Capítulo I

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-1994

Aquella niña de mejillas sonrosadas saltó de su bicicleta en cuanto vio que había llegado a su destino: la casa de su amigo, Mark. Hacía semanas que no daba señales de vida. Era algo que
no era propio de él. No contestaba a las llamadas, y su madre se comportaba de una manera muy extraña. Así que, había decidido ir a su casa,a buscarle. Claro que no tenía muchas esperanzas. Ya que había ido a buscarle otros días y su madre simplemente le había dicho que no estaba en casa. Pero ella imaginaba que eso no sería cierto, eran mejores amigos. Se lo contaban todo en aquel entonces. Y él no le había dicho absolutamente nada. Había llegado a
pensar incluso que ella misma había podido hacer algo que molestase a Mark, por la forma en la que se había estado comportando. Pero todo aquello era muy extraño. Si le había
molestado algo… podría habérselo dicho ¿No? Es lo que hacían siempre. Pero también dudaba que estuviera mintiendo o ocultándole información. ¿Por qué debería hacerlo? No
había razones.
Todo aquello la dolía, porque él era la única persona que la había ayudado siempre y no la había juzgado. Claro que tenía su grupo de amigos, pero la mayoría de veces la juzgaban y otras se sentía fuera de lugar. Y es que , desde que nació había sido objetivo de todas los cuchicheos, de todas las miradas y preguntas. Todo por culpa de su apellido. Su maldito apellido. A ver… su familia no era una familia ejemplar precisamente. No era como esas que salían en los anuncios de detergente con sus sonrisas brillantes. Era más como las que salían en los documentales de crímenes reales. Su padre, estaba en la cárcel, cumpliendo condena por estafador y asesino, y aunque suene muy guay, ella no estaba orgullosa para nada. Nadie
en su caso lo estaría. Sus hermanos iban por el mismo camino. Y su madre escapaba de la policía como podía. Enya quería pensar que no acabaría por el mismo camino que su familia, pero muchas veces, parecía que lo llevaba en la sangre, era como si estuviera destinada a ser
como ellos. Además de la presión de todas las personas. Todo el pueblo la conocía. Enya Larsson, hija de asesinos, estafadores y familia de criminales. Toda una película digna de aparecer en Netflix. Y sí, era cierto, pero el problema, es que la mayoría de personas que decía eso, no había hablado con ella en su vida. No la conocían. Pero es algo normal, todos
juzgamos antes de conocer a una persona, aunque sea la primera vez que la hayas visto en tu vida. Todos lo hacemos. El problema, es que los rumores sobre ella, no eran rumores, si no, una verdad como una casa.
Enya se acercó a la puerta de la casa de su amigo, a la que había ido miles de veces, en la que había pasado tantos buenos momentos, en la que se sentía tranquila, en la casa que le
producía tranquilidad., Pero esta vez, al tocar aquella puerta con los nudillos, tan solo le producía escalofríos, y el olor que rodeaba la casa, era casi insoportable. La escena parecía sacada de una película de terror, aunque la madre de Mark parecía que había hecho todo loposible para que pareciese todo lo contrario. Su casa, estaba pintada de varios colores, entre ellos el azul y morado. Era una casa bastante alegre. O eso le parecía cuando venía con su
amigo.
Tras unos minutos de espera en vano, pensó en irse, pero algo la incitaba a quedarse. No podía irse. Miró el pomo de la puerta, que parecía que gritaba: ‘’¡¡Inténtalo!!’’. Lo miró por un par de minutos, hasta que tomó una decisión y lo hizo girar. La puerta cedió y se abrió, dando paso a una entradilla. Una entradilla muy distinta a la que ella estaba acostumbrada a ver. Cuando ella venía, la casa estaba llena de vida, de luz, siempre transmitía felicidad y un permanente olor a ambientador te recibía cada vez que entrabas. Pero ahora, la casa estaba
oscura, y el olor que penetró sus fosas nasales no era para nada agradable. Era mucho peor que el que rodeaba la casa, ahora este era mucho más intenso.
Aguantando las ganas de vomitar que le producía estar allí, dio un paso dentro de la casa, dos, tres. Así hasta que no aguantó más la oscuridad , fue hacia el interruptor cautelosa y encendió la luz. En cuanto levantó la vista hacia el salón, pudo ver un rastro de un color óxido por todo
el suelo, y visto esto, enseguida comenzó a imaginarse todo tipo de cosas. Pensó que podía haberse equivocado de casa, pero en cuanto avanzó un poco más, lo deseó. Deseó que aquella casa no fuese la de su amigo. Deseó haberse quedado en su casa, tranquila, a salvo. Deseó poder volver atrás en el tiempo.
Miró el cuerpo que yacía en el suelo. Sus ojos estaban dirigidos al techo, pero Enya sabía que no podía ver nada más. Sus ojos ya no servían para nada.. Ya no podrían ver a nadie más.
Cuando morimos nos convertimos en un simple desecho. No valemos para nada después de muertos. Tu corazón ya no siente.Tus oídos ya no escucharán nada, nada más. Tu nariz no olerá nada más. Tu cuerpo solo sirve para tirarlo, es un número más.
El cuerpo estaba totalmente pálido, había perdido la sonrisa que siempre tenía. Era la madre de Mark. Enya la miró horrorizada, sin saber que hacer, aguardando, pero el cuerpo, que estaba manchado por un color cobrizo, permanecía con los ojos fijos en el techo. Su blusa estaba retirada por el abdomen, donde se podía ver una abertura en la tripa,estaba claro que era una puñalada. Por un momento le recordó a las películas que veía con su madre. ‘’Murió
