|| Único capitulo ||

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Estaba sumamente jodido.

Se sentía agobiado, asfixiado, lentamente caía en un pozo sin fondo. Tal vez no, tal vez pronto tocase fondo.

El cansancio estaba acabando con él, no comía, no dormía, ni siquiera sabía en qué puto día vivía. Y aún así, cada maldita mañana salía de las mazmorras para tratar de cumplir con su maldita misión.

Quería ser egoísta por un mísero instante, permitirse ser un chico normal cuya única preocupación fueran los estúpidos exámenes, preocuparse sobre lo que haría en el futuro, ¿quizá enamorarse? Sí, probablemente le gustaría vivir un cursi y ridículo romance.

Un par de brillantes y enormes ojos verdes aparecieron en su mente tras el último pensamiento. No tenía ningún caso negarlo. Esa mirada lo había atrapado desde el primer momento en el que se cruzó con la suya, cinco años atrás en la tienda de túnicas de Madam Malkin.

San Potter

Si tan solo no lo hubiese rechazado en el tren, ¿las cosas serían distintas? Muy probablemente no, de cualquier modo, el Señor Tenebroso habría querido eliminarlo. Pero...por él, Draco a lo mejor consideraría cambiarse de bando. Si Potter y él hubiesen sido amigos desde que se conocieron...

No. El hubiera no existe.

El juego comenzaba y cada uno se encontraba en el lado opuesto del tablero.

-Me han enviado una lechuza, quieren saber cómo vas con la encomienda- la irritante voz de Goyle lo regresó a la fatídica realidad.

-¿Y por qué no me la han enviado directamente a mi? -arqueó una ceja y torció la boca en un despectivo gesto. Goyle tragó grueso y se encogió de hombros.

-No quieren levantar sospechas, ya has recibido varios avisos. Además te estas tardando y se les agota la paciencia.

Draco cerró con fuerza el libro que anteriormente aparentaba leer y le dedicó una dura mirada al joven que se encontraba sentado frente a él. Estaban en la biblioteca, haciendo tiempo para que pudiese escabullirse a la Sala de los Menesteres.

-¿Quieres intercambiar conmigo? Seguramente eres tan brillante que ya sabes cómo arreglar el armario. Por favor, ilústrame con tu gran sabiduría, Goyle.

El mencionado se removió incómodo en su asiento y avergonzado negó con la cabeza. Crabbe que hasta ahora no había hablado, bufó. Ahora la penetrante y fría mirada se enfocó en él.

-¿Algún problema, Crabbe?- el aludido se encogió de hombros, pero no dijo nada.-Bien, entonces dejemos un par de cosas claras.

Draco se puso de pie arrastrando la silla, ganándose una mirada de reproche por parte de la señora Pince.

-Primero, su único trabajo es ayudarme si asi lo requiero- se colgó su morral y desarrugó su impecable túnica.- Y segundo, si no tienen nada inteligente para decir, lo mejor es que mantengan el pico bien cerrado, puede que yo sí sea una persona paciente, pero tengo mis límites.

Salió de la biblioteca con paso apresurado. Le dolía la cabeza y no estaba muy seguro de si su cuerpo aguantaría por mucho más tiempo aquella situación.

Iba tan perdido en sus pensamientos que no se fijó por donde caminaba y terminó chocando con otro estudiante. Casi se va de espaldas al suelo de no ser por una mano que se cerró con fuerza alrededor de su muñeca izquierda.

-¿Por qué la prisa, Malfoy?- Draco abrió los ojos con sorpresa-ya que los había cerrado durante el impacto- y con brusquedad se soltó del agarre que lo había salvado de besar el suelo.

Savin' me [Drarry/Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora