Así es, me pillaron con las manos en la masa. Con la mano perfectamente colocada en el bolsillo trasero con toda la escuela mirando.
* * *
- ¿Qué crees que estás haciendo?
- Eh...
bonjour mes amis :) bienvenidos a un nuevo relato que ustedes saben que disfruto como una loca, necesitaba subir esto antes de irme de vacaciones porque durante un tiempo estaré desaparecida por aquí, sólo te pido que disfrutes de la lectura porque será un relato largo, así que...
siéntate y disfruta ^^
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Todo empezó un soleado día de primavera. La escuela bullía de emoción. Sólo faltaban dos meses y medio. La libertad estaba tan cerca que casi podíamos saborearla. Los estudiantes de último año sonreían y saludaban a personas con las que nunca se relacionaban, competían por sus puestos en el consejo estudiantil. La vida era hermosa... durante un tiempo.
Yo soy la víctima aquí.
Sólo estaba de pie junto a mi casillero, ocupándome de mis asuntos... bueno, tal vez esa no sea toda la verdad. Estaba escuchando a dos chicas de primer año que asistieron a la fiesta de Penélope Jones la noche anterior. Aparentemente, Kristen Walters se emborrachó y vomitó en la alfombra de mil dólares de Penélope. ¡Increíble!
Entonces, Creed Montgomery, -el chico malo- se metió en una pelea con Reggie Willard -el chico de oro-. Kirk Diggory, -estrella del baloncesto y rompecorazones número uno-, intervino golpeando a ambos. ¡Surrealista!
El cotilleo se estaba poniendo súper interesante. Me incliné para obtener más información y casi me da un ataque al corazón cuando alguien golpeó mi cabeza. Salté del susto.
—¡Carly! —Jadeé. —¡No hagas eso!
Carly, mi mejor amiga, sonrió pícaramente. Se acomodó un mechón de su pelo azul detrás de su oreja de elfo.
—No deberías estar escuchando a escondidas.
Le hice un gesto para que se callara. Por suerte, las chicas apenas se dieron cuenta de nuestra presencia. No estaba segura de si debía estar agradecida o molesta.
—Podrían oírnos.
Puso los ojos en blanco. —¿Por qué escuchabas? Todo el mundo sabe lo que pasó en la fiesta.
—¿Lo sabemos?
—Sí, esos idiotas estaban peleando por una chica —se burló. —¡Qué raro!
Desgraciadamente, sí. Dos valientes caballeros montados en sus corceles, ambos en lados opuestos de un campo. Bajan sus lanzas. Al fondo hay una torre y en lo alto su bella dama, agitando su pañuelo y suplicando que no luchen. Ellos la ignoran. Sus ojos se cruzan. Como si se tratara de una señal conocida, los dos corceles galopan hacia adelante. Sus lanzas se dirigen al pecho de su competidor. No habrá ningún error...
—¿Zee? ¡Zee! —los dedos de Carly chasquearon a escasos centímetros de mi nariz. Me eché hacia atrás.
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
Puso los ojos en blanco, de nuevo. —Has vuelto a soñar despierta.
Me reí, chocando mi cadera contra la suya en un movimiento de amiga a amiga. —Sí, ya me conoces.