a causa de un traumatismo por un arma blanca’’ decían muy seriamente los protagonistas de las historias. Ella siempre se las creía, quizás porque vivía entre aquellas historias, estaba
rodeada de asesinos y estafadores. Y todo era real.
Dirigió su vista hacia la escalera, que era de un color blanquecino, un tanto apagado por el uso y las pisadas. Enya recordó que no hace mucho, cuando las pintaron de ese color, el blanco era muy llamativo, un blanco que transmitía pureza, tranquilidad. Pero en ese momento, el final de las escaleras parecía lejos, muy lejos, y no transmitía pureza. Todo aquello parecía una historia de miedo, y como en toda típica historia, ella debía subir. Claro que aquello era real, ella lo sentía, las cálidas lágrimas cayendo por sus mejillas. El rastro color rubí que dejaban sus zapatillas a su paso. El temblor de su cuerpo. Pero algo dentro de ella la hizo seguir adelante, subir aquellas escaleras. Aún con la esperanza de que su amigo siguiese vivo. Parecía imposible de creer, incluso se podría decir que era obvio lo que se encontraría. Pero como dice el dicho… ‘’La esperanza es lo último que se pierde’’. Y no le faltaba razón. Incluso en aquel momento de obviedad, quedaba una pizca de esperanza. Una pizca de esperanza que creía ,que cuando subiese a aquellas habitaciones, en una de ellas encontraría a su amigo en una esquina, temblando, vivo. Ese era el pensamiento que la hacía seguir. Si él seguía vivo no podía dejarle allí, no podía traicionarlo de esa manera.
Subió las escaleras con paso cauteloso, aguzando el oído para poder escuchar cualquier mínimo ruido, respiración o movimiento. Pero no escuchó nada excepto sus propios pasos avanzando por la escalera, su respiración irregular y el murmullo de la calle, que entraba por la ventana. Continuó avanzando hasta llegar a una de las habitaciones, la puerta estaba
cerrada , como si quisiera ocultar algo que había tras ella. Pero ocultar aquella evidencia… resultaba casi imposible.
Abrió la puerta y su corazón se paró durante un segundo, un segundo en el que lo vio todo a cámara lenta. En el que pudo imaginar lo que había pasado. En el que todo su mundo, se
paró. El cuerpo de Mark yacía cerca de la cama, junto al de su padre, sobre un charco de color rojo intenso. Mark sostenía un cuchillo, o al menos lo tenía sobre la mano, esta ya no tendría fuerza para sujetarlo.
Miró los ojos de su amigo,que con tan solo verlos daban miedo. Daba la impresión de que sonreía, a pesar de que su cara no transmitía ninguna expresión, ya jamás lo haría. A ella se le heló la sangre viendo aquella horrorosa escena, pensando en qué había podido ocurrir, sin que su mente llegase a obtener ninguna respuesta coherente.
Enya se mantuvo mirando todo aquello, reparó en que la sangre de Mark y su padre, era más reciente que la de su madre.Se fijó en todos los moratones que cubrían el cuerpo del padre. En la brecha que tenía en la cabeza. Todo aquello no lo tenía antes. Estuvo mirando aquella horrorosa escena hasta que su cuerpo pareció no aguantar más, pues los pies de la chica parecieron pensar por sí solos, se movieron, haciendo que diese varios pasos hacia atrás, alejándose de allí. Así hasta que se vio corriendo por la solitaria calle. No se detuvo. No iba a la comisaría, al menos en ese momento. Notó miradas sobre ella, todo a pesar de que en la calle no había nadie.
Cuando, alrededor de una semana después se decidió a contarlo, la policía no tardó ni medio minuto en ir hacia la casa, llenarla de cinta policial e investigarla a fondo. Ese mismo día salió en la televisión. Se estremeció cuando vio la casa de Mark en la pantalla, cuando vio aquel periodista trajeado hablar de cosas que ni él había visto. Cosas que él no había sentido, como le había pasado a ella. Ella había estado allí, sintiendo el miedo, mientras el horrible olor que reinaba en la casa le rodeaba, aquel olor insoportable, mientras dominaba las ganas de vomitar. Viendo a su amigo, muerto. Él no sabía qué era aquello. Simplemente leía el texto con una cordialidad con la que estaba obligado a someterse por el trabajo que tenía. Sin pensar en lo que se siente. Sin sentir aquel incontrolable temblor que había sentido ella. Y es su trabajo, claro, no le juzgaba, pero en ese momento toda aquella situación la cegaba. No podía pensar en nada más.
Vio a la gente alrededor de la casa, murmurando. Sin mostrar ni un mínimo respeto. Solo les importaba aquello para más tarde, ir a contárselo a los amigotes mientras se tomaban una copa. La rabia recorrió su cuerpo como un escalofrío.Su madre había estado comportándose de manera extraña con ella, era como si sintiese pena por lo que su hija acababa de ver. La trataba con más cautela y la hablaba de manera relajada. Pero eso a Enya no le influía. ¿Todo aquello haría que Mark volviese? Claro que no. No lo
mejoraría en nada. En todo caso lo empeoraría. Para ella ya había sido bastante el golpe. No podía dormir, cada vez que cerraba los ojos se le
venía a la mente la imagen del cuerpo de Mark, al lado del de su padre. Pero lo que no dejaba de rondar por su mente era aquel cuchillo. Él tenía un cuchillo en la mano y estaba al lado de un cadáver. Todo aquello no podía ser casualidad. Y la policía no podría haberlo pasado por alto. Solo faltaba un cartel de neón señalando el cuchillo. Estaba claro. Pero Enya no lograba imaginar qué es lo que había pasado exactamente.
Tan solo unos días después, la policía declaró que los tres habían muerto por lo mismo, un traumatismo producido por un arma blanca. Nadie dijo nada de aquel cuchillo.

