Hierro

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Ellos pelean y gritan y gruñen y las palabras en la habitación (o en la cocina o sala o cualquier lugar en el que tengan sexo) son más hirientes que en el campo de batalla, las burlas tienen la intención de cortar y abrir heridas, de una manera que contradice la ligereza cuando luchan, de verdad.

Pero si les preguntas, ellos dirán que, cuando no están vestidos y tienen las manos del otro en su cuerpo y están besándose como si fuera a acabar el mundo, es la verdadera batalla. ¿Explosiones y gritos? ¿Los vengadores y el aliado ocasional de Loki? Eso es diversión. Es saber que los vengadores no tienen interés real en capturar al Dios, porque cuando le conviene cambia de bando y los ayuda con amenazas más grandes, es saber que Loki no tiene interés real en hacer daño a civiles.

¿Pero esto?

¿Esto en lo que se ha convertido su relación de enemigo-pero-aliado-cuando-me-conviene a enemigos con beneficios?

Simplemente no funciona. O funciona mejor de lo que habían esperado y sólo los va a quemar, explotar en la cara, como suele suceder con ellos. Porque no son sólo los beneficios en la cama, son las mañanas, después de que la noche los dejara agotados, cuando Loki se despierta primero, cuando observa el rostro tranquilo de Anthony y no puede pensar nada más que en cuanto quiere conservarlo así. Son las palabras descuidadas del ingeniero cuando lo único que está en su mente es lo hermoso que se ve el mago cuando no está despotricando en contra de alguien, cuando no está a la defensiva.

Y los asusta.

Están terriblemente asustados de lo bien que funcionan juntos y se gritan y gruñen amenazas vacías y comentarios llenos de veneno que tira de lleno al punto débil del otro. Sólo hacen lo mejor que saben hacer: alejar a los demás.

Porque no es sólo atracción física y no saben cómo manejarlo. Tony sabe que es una mierda en las relaciones románticas, la única real que ha tenido terminó por su culpa —aunque sabe que Loki no es Pepper, son, quizá, todo lo contrario—, Loki sabe que sus problemas y mente fracturada son demasiado, sabe que él es el Dios de las mentiras y mentir es lo que hace.

Sabe que es el Dios del caos y caos es lo que provoca.

Pero saben que su vida no sería la misma sin el otro. Saben que no pueden durar mucho de vivir con verdades a medias y mentir por omisión a la persona que ama —quieren.

Así que, una noche, cuando los dos estaban demasiado cansados y lo único que estaba en su mente eran los restos del clímax (y el alcohol, dioses, habían bebido tanto), Tony no pudo evitarlo. No pudo, no importó que los días pasados se haya encerrado en su laboratorio para tranquilizarse y empujar abajo los sentimientos. Tony Stark, el genio, multimillonario, playboy (ya no), filántropo, no logró evitar susurrar cosas que no debían ser escuchadas por nadie más que sí mismo.

Susurró con una sonrisa atontada entre labios al oído del mago, musitó, porque era un secreto, uno que llegó a Loki como una explosión. El Dios del fuego con cuerpo de hielo se quemó y ardió por la verdad que le fue entregada.

Él es el Dios de las mentiras y mentir es lo que hace, aun cuando la verdad esté es su garganta y luche por escapar. Aun cuando sus acciones no coinciden con las palabras tramposas y elaboradas.

Entonces, cuando el ingeniero que acababa de mostrarle la verdad al Dios embaucador cerró los ojos y durmió, como no lo había hecho en mucho tiempo, Loki esbozó una triste sonrisa, lo sostuvo más fuerte entre sus brazos y su mirada permaneció fija en el techo.

El techo que se convirtió en la noche con miles de estrellas pintadas a picotones en ella. Loki miró y miró y las contó —una por cada vez que le mintieron, una por cada vez que mintió— y las sufrió, cada una de ellas. El recuerdo a carne viva de lo que sucedió con las personas que amó.

De aquellas que lo amaron a cambio —el amor que brilla en los inocentes que apenas reconocen algo más que a sí mismos y a sus padres, el amor carnal y pasional que deslumbró en piel y ojos y boca pequeña que lo colmaron con la verdad y nada más que la verdad, oh, dulce sigyn—, pero él era un embaucador, incluso antes de serlo. Él era un villano, ruin, miserable al que las Nornas maldijeron, porque ninguno de ellos está más con él.

(Lo que más duele es saber que es mejor así, después de la humillación y el desprecio y la ira,

él deseó haberlos podido seguir).

Está maldito y sabe que no puede culpar a los demás de ello, él lo ocasionó, todas y cada una de las desgracias que sufrieron sus personas amadas. No podía dejar que lo mismo le sucediera a Anthony, un héroe de Midgard, la esperanza de su gente.

Él sabe que las palabras que Tony susurró son reales, sabe que las siente y las vive y las sufre. Casi prefiere que sean una mentira.

Aun cuando había visto el deseo suave de algo más en sus ojos.

Aun cuando había leído las promesas en sus gestos y la manera en la que tocaba su cuerpo distaba de la lujuria ciega con la que había comenzado.

Negarse a sí mismo confesar las palabras que sentía en cada centímetro de su piel y cerebro y corazón, era una crueldad que no soportaría y terminaría derrumbándose sobre sí mismo antes de notarlo. En otro tiempo, en otro universo él habría derramado los sentimientos que ahora lo están ahogando, asfixiando y Anthony podría o no ser el oxígeno que evitaría su deceso.

Su caída en el vórtice de una locura ciega y violenta que ya lo había atrapado y eso era demasiada responsabilidad. Una carga. El hombre que susurró su amor por él no merecía llevar una carga tan pesada, esos ojos marrones que brillaban con júbilo infantil y el tormento de acciones que tomaron vidas inocentes, él no necesitaba oscurecerlos más.

Volvió su mirada al hombre al que sostenía ferozmente.

Él quería reír, porque había logrado atraparlo, no quería irse. Permanecer entre sus brazos y él sostenerlo a cambio era lo que necesitaba, lo que anhelaba, pero no podía permitirse porque todo lo que tocaba se desmoronaba entre sus dedos.

Anthony no iba a pasar por eso.

Poco a poco fue debilitando el agarre que mantenía sobre él, poco a poco sintió volverse más grande el amargo peso en su pecho. Rozó sus labios en su sien y desapareció entre susurros de disculpa.

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