Miró a la chica que estaba sentada en el asiento trasero por el espejo retrovisor. Iban en el auto, Frederick, su esposo, al volante, ella de copiloto, su hijastra y sus hijos detrás. Annabeth estaba sentada del lado de la ventana izquierda, mientras que a su derecha, sus medios-hermanos, Mathew y Bobby, peleaban sobre alguna tontería.
En circunstancias normales, Danya Chase no habría dudado en reprender a sus hijos y ordenarles que se estuvieran quietos, pero esta vez no lo hizo.
Miraba a su hijastra.
Annabeth estaba recargada sobre su brazo, que apoyaba en la puerta del auto, la mirada perdida fuera de la ventana, sus inteligentes ojos grises escaneando el paisaje, calculando la velocidad del viento o lo que fuera.
Parecía tan perfecta. Tan inalcanzable. Como si todo lo que ocurría a su alrededor –la pelea estúpida de sus hermanos menores, el tedioso viaje en auto– no fuera sino un pequeño contratiempo, como si dijera "yo lo tengo todo bajo control".
Rodó los ojos, pero la suave sonrisa de sus labios la delató. Dios, esa niña era tan lista.
Bueno, no por nada es hija de Atenea, se dijo. Atenea, la Diosa de la Sabiduría. Rodó los ojos de nueva cuenta, pero esta vez con rabia.
Odiaba a Atenea. En serio la odiaba.
No le molestaba que hubiera tenido una relación con su marido, por supuesto que no. Es decir, ella había tenido otras relaciones antes de casarse con Frederick también. Claro que ella no había quedado embarazada de esas relaciones pasadas, pero ése no era el punto.
Seguro no podías decirle a una diosa que usara métodos anticonceptivos, ¿o sí?
Además, no iba a sugerir que esa hija con Atenea fuera un error, eso nunca.
Annabeth podía no ser su hija, pero era una chica muy linda. No, en serio, era algo que cualquier madre hubiera deseado.
Es decir, era lista, muy guapa, inteligente, responsable, buenas notas, no había que perseguirla para que arreglara sus cosas o terminara sus deberes, mantenía su habitación en orden, cuidaba sus cosas, era educada, era muy independiente y...
Y ése era el problema: era muy independiente. Muy independiente y muy lista.
Lo hacía todo sola. Y siempre lo hacía bien. Si necesitaba ayuda se valía de su ingenio para resolver sus problemas sin pedirla, sola.
Y si ella no podía hacer las cosas, debías adivinar tú qué era lo que pasaba y cómo solucionarlo sin que ella te lo dijera, sorprendiéndola, y eso era algo difícil cuando ella era una "hija de la Diosa de la Sabiduría."
¿Cómo se suponía que debía tomar el lugar de una madre para alguien que sencillamente daba una impresión de no necesitar a nadie? ¿Cómo debía ella, la madrastra del cuento, ofrecerle su apoyo cuando ella sencillamente no necesitaba ninguno?
Annabeth siempre lucía tan preparada, como si supiera la respuesta a cualquier pregunta de antemano. Sabía sobre cualquier tema, y lo mismo te hablaba de mitología que de gramática, de griego antiguo que de física. Jamás podía seguirle el hilo de conversación, por más que intentara.
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Pequeño detalle
FanfictionDanya Chase odiaba a Atenea. En serio, odiaba a esa diosa, y sabía que esa rivalidad nacía de que debía culpar a alguien de la mala relación que tenía con su hijastra, y que la única que cumplí con esas características era Atenea. Pero... ¿qué pasa...