- Mamá… -dijo Enya mientras iba al salón,donde estaba su madre

No quería esperar. Ya había esperado bastante al contar lo que había visto. No esperaría de nuevo. Iba a decir lo que había visto, porque, tras meditar unos minutos, ese cuchillo sería
clave en la investigación de la policía. Y aunque tenía miedo de que pudiesen inculpar a Mark, prefirió desahogarse antes que aguantar más con aquello dentro.
Pero cuando se lo contó, su reacción no decía mucho. La miraba extrañada.

- ¿Estás segura de lo que viste? Quiero decir… A lo mejor sigues en shock…

Eso dijo la policía cuando te hizo las preguntas.
Si, la policía la interrogó, o al menos eso intentaron. Ella quería responderles. Pero estaba muy nerviosa, intentaba hablar, pero su boca no emitía ningún tipo de sonido. Solo consiguió responder un par de preguntas, temblando y llorando. La policía acabó por rendirse, simplemente le dieron una tila para que me tranquilizase, y la dejaron irse. Simplemente eso. No hicieron nada más. No trataron de sacarle lo que había visto. No tuvieron ninguna
paciencia con ella. No se esforzaron en calmarla y escucharla Nada. Era como si su testimonio no fuera de ningún tipo de ayuda. En cuanto les dijo que eso pasó hace aproximadamente una semana, parecieron perder el interés en ella. Sí, se había esperado demasiado. Y sí, los cadáveres y pruebas estaban en peor estado, pero en aquel momento no estaba para nada preparada para todo aquello. Era demasiado pronto. Creía que era lo suficientemente entendible. Incluso una semana después seguía sin sentirse preparada, pero se obligó a contarlo.

