Parte 1 - Todo lo ve

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Era un día cualquiera. Los padres de Noah se preparaban para irse de viaje a la casa del bosque, su lugar de descanso en invierno. Noah no estaba muy entusiasmado con el viaje. Hubiera preferido quedarse en casa y andar con los amigos por el vecindario. Realmente hacía meses que deseaba poder salir con una chica de la escuela, y las vacaciones de invierno parecían ser el momento perfecto para acercarse a ella. Sin embargo, como todos los años, los planes de sus padres tenían un destino fijo: la casa del Bosque.

Noah y sus padres vivían en Gengenbach, una pequeña ciudad de aproximadamente 11.000 habitantes que se encuentra en el sur de Alemania, en el borde de la Selva Negra, en el Distrito de Ortenau, Baden-Wurtemberg.

Un lugar sacado de un cuento de hadas, con hermosas casas y paisajes, la mayor atracción natural del lugar era, sin duda, la Selva Negra: una región montañosa cubierta por unos bosques tan densos que, desde lejos, parecen casi negros y cuya extens...

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Un lugar sacado de un cuento de hadas, con hermosas casas y paisajes, la mayor atracción natural del lugar era, sin duda, la Selva Negra: una región montañosa cubierta por unos bosques tan densos que, desde lejos, parecen casi negros y cuya extensión es de más de 11.100 km2.

Justo en la Selva Negra, a las afueras de la ciudad, los padres de Noah tenían una cabaña que había heredado la madre de Noah. La cabaña era en sí bastante pintoresca, cómoda y regocijante la mayor parte del año, pero en invierno, era fría y muy solitaria. Para un joven de 17 años, la soledad de la cabaña, el frío y la falta de internet eran motivos suficientes para considerar un desastre como destino vacacional.

Noah trató de todas las formas convencer a sus padres para no ir y quedarse en casa de Anton, su mejor amigo. Pero sus padres habían sido claros: no estaba en discusión el plan de vacaciones familiares.

El día del viaje, sus padres organizaban todo lo referente al viaje mientras que Noah prefirió ir a despedirse en casa de Anton y llevarle una carta para que su amigo se la diera a Frederika, la chica que Noah había querido hablarle desde que tenían 8 años y estaban en Klasse 2. La carta había sido un poema corto que, básicamente, Noah se había pasado escribiendo en las últimas semanas de clase, una declaración de amor para Frederika y una promesa para encontrarse una vez regresara de su viaje.

-¿De verdad crees que a Frederika le gustará esto? ¿No es muy cursi para nuestra época y edad? - preguntó Noah a Anton, que yacía acostado en un sofá viejo en la terraza de su casa aún en pijamas.

-Noah, si algo he aprendido estos años es que las chicas se pasan toda la vida buscando al príncipe azul, de seguro todas estas cosas le gustarán. Además, tú no me crees, pero desde hace dos años veo cómo ella te mira y sonríe y tú aún no quieres darte cuenta. ¡Es obvio, amigo! ¡Frede se muere por ti! - Dándole una palmada en la espalda y sonriendo, Anton le quitó la carta a Noah de las manos y la guardó en el bolsillo del pantalón de su pijama.

Noah, que era más bien tímido y callado, se pasaba las manos por su cabeza y sacudía su melena café, no muy seguro de lo que acaba de hacer... Pero sabía que era inevitable, no habría forma de sacarle esa nota a Anton de los pantalones.

-Ok, está bien, no voy a postergarlo más tiempo. Que sea lo que tenga que ser. ¡Gracias, Anton! De verdad eres un gran amigo - dijo Noah con una medio sonrisa en su cara.

Mariana en la lluvia: Un viaje a través de mundos fantásticos".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora