Prólogo

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¡Hnngh, aaah!

Resonó una dulce voz. La mujer estaba boca abajo con las manos en la pared. Se oyó el sonido de un cuerpo duro golpeando contra la parte posterior de sus nalgas regordetas. El sonido de la carne abofeteando llenó la zona.

¡Huh, ugh!

Se escuchó un gemido acalorado en la voz del hombre. Su polla dura se hundía rápidamente entre las pálidas nalgas blancas de la mujer. Cuanto más profundo entraba, más fuerte gemía la mujer.

‘¿Qué es esto…?’

Philia cubrió su boca mientras observaba la voraz y descarada aventura.

Este era un edificio vacío, a un pie de la capilla.

Un lugar deshabitado que Philia había descubierto con sus criadas. Había dicho que vendría aquí cuando necesitara reflexionar.

Hoy, con el fin de hacer una reflexión más profunda, Philia se había dirigido aquí. Y esto fue lo que vio.

Como Philia era la Santa por lo que siempre se había mantenido alejada de tal promiscuidad. Es la primera vez que veía tal intimidad entre un hombre y una mujer. Y enseguida, supo quién era la mujer que estaba en los brazos del hombre.

—¡Lisa!

Era su criada. Ella miró al hombre, cuyo rostro estaba oculto por la sombra del árbol. Ambos eran como bestias, que estaban tan centradas en sus actos mientras jadeaban.

Aunque por su aspecto eran desagradables, Philia sintió curiosidad. Las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer. Era algo que Philia no tendría en su vida.

El rostro de Lisa, enrojecido de placer, era absolutamente encantadora. Philia estaba hipnotizada por la visión.

¡Ah!

Al llegar al clímax final, el hombre tembló. Philia se quedó sin palabras al verlo. Quería huir, pero podría hacer un ruido. El hombre y la mujer, con los cuerpos enrojecidos, respiraron rápidamente en el resplandor de su aventura amorosa, y se besaron profundamente.

Era el momento de girar sus cuerpos en la dirección de Philia.

—Uh, ¿Qué debo hacer?

En medio de su angustia, alguien le cubrió la boca y la empujó detrás de la pared.

—Quédate en silencio, Santa.

—…

Una voz suave y cálida resonó acompañada de un fuerte aroma. Philia miró hacia atrás. Allí estaba un hombre que parecía tener muchas cosas en la cabeza.

Los dedos firmes sobre sus labios mantuvieron su presión. Notó como si el cuerpo al que estaba pegada se calentara más que nunca. Ella tragó saliva inconscientemente.

La presión en sus labios se hizo más fuerte. Philia sintió algo tocándole la espalda.

‘¿Qué es eso?’

Se retorció sobre ella.

—Ja, quédate quieta, quédate quieta por favor.

La respiración silenciosa en sus oídos le puso la piel de gallina. Sintió una extraña sensación mientras estaba en sus brazos. Esa sensación era como el calor de pareja.

Después de besarse, el hombre y la mujer se arreglaron la ropa. El hombre se aferró a Lisa, pero ella se lo quitó de encima y salió corriendo. Al quedarse solo, el hombre también recogió sus pantalones y desapareció rápidamente.

—…

—…

No se dijeron nada. Philia miró hacia atrás. El hombre alto la miraba, sus ojos castaños escudriñaban su rostro, como si la observara de cerca. Cuando sus ojos se encontraron, ella se sorprendió e inmediatamente bajó la mirada. Ni siquiera pudo mirarle bien a la cara.

—Debes haberte sorprendido mucho.

—...

—Está bien.

‘¿Qué está bien? ¿Es porque esas personas se han ido? ¿O estaba bien que esta persona estuviese de pie justo delante de mí?’

Philia miró al hombre. Su corazón comenzó a palpitar con aprensión. Cuando levantó un poco más la vista, pudo ver una mandíbula afilada y una nariz de puente alto. Sus ojos marrones rojizos centelleaban a la luz amarilla de la luna.

—Yo...

Philia cerró la boca. No sabía qué decir. Sentía que ese hombre se la comería si decía algo. Es un instinto natural, para que la presa sea cautelosa.

Y como una presa ante un depredador, se estremeció.

Había una extraña tensión en el aire. Tan pronto como el hombre extendió su mano, Philia gritó y salió corriendo.

—¡G-Gracias!

Philia podía sentir su mirada implacable en su espalda, siguiéndola mientras se marchaba.

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