- ¡Estoy segura de lo que vi! ¡No estoy loca! - respondió ella alzando la voz

En ese momento vio los ojos de su madre, trataban de analizarla, de saber por qué había alzado la voz. Quería saber qué la alteraba. Qué era lo que la ponía tan nerviosa. O quizás solo estaba enfadada.

- ¿Y por qué no lo dijiste cuando estabas hablando con la policía? - meditó por unos momentos - Enya... a lo mejor simplemente tuviste una pesadilla y confundiste un sueño con
la vida real... suele pasar, es normal, hija.

Pero Enya sabía perfectamente que lo que había visto era real. Más que nada porque desde ese día, era incapaz de dormir más de tres horas seguidas. Pero ella sabía que era real. Sus ojos no mienten, ella lo había visto. Pero nadie la creería. Si Mark estuviese ahí, con ella, seguro que la escucharía. La animaría y daría su opinión. Pero lo más importante: Mark sí la creería.

- ¡¡No era un sueño!! -gritó

Se había pasado. Era consciente de ello. No debía haber gritado, al fin y al cabo, su madre no tenía ningún tipo de culpa de todo aquello, salvo quizás, que no la creyese. Todo era muy
confuso, y era casi entendible que lo que ella contaba resultara difícil de creer. Pero al menos su madre podría hacer el intento de entenderla. Aquello no había sido un sueño. Para nada, pero le daba miedo pensar que ya nadie le daría credibilidad.
Su madre inclinó la cabeza y frunció el ceño sin dejar de mirarla.

- Muy bien. Enya, vuelve cuando te tranquilices y quieras hablar como una persona civilizada.

Unos segundos después de que su madre dijera eso, se levantó y se fue a su habitación, se tumbó en la cama y pensó en todo aquello. Todo lo que había vivido se sintió tan cerca... era
imposible que aquello no hubiese sido real. El olor. La sangre. Era todo demasiado real. De hecho, tenía pruebas de que había sido real. Pero aquellas pruebas solo mostraban que había estado en la casa, no que hubiese un cuchillo allí.
Se levantó de un salto de la cama y cogió las zapatillas con las que había ido a la casa de Mark, no se las había vuelto a poner. Les dio la vuelta y miró la suela del zapato. Y si, tal
como recordaba, un color óxido cubría la suela de la zapatilla. Pero no era suficiente. Casi no se veía, se había ido corriendo de la casa, casi se habían quitado todas las manchas de sangre. Se sintió estupida al instante.
Además… ¿De qué serviría que siguiese allí la sangre? No tenía nada que ver con el cuchillo.
Y entonces fue cuando cayó. Ella había salido corriendo. ¿Y su bicicleta? La había dejado allí. ¿Por qué los policías no le han dicho nada? No había pensado en ella hasta ese día, quizás porque normalmente la usaba para visitar a Mark e ir por ahí con él. Pero ahora no podía dejar de pensar que habrá pasado con la bicicleta.
Poco rato después, se encontró diciéndoselo a su madre, por si la habían avisado a ella.

- Pues... tu bicicleta creo que está en el garaje, pero a mí no me ha avisado nadie. De hecho juraría que estaba ahí cuando volviste a casa aquel día. ¿Estás segura de que no la trajiste
contigo?

Claro que estaba segura... como olvidar aquel horrible camino. Solitario, pero sentía miradas
sobre ella. Incluso escuchó algún murmullo cerca de ella. Pero no podía asegurar que había oído algo, eso puede ser su imaginación. Pero Enya tenía muy claro que no había cogido la bicicleta para volver a casa. Se había ido corriendo, casi volando, huyendo de allí. Así que dispuesta a comprobarlo, fue al garaje, y al abrirlo, se encontró con la sorpresa. Ahí estaba la bicicleta, apoyada en una pared. Limpia, reluciente, a pesar de que cuando había llegado a la casa de Mark estaba repleta de barro del camino. Parecía mirarla vacilante y
decir con tono burlón: ''Ja, ja ¿Ahora qué, Enya?''

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