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—Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia...
Murmura en voz baja con sus manos entrelazadas contra sus labios con suma concentración que no escuchó los pasos calmos de una persona en su dirección.
—Milo ¿Aún sigues aquí?
El mencionado abre sus ojos de golpe, alzando la mirada hacia el dueño de la voz, toma su túnica entre sus puños y se pone de pie mostrando respeto hacia el hombre con una ligera inclinación de cabeza.
—Acabo de terminar de rezar, padre.
El joven alza la mirada mostrando inconscientemente una pequeña sonrisa de cariño hacia su mayor, la luz del sol que entra por los vitrales de colores golpea un costado de su rostro acentuando sus facciones con tonos rojos, azules y verdes. Las hebras doradas de su cabello sujetadas en una coleta baja con un listón, brillan contrastando con sus ojos azules. Shion sonríe al ver ese rostro angelical, pensando en que hace unos años atrás sólo era un pequeño abandonado a las puertas de la catedral, cuando lo vio por primera vez no dudó en criarlo junto con otros huérfanos.
—Deberías ir a pasear un poco, ya acabaste tus tareas y deberes aquí, yo puedo encargarme el resto de la tarde —abraza los hombros del menor con un brazo incitándolo a caminar por el largo pasillo entre las bancas hacia la salida.
—¿De verdad? —sus ojos brillan.
—Claro —el de hebras color lima asiente, el ojiazul se apresura a ir a la salida emocionado— Milo —lo llama justo antes de que el mencionado saliera por el par de enormes puertas—. Sé bueno y aléjate de los pecadores.
—Claro —el rubio asiente y se acerca al sacerdote, este lo persigna formando una cruz con sus dedos.
—No debes ser tentado por la dulce voz del vicio y la fornicación —musita de memoria aquellas palabras—. Debes como hijo de Cristo mantener la moral siempre en tu mente y tener fuerza para luchar contra la lujuria. No correspondas su mirada no te dejes incitar por ellos.
Termina colocando los dedos sobre los labios ajenos, Milo deja un beso en estos.
—Amén.
El moreno se apresura a ir a la zona de dormitorios para alistarse, después a la cocina para preparar una ligera merienda, con todo listo parte hacia su destino. Camina en dirección al bosque sujetando con una mano la canasta con comida y con la otra una bolsa con un lienzo, pinturas y pinceles, desde hace días tenía el deseo de ir a comer al río y pintar el paisaje, pero había estado muy ocupado con sus tareas en la catedral, estudiando, cuidando y enseñando a los huérfanos más pequeños.
Levanta la falda de su túnica negra para no mancharla al pasar sobre unas raíces llenas de lodo, el sonido del agua correr llega a sus oídos, apresura el paso para llegar lo antes posible, sin embargo, mientras más se acerca logra escuchar unas voces jadeantes. No logra distinguir lo que dicen ni los sonidos que hacen, así que invadido por la curiosidad sigue avanzando hasta llegar al río, a unos pocos metros frente a él, recargados contra una enorme piedra, dos personas estaban teniendo un intimo momento, sus bocas se besaban con lujuria y desesperación al mismo tiempo que sus manos tocaban el cuerpo ajeno.
Milo queda boca abierto al ver tal escena, era la primera vez que miraba a alguien besarse con tal intensidad, pero lo que más lo dejó impactado fue darse cuenta que eran dos hombres quienes se besaban. Al regresar en sí, un calor lo invade, con el rostro rojo y la respiración acelerada se esconde tras un tronco de un árbol, pero a causa de sus nervios deja caer su material de pintura alertando a la pareja.
—Mierda —murmura el joven pelinegro que se encontraba aprisionado contra el cuerpo de su amante y la piedra, rompe aquel húmedo beso buscando el origen del ruido.
—¿Qué pasa? —responde el más alto con la voz ronca producto del deseo buscando de nuevo los labios ajenos.
—Alguien nos está viendo —sus ojos se centran en una figura que torpemente intenta ocultarse tras un árbol—. Me largo, no debería estar aquí.
Empuja el cuerpo de su compañero con sus manos en el pecho y comienza a acomodar su ropa y su cabello, el otro, por el repentino movimiento da un paso atrás agitando su melena roja en el proceso.
—Oh vamos, ignóralo —intenta convencer a su pareja de quedarse, pero no resulta—. ¿De verdad te vas?
—Sí, no planeo hacerlo mientras alguien nos ve —sin decir nada más, se da la vuelta yéndose por el lado contrario temiendo ser descubierto en pleno acto.
El de hebras rojas maldice en voz baja intentando ignorar la incomoda presión en sus pantalones, quien sea quien le haya arruinado el momento se las iba a pagar. Arregla su ropa y camina hacia el árbol donde el pequeño cuerpo se esconde. Se cruza de brazos esperando a que el chico se dé cuenta que fue descubierto.
Milo, al ya no escuchar ninguna voz gira su rostro sobre su hombro izquierdo para intentar ver, asoma su cabeza, la pareja ya no está, regresa a su posición soltando un suspiro de alivio.
—Veo que te gusta espiar a la gente, pequeño mirón.
Una profunda voz lo hace saltar en su lugar, de su lado derecho un pelirrojo lo mira con molestia, cruzado de brazos y con su hombro pegado al tronco. Sus ojos, rojos como la sangre y sus hebras del mismo color que el fuego, Milo retiene la respiración. Ese rojo tan profundo y llamativo, podría jurar que así se deben de ver las llamas del infierno.
—¿Te comió la lengua el ratón? —el mayor avanza unos pasos intimidando al rubio— ¿No dirás nada? Arruinaste mi oportunidad de acostarme con aquel sujeto.
—Y-yo... —Milo no sabía que decir.
—¿Te harás responsable por tu intromisión? —se inclina hacia él con la intención de intimidarlo, al parecer estaba funcionando— Deberías ayudarme con el problemita de acá abajo, a fin de cuentas fue tú culpa que no haya podido acabar.
Milo estaba confundido, no sabía con exactitud qué quería decir ese hombre, pero estaba seguro que no debía de estar ahí con él. Es uno de los pecadores de los que Shion le habla a diario, debe alejarse de él.
—Espera, yo te conozco, eres uno de los novicios de la catedral —apunta el pelirrojo, recordando haberlo visto en algunas ocasiones en el pueblo o cerca de dicho templo.
Milo al oír eso se alertó, temiendo que fuera acusado con Shion de ver tal escena empuja al hombre frente a él y corre en dirección a la catedral, ignora los llamados y sigue su camino olvidando por completo sus cosas. Merecía un castigo por presenciar aquel acto, quizás hacer horas extras de servicio o rezar todo el día para ser perdonado.
No podía dejarse llevar por la tentación y la lujuria.
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Hola, de nuevo aquí con una historia que se me ocurrió hace unos días, quiero salir de mi zona de confort escribiendo esto. Es algo improvisado, espero que salga bien.
No planeo ofender a nadie, es sólo entretenimiento.
☆AndromedaStarDust☆
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Pecado [Camus x Milo]
FanfictionYo soy un pecador y tú mi pecado. Mención de religión. Posibles escenas +18. No pretendo ofender a nadie, es mero entretenimiento. Los personajes permanecen a Masami Kurumada. La multimedia usada no me pertenece, créditos a sus respectivos autores.