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Es sencillo, jamás ha necesitado demasiadas cosas... Solo hay una en particular que de vez en cuando le hace sentir inquieto, muchas veces no le deja en paz. Es una necesidad que ha avanzado a paso de hormiga, y ahora tiene un hormiguero encima. Lo odia, odia aquello que lo arrastra a salir de su pequeño departamento, obligando sus pies a andar uno detrás del otro. No tiene mucho dinero y sin embargo le importa más comprar una cajetilla de cigarrillos que comer algo fresco, cualquier cosa que no provenga de una lata.

¿De qué le sirven estos músculos monstruosos y este poder sobrehumano si no puede controlar su adicción a la nicotina?

No hay mucha fuerza de voluntad que le impida dirigirse a la tienda de conveniencia más cercana con un par de billetes en el bolsillo, de hecho, sus últimos billetes. Ha estado esperando una llamada desde hace un tiempo, necesita otro trabajito con urgencia o tendrá que empezar a robar otra vez.

A pesar de que lleva puesta una sudadera holgada, una capucha sobre la cabeza que le cubre bastante bien, el primer pobre diablo con el que se cruza se aparta de su camino como si temiera que lo apuñale ahí mismo. Poco después una anciana con bastón apresura el paso y encuentra fuerza de donde no tiene para salir de la tienda. Pero está tan acostumbrado a que la gente reaccione de esa forma a su apariencia que lo ignora por completo.

Mira por sobre su hombro todo el tiempo, esperando ver alguno de los rostros de los miembros del clan, escondidos por algún rincón, vigilando cada uno de sus movimientos. Hasta hace un tiempo seguían detrás de él, pero desde hace unos meses parecen haberse aburrido de él.

Toji se dirige hacia los refrigeradores del otro lado de la tienda y toma un pack de cervezas, luego deambula por las góndolas de comida, pero está seguro de que no le alcanza el dinero si quiere llevarse un pack de cigarrillos. Ignora la sensación de vacío sobre su abdomen y camina a la caja registradora.

—¡Buenas tardes! —escucha y deja el pack sobre la cinta transportadora de la caja registradora. No responde al animado saludo de la cajera y levanta la vista, mira entre las diferentes cajas de cigarrillos exhibidas en el aparador y apunta con el dedo.

—Y uno de esos —dice y ella extiende las manos hasta él.

—Son ¥750.

Toji levanta la vista hasta ella, la mira a los ojos por un instante y se extraña al ver su sonrisa. Lleva una gorra con el logo del pequeño mercado y un uniforme rojo y blanco. Tiene cabello corto, desordenado, oscuro, y ojos castaños.

Saca de su bolsillo un montón de billetes arrugados y los deja frente a ella.

—Uhm... —balbucea la muchacha, esfuerza una suave sonrisa y toma los billetes, los estira frente a él y los cuenta. Luego lo reverencia con cortesía—. ¡Muchas gracias! ¡Regrese pronto!

Él toma sus compras y sale de la tienda sin decir nada. Ni siquiera en los mercados suelen decirle que regrese pronto, aunque es una costumbre. Cree que se abstienen de hacerlo porque temen que realmente regrese y esa idea lo hace sonreírse maliciosamente. La muchacha es valiente si realmente espera que él vuelva.

Ya ha pasado una buena semana en este vecindario, en la ciudad de Saitama. Es demasiado tranquilo para su gusto, tristemente acostumbrado a días penosos y torturas inimaginables. Ser abandonado en un pozo oscuro con escalofriantes maldiciones a diario le han hecho considerar la calma como algo extraño. Por eso se siente intranquilo y vaga por las noches completamente solo, camina sin pensar en absolutamente nada, mirando por hábito por encima del hombro, esperando encontrar a alguien a sus espaldas.

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2021 ⏰

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