Perfecto, otro 14 de febrero que paso sola con la esperanza de que sea el último, pero en lo más profundo sé que por mucho que lo desee no se hará realidad. Mi deseo de ver a Eros por última vez se desvanece cada vez más y supongo que eso es lo que sucede cuando te enamoras de un inmortal.
Recuerdo la primera vez que lo ví, en aquel entonces se hacía llamar Andrew, siempre ha tenido el efecto de resaltar los sentimientos de todos los que se le acercan, aunque pensándolo bien seguro es por eso que la misma diosa le encargó la misión más importante que algunas vez se ha podido designar, mantener la flama del amor viva entre los mortales.
Era otra de esas fiestas aburridas que mis padres solían hacer cada que se les antojaba, tenia 19 recién cumplidos y para ser sincera nunca me gustó estar en compañía de tantas personas vacías. Esos cuerpos que solo mueven el dinero, los títulos y sobre todo un buen rumor para depretigiar a los demás. Por eso trataba de hacer lo imposible cada noche por no salir de mi recámara, pero igual que siempre ese fue otro intento fallido, aunque me alegró demasiado saber que esa noche, a diferencia de otras, estaban presentes más familiares que de costumbre porque a pesar de que no me atrevería a aceptarlo añoraba salir, sentía que debía bajar y enfrentarme a esas personas de vestidos y trages elegantes, maquillajes exagerados y peinados que se podían observar desde las estrellas fácilmente. Esa sensación es algo que nunca olvidaré, mientras me vestía podía sentir como mi cuerpo era llamado a bajar, en mi cabeza pasaban fugaces imágenes de las pinturas de la iglesia, hacia tiempo que no iba a confesarme, aunque realmente no había nada nuevo en mi vida que mereciera una confesión pero igual extrañaba demasiado la paz que ese lugar mi brindaba y sobre todo el cielo, ese cielo azul plagado de nubes y angelitos con sus diminutas alitas y sus caritas inocentes que te miran como si realmente te estubieran esperando, como si te dijeran no tengas miedo, pronto estarás con nosotros.A medida que iba bajando los escalones de las habitaciones del segundo piso hacia el recibidor podia observar los gestos que mi madre me hacía para que para de reirme del atuendo de la señora Leon, la pobre siempre quiere encajar en un mundo que no es el de ella y en vez de aceptarlo como yo, prefiere hacer el ridículo y no aceptar consejos. Al llegar al ultimo de esos escalones interminables ya mi padre estaba extendiéndome la mano para evitar que me tropezara, algo que siempre sucedía. Ese simple gesto me encantaba, me hacía recordar cuando era pequeña y jugaba con mis hermanos en las escaleras y me tropezaba y caía, pero por más veces que sucediera, la mano de mi padre siempre estaba extendida frente a mi para ayudar a levantarme. Solo que esta vez mi padre no se encontraba sólo, a su alrededor estaban al menos 4 de sus compañeros de trabajo con sus respectivos hijos, y todos queriendo conocer a mi padre para poder asegurar en un futuro un puesto en su compañía, igual que hacian todos. Pero los estirados astutos no perdían la oportunidad de incinuar de una forma muy discreta que sus hijos estaban solteros igual que yo, esa siempre fue mi señal de que era hora de alejarme muy educadamente, como sólo mis primos y yo sabíamos, les hice jurar que si alguno veía que me encontraba en una situación de esa índole me llamarían y me preguntarían por mi novio imaginario o por un pretendiente también imaginario, de ese modo no se acercarían mas en toda la noche las hormigas, de esa forma solíamos llamar a los muchachos que estaban lo suficientemente desesperados como para querer cortejarme.
Realmete esto del amor nunca fue lo mío, simplemente no era mi estilo, incluso la mas mínima muestra de afecto y de cariño que me obligaban a mostrar la aborrecía. Pero bastó que nuestras miradas se cruzaran por esa fracción de segundo, sólo eso fue suficiente para sentir que el mundo se detenía y me perdía en esos lagos de miel. No fue hasta que mi madre tocó mi hombro, para presentarme a la duquesa De Sousa y su nieto, que regresé de ese hermoso viaje en el que estaba sometida. Como siempre, mis padres aprobecaban sus fietas para buscarme pretendientes, según ellos ese nunca fue el verdadero motivo de sus "reuniones" esporádicas con amigos pero no engañaban a nadie, les aborrecía el sólo pensar en tener una hija solterona, todos mis hermanos ya estaban felizmente casados y con herederos que aseguraban el apellido familiar. Ese nunca fue mi plan, el formar una familia, ni siquiera estaba en mi lista de cosas antes de morir, bueno, teniendo en cuenta que moriría de un supuesto accidente a caballo, de una caída o de cualquier otra manera que mis padres quisieran decir, excepto la verdad, porque claro que los respetables y honorables Gilbert no iban a confesarle a todo el pueblo que su única hija se había suicidado, es una vergüenza publica que no estaban dispuestos a correr.