[ Comienzo ]

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Sus mejillas comenzaban a tornarse de un suave y etéreo rosa, un tono que, como un susurro en la noche, se fusionaba con su pálida piel, casi de porcelana, tan frágil y pura que la luna misma parecía reflejar su luz en ella. Su cabello, una cascada plateada que caía como hilos de plata bajo un cielo estrellado, estaba siendo adornado con un velo blanco, casi transparente, que danzaba con el viento através de la ventana, como un secreto susurrado, como un misterio revelado. Aquella fusión de tonos delicados y sutiles, donde lo efímero se encontraba con lo eterno, envolvía su figura en una aura de enigma, un acertijo de sombras y luces que sólo los más atrevidos osarían descifrar. Cada hebra de su cabello, cada pliegue de su velo, parecía contar una historia antigua, un relato que solo se revela en la penumbra, cuando los suspiros se entrelazan con los murmullos del tiempo. Sus ojos, ocultos bajo ese velo que apenas rozaba la realidad, parecían observar más allá del espejo, escuchando los ecos de su corazón.

—Amarte y respetarte a partir de este día... en las buenas y en las malas... en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad... hasta que la muerte nos separe—. El peli-plata, dejo escapar un suspiro de sus labios, como una sombra que se disuelve en la oscuridad. Devolvió su mirada a su reflejo, donde sus ojos se encontraron con los de un extraño, uno que intentaba reconocerse en esas palabras, en esa promesa hecha al borde de un precipicio.

—Y aunque tu familia es más rica que el propio dios y, me intimida a morir... Tu padre me odia con la intensidad de mil soles, y tu hermano, con su copa siempre llena, no deja de coquetear conmigo... Aun así, estoy ansioso por formar parte de tu familia "ligeramente" disfuncional—. Su voz resonó en el silencio de la habitación, como si aquellas palabras fueran parte de un juego peligroso, uno en el que ya estaba irremediablemente atrapado.

—¿"Ligeramente"?—. Una voz surgió desde el marco de la puerta, suave pero cargada de una ironía sutil, similar al filo de una navaja que apenas roza la piel. Rápidamente, el hombre de cabellos plateados giró la cabeza hacia el origen del sonido, sus ojos encontraron a la figura que se recortaba contra la luz del pasillo. No dudó ni un segundo en clavar su mirada, como si buscara en esos ojos una respuesta que ya conocía pero temía admitir.

—Qué diplomático—. La sombra en el umbral se adelantó, y su presencia llenó la habitación con una extraña mezcla de calidez y amenaza, como un invierno que se aproxima con pasos calculados.

—Hola, Obito—. Saludó, acompañado de una sonrisa sutil.

—¿Qué haces?—preguntó Obito, mientras sus pasos, lentos y deliberados, lo llevaron hacia la ventana. Desde allí, observó cómo todo allá abajo se organizaba con precisión meticulosa, aunque bajo una prisa velada, como si cada movimiento estuviera destinado a evitar el inevitable caos.

—Parece que tu papá estuviera en un funeral... Él me odia—dijo Kakashi, con una frustración palpable que se reflejaba en sus ojos, mientras observaba la expresión severa que marcaba en el rostro de "Madara Uchiha", el padre de su futuro esposo. Aquella mirada, como un abismo impenetrable, parecía cortar el aire entre ellos, cargada de un juicio silencioso que pesaba sobre los hombros de Kakashi.

—No, no te odia, Kakashi—respondió con una voz calmada, aunque la sombra de duda no se desvanecía del todo en sus palabras, como si tratara de convencer a ambos de una verdad que aún se les escapaba.

—Piensa que me caso contigo por dinero—. Kakashi bajó la mirada, esas palabras, tan frías como el mármol de una tumba.

El hombre de cabellos azabache ladeó un poco la cabeza, su gesto acompañado de una sutil sonrisa.

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⏰ Última actualización: Oct 18 ⏰

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❝Noche de bodas❞「Obikaka」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora