El enfermero Vampiro.

30 4 0
                                    


"En ocasiones siento como si todo el dolor del mundo me aplastara. Mi estómago se siente revuelto, mis pulmones pequeños, mi corazón palpita con tanta fuerza que pareciera querer derramar sangre por mis ojos... Mis piernas no me sostienen y los brazos no me responden. Más allá del dolor físico un sentimiento abrumador de desesperanza e impotencia me derriban y solo quiero llorar hasta derretirme, sin embargo las lágrimas nunca aparecen. 

No espero que nadie lo entienda, pero espero que si alguna vez alguien me ama... Intente comprenderlo".

Esas fueron las palabras de la paciente 111. 
En el sanatorio todos los pacientes parecen tener una idea muy apasionada e idílica del amor, lo cual me causa cierta gracia, pues la mayoría son jóvenes con poca o ninguna familia, y en el caso de aquellos que la tienen es como si no la tuvieran, pues han sido completamente abandonados y jamás reciben una visita, carta o llamada. 

Los observo y analizo. 
Son dóciles y  jamás se enojan o manifiestan ningún tipo de rechazo a las terapias ni medicamentos.
Aunque cada uno parece estar inmerso en su propio universo nunca se han peleado o discutido entre ellos. Se ven felices bailando, corriendo, cantando, haciendo cualquier cosa. Se ven felices, sin embrago siempre que hablo con alguno de ellos  su voz se escucha cansada y su mirada perdida, hablan con coherencia aterradora y describen su sufrimiento con tal detalle que es inevitable no sentir un poco de la misma agonía. 

En ocasiones pienso que es como si ellos se sintieran los salvadores y no los enfermos. 
Le sonríen a los doctores con el rostro lleno de misericordia, les siguen el juego y engañan completamente. 

¿Y sí somos nosotros los enfermos? 

 Al ver a los pacientes no puedo evitar sentir fascinación por su existencia y como si se tratara de un tesoro secreto quiero mantenerlos ocultos de todos y de todo. "El mundo no los merece" he llegado a pensar.

Al llegar al sanatorio lo único que conocemos de ellos es su nombre, sexo y edad. Lo cual es bastante inútil dado que todos han perdido la percepción de la realidad e intercambiado sus nombres de nacimiento por nombres de su elección. En ocasiones no son ni siquiera nombres sino apodos.

"La musa"  Dasha Rylova o como la llamamos nosotros, paciente 111. 
En algún momento me dijo: 

-El nombre que nos es dado por otros al nacer jamás será nuestro verdadero nombre. 

Los pacientes nunca se enojan sin embargo sus rostros se endurecen y su voz apacible se torna cortante cuando son llamados por sus "verdaderos nombres". Todos a excepción de Hanna, a Hanna le encantaba su nombre y sonreía cada vez que era llamada por el en lugar de su número de registro "230".
Pero Hanna ya no está y su extraña alegría tampoco. Desde que Hanna se fue el sanatorio se siente demasiado solo. 

Hace poco llegó al sanatorio un chico, el paciente más joven que ha sido internado y quizá también el más extraño. Vax Black paciente 559. 

De cabello largo y negro, de facciones dulces pero calavericas. Al verlo por primera vez creí se trataba de una niña y no de un chico. Su voz es áspera y grave, casi no habla y se la pasa durmiendo o en el jardín. 

Come grandes cantidades de comida todos los lunes y luego se acuesta a dormir hasta por cinco días seguidos. Tiene el sueño muy profundo. No es ningún tipo de narcolepsia más parece ser un estado de meditación. En el jardín se le observaba los días cálidos y de fuerte brisas, parado en el medio con los ojos cerrados e inmóvil como una estatua de piedra.  Alguna vez le pregunte ¿por qué hacía eso y por qué dormía tanto?

A lo que a mi sorpresa contesto:

- Sentir la brisa en la piel en un día cálido en que las aves cantan, se siente como un instante de paz absoluta, la paz que añoran los muertos. 
Duermo... Duermo porque los sueños de varios días son los mejores.

Al tratar con el paciente 559 no puedo evitar pensar que quizá sí hubiese llegado un poco antes, Hanna aún estaría aquí. Se parecen y a la vez son tan diferentes, algo en él me la recuerda y hace extrañar más de lo que lo hacía. 

Han pasado más de dos meses y aún no encontramos al paciente 188.
Escapó poco antes de que comenzara la época de lluvias y tormentas.  Pero, no puedo evitar sentirme aliviado de su huida.
Verlo a él era como verme en un espejo, ambos compartíamos el gusto por escabullirnos en la noche hasta la sala de sedación, oler y morder el cuerpo de las pacientes.  Espero que se encuentre bien pero espero nunca regrese... Mi hermano, Hyuk.




El enfermero vampiro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora