro.
Todos los muebles de la casa, por no hablar de esta en sí, debían ser carísimos. Dudaba que hubiera algo barato allí. El jardín era enorme, con una fuente, estatuas de duendes, jardinero y todo. Por un momento pensé que sería una casa de campo, pero de eso nada. La decoración era increíble, moderna, cálida, no demasiado cargada, unos muebles impecables, italianos, seguro. La pared cargada de cuadros abstractos, las estanterías repletas de libros, pantalla de plasma, chimenea, figuritas de cristal adornando las mesas y los estantes, las chaquetas colgadas del perchero eran de Armani y Boss. Habían fotografías de la familia de Jason al completo en sitios como España, Italia… joder, ¡New York! Era increíble.
Comparado con ellos, yo sí viviría en una casa de campo.
-No, estás de joda ¿Para ti una película de miedo significa un psicópata corriendo detrás de una protagonista y cargándose a todas las personas que la rodean? ¡Eso es una mierda gore! – le dije, apoyando la cabeza en la parte baja del sofá blanco de cuero que tenía detrás. Encogí un poco las piernas descubiertas por el albornoz de algodón que me cubría el cuerpo. Solo llevaba eso… y unos boxers de Calvin Klein que no eran míos.
Me había escapado de casa y llevaba dos días con la misma ropa sin ducharme. En cuanto llegué a casa de Jason, fue lo primero que le pedí, sólo eso y ahora me sentía como un puto rey después de darme un baño en la increíble ducha de hidromasaje que me había dejado muerto del gusto.
Mi ropa se lavaba en la lavadora de última generación mientras tanto. Al día siguiente se secaría en la súper secadora y saldría planchada y todo.
Empezaba a envidiar a Jason. Bien que mi vida estaba bastante acomodada y tenía una casa en los barrios altos y todo lo que me diera la gana, pero… no era millonario, eso no.
-De eso van todas las películas de miedo, ¿No? – alzó una ceja mientras me miraba engullir un puñado de palomitas. Él estaba en pijama o eso creía. La parte de arriba se le pegaba al cuerpo como si fuera adhesiva. Sus músculos se acentuaban bastante más que los de Mark y, además, estaba muy bueno, tanto o más que Mark..
Pero no era Mark…
-Las pelis de miedo de verdad son las japonesas. Ya sabes, esas que tienen pelos por todos lados. No hay sangre… pero tienen mucho más argumento y da mucho más miedo.
-Sí. Las japonesas son tan feas que asustan.
-Sólo algunas. Otras están muy bien.
-¿Te refieres a japonesas o a japoneses? – puse los ojos en blanco. Él se rió.
-Muy gracioso.
-No, en serio… me gusta más lo gore. Me gusta ver correr la sangre. – dejó salir un tono de ultratumba que me hizo gracia.
-Pues a mí no. Además… se pasan con el sexo. – hice una mueca observando la película. Hostel era una asquerosidad. Los protagonistas ya habían ido a un par de puticlups antes de acabar en el hotel. Era muy grotesco para no ser una porno.
-Bien, te doy la razón en eso. Pero hay algunas muy buenas. ¿Has visto Saw? – casi me atraganto con la bebida.
-¡Hum!... ¡Esa es buena! Pero aún así, a partir de la cuatro, se pasa.